Lo único estable
Los cambios no serían tan difíciles si no fuera porque por años hemos hecho las cosas de la misma forma a tal punto que juzgamos como signo de estabilidad emocional y espiritual tener una vida firme, sólida y estructurada. Estas cualidades signo son de todo ello, es cierto, pero estamos equivocados si pensamos que por poseerlas nuestra vida será así para siempre.
La vida es contingencia que deja en evidencia el delgado hilo del que pende nuestra existencia.
El árbol del Bien y del Mal en el Paraíso representa para el ser humano “el poder de la estabilidad” el cual somos conscientes necesitamos, sin embargo, está visto lo que produce poseer sus frutos antes que a Dios.
El Señor sabe cuán frágiles somos y quiso de ese modo demostrarnos que cualquier estabilidad que necesitemos no la podremos hallar en nada ni en nadie que no sea El de tal manera que si la vida es bella lo será en cuanto le permitamos ayudarnos a desarrollar capacidad para colocar continuamente y sin resistencia nuestro deseo en El y no en las cosas.
Existe una expresión en mi país muy graciosa que sirve para describir esas situaciones en la que no estamos en capacidad de echar ni para atrás ni para adelante. Es cuando decimos que estamos “enclochados” (por aquello del clutch en los automóviles cuando eran de cambios, lo recuerdan?) lo que equivale a una perturbación de las emociones debido a un trauma de cierta consideración.
Vengo “enclochada” desde que papá se quebró la cadera. Como el, estoy que no echo ni para atrás ni para adelante, porque papá, si en lo físico está en silla de ruedas sin poder dar paso, yo lo estoy en lo emocional.
El esfuerzo que hago en sobrellevar las dificultades para atenderlo adecuadamente, es decir, en reconstruir las condiciones de estabilidad que poseíamos antes de su accidente, se ha convertido en algo prioritario al punto que he perdido de vista al Señor presente. PerderLo de vista creyendo que seré la que reconstruya la estabilidad perdida es lo que me hace estar enclochada ya que no poseo ni los recursos ni la capacidad.
Una vez más, ha quedado en evidencia mi profunda necesidad de Dios.
Hoy, en Costa Rica celebramos a nuestra patrona, a María Santísima en su advocación de Nuestra Señora de Los Angeles por eso es que noche estuve escuchando lo que decían los peregrinos al ser entrevistados lo cual me hizo reflexionar: ellos van en pos de dar gracias por las bendiciones recibidas y otros, a clamar por aquellas que consideran necesitan sus seres queridos. Recuerdo a un señor que dijo ir a dar gracias desde lugar algo lejano y estar haciéndolo cada año desde que tenía diez y seis. Una señora dijo estar haciéndolo para dar gracias porque su hijo salió de la cárcel. Ninguno parecía estar enclochado.
Hoy, también me encuentro con que el Santo Padre ayer, recordando a san Alfonso María de Ligorio, dijo:
«Queridos amigos, san Alfonso nos recuerda que la relación con Dios es esencial en nuestra vida: sin la relación de Dios falta la relación fundamental y la relación de Dios se lleva a cabo hablando con Dios, en oración personal cotidiana y en la participación en los Sacramentos. Así esta relación puede crecer en nosotros. Puede crecer en nosotros la presencia divina que dirige nuestro camino, lo ilumina y lo hace seguro y sereno, también en medio de las dificultades y peligros».
Tal parece que en mi, la historia del Paraíso se repite, pero también la obra de Redención.
La vida es pura contingencia por lo que lo único estable es esa nuestra necesidad tan profunda pero también nuestro Dios que la satisface.
3 comentarios
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Abrazo, hermanita.
Uno cree que su vida no va para ningún lado, pero hasta el momento que damos el último suspiro, el Señor nos va llevando -si lo dejamos- hacia donde Él quiere.
La ilusión del progreso constante fue inventada en el llamado "Siglo de las Luces" entre 1688 y 1826. La Revolución Industrial creó la falsa creencia que con la ayuda de las máquinas íbamos siempre a producir más y más y más, y eso se trasladó al ideario popular en el sentido de que sólo vamos "pa'lante" y nunca "pa'tras".
Eso es falso. Así como al rezar el Rosario damos vueltas una y otra vez sobre los mismos temas, en la vida giramos en ciclos abiertos: El sol sale y se pone, las plantas crecen, dan fruto y mueren, hay días de frío y de calor y de lluvia, y otra vez de frío y de calor y de lluvia. Cuando entendemos eso y nos armonizamos con la realidad creada por Dios -y no con la ilusión de los "ilustrados" que querían negar a Dios- entendemos que todo cambio (o "retroceso") es tan bueno y necesario como la continuidad (o "avance").
Dios no quiso que el sol alumbrara 24 horas diarias, ni que las plantas se cayeran cargadas de frutos a más no poder. Dios quiso que nos renováramos constantemente y lo que está haciendo ahora no es más que una renovación que tendrá sus frutos (sin duda) cuando el Señor así lo disponga.
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Gracias, Gaby.
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