Resuelto el berenjenal de la corrección fraterna
Maricruz:- Padre, ¡qué bárbaro!
Ya van dos personas a las que les borra comentarios. ¿Por qué es así?
Luego tengo que andar arreglándole sus tortas,
luego no entienden los curas por qué la gente se va de la Iglesia
ni tampoco por qué todo el mundo los trata como chanchos…
Vea que se lo digo con cariño, que bien sabe que se lo tengo.
Miren, en esto de la corrección fraterna, entre más leo, más berenjenal se me hace. Lo único que me ha quedado claro y que se que podría –con la ayuda de Dios- llegar a manejar es lo que Royo-Marín señala como principio fundamental y que es que la corrección fraterna debe estar ante todo precedida, imbuida y proyectada dentro del ámbito de un amor entrañable y gran celo por la salvación de esa alma.
En relación a ello, he venido pensando en una cosa que para muchos podría ser perfectamente el descubrimiento del “agua tibia” pero ¿qué más da?, me digo; si para algunos es una trivialidad, para mi no lo es y quizá solo por eso valga la pena compartirlo; además, quizá exista otro despistado como yo que descubra el “agua tibia” en mis reflexiones.
Pues, por lo mismo, he venido hoy; se trata de lo siguiente:
Siempre he escuchado decir que cuando a uno le molesta algo de los demás es porque encuentra en ellos lo que a uno –de si mismo- le molesta y pensándolo, me parece que es cierto. Sería cierto si, en tanto me molesto cada vez menos conmigo misma, me dejan también de molestar los demás.
Pensando en lo que dice don Luigi Giussani acerca de que estamos heridos y que es esa herida por la que tendríamos que estar agradecidos ya que es por ella que llegamos a Cristo y, pensando en lo que dije anteriormente, quiere decir que, en tanto voy reconociéndome herida y no despreciándome por estarlo, entonces, voy sintiéndome cada vez menos impelida a criticar, juzgar, señalar o despreciar a otros, cierto?
Reconociéndome herida y no despreciándome por ello, habría comprendido que su herida, como lo fue para mi, constituye el camino que le llevará a Cristo.
Cristo le tomará en sus manos, como hizo conmigo; reconocerá con ternura su corazón y, mediante ese vínculo hermoso que se forme entre ambos a través de la oración y los sacramentos, le irá –poco a poco- configurando a El cada vez más y mejor, de tal manera que entonces amará no solo su herida sino la de los demás, cargará con sus heridas y las ajenas pero, por sobre todo, amará haber sido amado y no querrá otra cosa que mantenerse en ese amor para amarse y amar a sus semejantes de la misma forma.
Por eso digo que, si este descubrimiento del “agua tibia” fuera cierto, lo cual creo que lo es, entonces también es cierto que dejará de molestarme lo que de los demás me molesta.
Dios permita, que cada día -más y mejor- admitamos nuestra herida para que nos dejen de molestar los demás, desistamos de considerarlos una amenaza o –simplemente- que dejemos de tomarlos como personas que nos quitan tiempo valioso.
Y claro, para que –finalmente- estemos en posibilidad de hacer corrección fraterna precedida, imbuida y proyectada dentro del ámbito de un amor entrañable y gran celo por la salvación de esa alma.
21 comentarios
Gracias por el post. ¿Me permites una pregunta personal? (si no bórrala): ¿qué harías si esa persona a la que corriges no ve el "entrañable amor"?
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Bien, si esa persona no estuviera -por la razón que fuera- en capacidad de ver el entrañable amor (que por lo regular ninguno estamos en capacidad de verlo porque nos revienta que nos corrijan) igual le diría lo que pienso.
Eso si, suponiendo que lo he hecho dentro de las condiciones mínimas, como sería: en privado y habiendo preparado el terreno por mucho tiempo con muchísimas pruebas de mi cariño.
Pero dejémonos de teoría, Juanjo, estas cosas solo desde el amor se resuelven y sobre todo concentrándose a la hora de practicarlo.
¿Te resulta útil la respuesta?
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Para mi fue fundamental en la conclusión que extraje lo que se relaciona a reconocer la herida. Eso lo determina todo. Qué piensas?
