Nadar. Nadar. Vivir.

Uno que es así, que confía en la Providencia Divina.

En el 2008 se me presentó este dolor que me llevó a terapia acuática. Cuando después de un tiempo pude moverme con facilidad, un día –estando dentro de la piscina-, recordé que sabía nadar: -"¡Ups, se nadar!. Recordaré cómo se hace? A ver, probemos.”

Me zambullí, moví los brazos y las piernas, todo el cabello se me vino a la cara, sentí que me ahogaba pero no me importó, estuve inhalando, exhalando, pataleando, moviendo los brazos y las piernas hasta que llegué al otro lado de la piscina (a lo largo del trecho más corto de la piscina, por supuesto).

- “¡Caray, qué bien!. Recuerdo cómo se hace". Me dije entusiasmada.

Claro, estaba muy pero muy fuera de práctica y tenía miedo de moverme con soltura, pero consulté al médico y me dijo: - “¡Idiay, mijita!. Yo pensaba que usted hace meses estaba nadando!".

Uno que es así.

De tal manera que desde entonces nado. Nado 40 minutos sin parar. Y cuando nado, como el moverme rítmicamente con mi respiración se ha vuelto un hábito, en algunos momentos nadar me parece tan natural como caminar, al punto que el tiempo pasa volando.

Un día de estos –estando de nuevo dentro de la piscina- de repente pensé que esto de nadar es como la vida de fe.

Me explico:

La fe requiere de un salto (habrán de perdonarme la comparación los teólogos de verdad?), parecido al que se da cuando uno avienta por allá los flotadores o como cuando el instructor te pide que abandones la tablita salvadora.

La fe, como el salto en la piscina, es un acto racional que pretende un bien, una certeza, que se vislumbra y que se anhela. Cierto?

Nadar, nadar. Vivir.

La fe requiere de disciplina y perseverancia, como en la natación. También exige coordinación, armonía y ritmo, tanto como la entrega confiada a aquello que antes parecía superarnos y que hasta cierto punto resultaba amenazador.

Mientras nadaba meditando en esto, pensaba también que el agua contenida es como la vida. Como esta vida que a veces se presenta como un elemento extraño, en la que nos movemos y deseamos avanzar, en la que a veces parece que no vamos a sobrevivir; ya sea porque el temor nos domina, porque dudamos o porque –simplemente- estamos fuera de forma.

Si el agua contenida en el mar o la piscina es como la vida material, entonces el aire vendría a ser como la vida sobrenatural, fuente de gracia, de vida divina. Estando en el agua, el aire es la única y auténtica forma de sobrevivencia.

El aire, visto así, es –verdaderamente- el único recurso para que el agua deje de ser un elemento hostil y se ponga del lado de nuestra inteligencia, voluntad y capacidad de amar.

La vida divina, vista así, es verdaderamente el único recurso para que nuestra frágil existencia deje de ser un elemento hostil y permita a nuestra inteligencia, voluntad y capacidad de amar ponerse de su lado. Cierto?

Pues bien, en esto pensaba mientras un día de estos nadaba.

Uno, que es así, que confía en la Providencia Divina y le da por nadar, nadar y vivir, en la certeza y la esperanza de que inhalar, exhalar, mover los brazos y las piernas le llevará muy lejos.

Uno que es así.

“Es imposible vivir si no se ha recibido la vida, pero la vida no se tiene más que con la participación del ser divino. Ahora bien, dicha participación consiste en ver a Dios y gozar de su bondad”
San Ireneo de Lyon

2 comentarios

  
Sibylle
Gracias Maricruz, si..estaba pensando en lo que dices...tiene que ver también con dejar...soltar...pero continuar moviéndose para flotar claro que sin tensión...Estaba acordándome de las primeras veces que nos escribimos...has tenido un cambio tan favorable!!...eso me alegra, te confieso que antes...hasta me daba un poco de temor tu imágen de la foto anterior que tenías en facebook, me alegra que hayas dejado ver ese apsecto dulce de tu persona..eso también tiene que ver con lo de nadar..nadar..vivir...un cariño grande,
Sibylle

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Te infundía temor? Menos mal que he ido cambiando ;)
Y si, creo que tiene que ver con nadar y nadar...
Por cierto, no te lo he dicho: pero me da mucho gusto haber entrado en contacto contigo.
Un abrazo,


28/06/10 5:36 PM
Estupenda comparación... la Fe necesita de un un primer acto voluntad que es particular e intrasferible.

"Dichosos los que creen sin haber visto”(Jn 20, 1-9)

Es ese salto es fe-confianza o fe-deseo, que está en la base del camino hacia la Fe virtud.

Pero ¿Qué sucede luego? Nosotros ponemos de nuestra parte el primer paso,... pero sin el Don que nos ofrece Dios gratuitamente, todo quedaría como otro voluntarismo más dentro de nuestra vida.

La Fe pasa de confianza o deseo profundo, a transformarse en virtud. ¿Cómo puede ser esto?... Gracias a que Dios transforma nuestra naturaleza de forma gradual y paralela a nuestra perseverancia.

Hay que rogar a Dios para que nos transforme y nos de Fe y limpieza de corazón. ¿Limpieza de corazón? Claro!!! solo así podremos ver a Dios en todo lo que existe, en nosotros mismos y en nuestros hermanos. Entonces la fe-confianza da un paso más y se convierte en Fe certeza... ya que habremos visto a Dios.

Orar a Dios nos transforma... es evidente

Un abrazo :)

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Cierto, Miserere, y es que -siguiendo la comparación- el aire fuera de la piscina es el don de Dios, que ni vemos ni palpamos pero que está ahí; que es el que nos permite todo el avance, la sobrevivencia.

Cuando te das cuenta que está ahí para ti, tus bocanadas las tomas con frecuencia, se vuelven un imperativo para la vida, y fíjate que tanto para la vida material como espiritual.

Qué se yo?. A mi lo que hace gracia es verme nadando y pensando en estas cosas.

Un saludo, estimado. Mil gracias por tu comentario.
28/06/10 8:47 PM

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