Los chanchos deben ser los cerdos, ¿cierto?
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Efectivamente, el español de América es muy colorido, además un tico, cuando me escucha decir chancho con la entonación adecuada sabrá distinguir si lo digo como ofensa o con cariño. En este caso fue con cariño, por supuesto.
1ª. Por exigirlo el bien común.
2ª. Por el bien de la persona equivocada.
3ª. Por el bien del denunciante.
4ª. Por el bien de terceras personas, a quienes podría dañar el error que no denunciado o rectificado a tiempo.
Nunca se puede calumniar al prójimo. Es lícito con causa proporcionada denunciar sus errores, y ello por virtudes como la religión y la justicia.
Habrá que rectificar la intención, deponer motivos de odio, rencor, envidia o cualquier afecto desordenado; pero la caridad no exige que siempre se haga mediante una corrección fraterna en privado, ni siquiera en el caso de que el equivocado sea un clérigo o un consagrado.
Saludos.
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Como dije al principio, entre más leo más berenjenal se me hace, lo que pretendo para mi misma es desenredarlo, tornarlo a lo básico que es la perspectiva del amor y del sentido común.
Creo que deberíamos, si tenemos una conciencia clara y bien formada y con la ayuda de la gracia, recuperar la confianza en lo que nos inspire el Amor.
Leí en el padre Bojorge estas reflexiones, que también me hicieron bien
www.horaciobojorge.org/bcorrecccionfraterna.html
De todos modos, creo que necesitamos bien distinguir entre error y ofensa, como se hace en las obras de misericordia: corregir al que yerra, perdonar las ofensas. A esto último es a lo que le aplico tu reflexión: cuanto más reconozca mi condición de criatura pecadora e imperfecta y la gran misericordia de Dios conmigo, menos "ofensas" encontraré. Ahí vamos.
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Gracias por tu comentario y por el enlace.
Así es FZalacaín, los chanchos son los cerdos.
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Así es.
Y respecto a lo que dice Martin Ellingham, creo que forma parte de la corrección, primero en privado, segundo paso con testigos (si ha de ser por un tema grave) y en tercer lugar de modo público. Y después cada caso es cada caso. Por ejemplo, criticar un error no es criticar al que yerra necesariamente. En fin, que como dice Maricruz es un tema bien interesante.
Aquí se ha citado a Royo Marín, y precisamente es el autor el que aclara que en determinadas circunstancias, por ejemplo, cuando la falta es pública, en la corrección fraterna no hay necesidad de guardar el orden establecido por el Señor en el Evangelio: primero en privado; luego con testigos; finalmente recurriendo al superior (cfr. Teología moral para seglares, I, n. 534). Por el contrario, si se trata de algo público, dañoso para terceros, o si se juzga que el aviso privado no será suficiente, se puede invertir el orden recurriendo al superior inmediato, o hacer una denuncia pública, que no es pecado de difamación, sino acto virtuoso.
Saludos.
No es para complicarse tanto: si el hecho es público, y hay daño actual o potencial, para un bien común o para terceros inocentes, se puede corregir en público.
Si el cura dice en el sermón (hecho público) que no existe el infierno (herejía), yo tengo causa proporcionada para denunciarlo directamente al obispo o refutarlo públicamente.
Saludos.
¿Habría que hablar primero con él en privado, luego si no nos hace caso, con el superior, y finalmente con la asamblea, que a todo esto ya estaría terminando las migajas?
No es lo mismo decir "hay cianuro en el pastel" que decir "el camarero ha echado cianuro en el pastel". Lo primero se lo dices a los comensales, y lo segundo, al camarero.
Por eso distingue muy bien Juanjo entre denunciar un error y corregir al que yerra. Son dos cosas muy distintas, aunque no lo parezcan.
Saludos.
La intención de mi entrada fue exponer la vía que me ha parecido expedita para no verme en la necesidad señalar a los demás ni de de entrar en estas discusiones.
Cómo evitar sentirnos en la necesidad de señalar a los demás? Volviendo antes y con detenimiento la mirada hacia nosotros mismos.
Allí y solo allí -al lado de Cristo- encontraremos el qué, el cómo y el para qué de lo que decidamos hacer en cuanto a corrección fraterna.
Así como se nos pide en la Escuela de Comunidad: empiecen por tratar de hablar en primera persona y evitar mencionar sobre lo que se hace en teoría o sobre lo que hacen los demás, obsérvense con detenimiento y digan qué es lo que hacen o dejan de hacer cuando son corregidos o corrigen a los demás.
Ahí hallarán el secreto que espero descubran.
No de otra manera procedió un modesto laico cuando desde la cátedra Nestorio proclamó que María no era la Theotokos, amotinándose el pueblo de Alejandría ante este heresiarca. Hay más ejemplos que te recomiendo leer en el libro del Siervo de Dios Cardenal John Henry Newman, "Sobre la consulta a los laicos en materia de fe".
"Habiendo peligro pròximo para la fe, los Prelados deben ser argûidos, incluso públicamente", enseña el Sol de Aquino.-
toto corde,
Si no pueden expresarse en primera persona, mejor no participen porque preferiré borrar los comentarios antes que derive la conversación en algo diferente a lo que he propuesto.
Deseo que si van a comentar lo hagan hablando en primera persona, refiriéndose a situaciones cuando son corregidos o corrigen. Eso dará mayores frutos que estar teorizando.
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jeje, es cierto, pero es que me ignoran por completo :)))
Anda, dale tu, trata de darnos un ejemplo de tu vida privada ya sea siendo corregido o corrigiendo. Dale.
No creo que sea tan difícil darse cuenta de que en determinadas circunstancias resulta conveniente, y a veces obligatorio, corregir al que se equivoca mediante la denuncia pública del error.
Saludos.
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Martin,
Me hubiese gustado que hubieras hecho el esfuerzo de ponerte en la situación que mencioné.
Dar ese salto de la teoría a la práctica para algunos es más difícil que para otros, pero debemos intentarlo porque -si lo que dije en mi entrada es cierto- la pérdida es infinita.
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-Pura retórica Maricruz: No te veo inmersa, así, en este romanticismo de la moral.
-El mundo de los hijos pródigos es más violento y más comercial.
Y todo esto sin contar a aquellos que siendo nacidos como hijos de la cautividad están destinados a morir en la misma (Ap.13,9-10)
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Cierto, rastri, el mundo es más violento, por lo mismo hemos de vencer al mundo porque estamos con Aquél que lo venció para mostrarnos cómo.
Ejemplo de corregir al que yerra: la vecina del 4º derecha sale a la vez que lo hago yo cada mañana, con la bolsa de la basura que 2 de cada 3 veces está rota y gotea, ensuciando el ascensor y el portal, con las quejas consiguientes de otros vecinos; aunque apenas la conozco porque lleva 15 días viviendo en el bloque, no la quiero mal y quiero el bien de la comunidad, por lo que encomendándome a todos los santos y con la mayor amabilidad de que sea capaz le advierto directamente de que tal vez no se haya dado cuenta... si se rebota y sigue haciéndolo, habré de decirlo en la próxima reunión de vecinos.
En ambos casos, en privado o en público, debo tener caridad, aunque no siempre haya podido manifestarla larga y fervientemente.
Maricruz, en ambos casos, si soy yo la corregida, estoy segura de que al principio me enojo un poco o bastante. Si soy yo la que ha de corregir, me costará muchísimo porque pensaré que el otro tiene tan poca virtud como yo. Pero... mi deber es reflexionar en lo que me dicen; si es caso, rebatir con caridad y mostrando a quien me corrige argumentos lo más sólidos y justos posibles, consultar con otras personas buenas y, sobre todo, pedir al Señor luz y paz para cumplir mi deber y reconocer mis errores y fallos siempre. Concédenos Señor vivir en el esplendor de la Verdad.
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Camino,
Magnífico el ejercicio, lo has hecho de maravilla. No se si notaste que reflexionándote dentro de la situación el esfuerzo es grande, debes vencer los impulsos y anteponer al otro? A eso, precisamente, me refería. Te lo agradezco.
Ni ser corregido ni corregir es fácil, por lo mismo se me figura una especie de entrenamiento, pero que parte de uno mismo, de nadie más y solo si el origen es la caridad.
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