¿El Señor del Mundo?
«El Anticristo cabalga sobre Leviatán». “Liber Floridus” (1120). |
«¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?»
(Mateo, 24, 3)
Vivimos en inmersos en un presente convulso en todos los aspectos. Y los cristianos, más que nadie, deberían mirar con inquietud y preocupación todo lo que acontece a su alrededor, pues quizá se trate de las anunciadas señales del fin del mundo.
Pero, aun siendo la Parusía (con la segunda venida de Cristo y el fin de este mundo) un dogma de fe para los cristianos, ni tan siquiera ellos (al menos muchos de ellos), escrutan con atención –tal y como recomendó Cristo mismo– las inquietantes señales del acontecer de los tiempos.
Escribió Giovanni Papini en su Historia de Cristo, algo que no es más que una descripción de una postura generalizada hoy:
«Jesús no nos anuncia el “Día” pero nos dice qué cosas serán cumplidas ante de aquel día… Son dos cosas: que el Evangelio del Reino será predicado antes a todos los pueblos y que los gentiles no pisarán más Jerusalén. Estas dos condiciones se han cumplido en nuestro tiempo, y quizás el Gran Día se viene. Si las palabras de la Segunda Profecía de Jesús [la del fin del mundo] son verdaderas, como se ha verificado que lo fueron las de la Primera [la del fin de Jerusalén] la Parusía no puede estar lejos… Pero los hombres de hoy no recuerdan la promesa de Cristo; y viven como si el mundo hubiese de durar siempre…».
Y, ante este estado de cosas, quizá no sea disparate alguno, sino algo conveniente, sacudir nuestra atención dormida, porque, está claro que no podemos vivir «como si el mundo hubiese de durar siempre». Y qué mejor para ello que un buen relato.
Por supuesto que nada hay mejor que el original, la Biblia misma, pero tampoco debemos olvidarnos de algunas otras obras, por supuesto menores y menos dignas, que igualmente tratan el tema, como es la novela de la que quiero hablarles hoy: El Señor del Mundo (1907), de Robert Hugh Benson. No se trata de la única, claro, el género, por especifico que sea, tiene bastantes muestras a disposición del lector (Juana Tabor y 666, de Hugo Wast; El Gran Inquisidor en la magna obra de Fiodor Dostoyevski, Los hermanos Karamazov; El anticristo, de Vladimir Soloviev, Los papeles de Benjamín Benavides, y Su majestad Dulcinea, de Leonardo Castellani; y más recientemente, las novelas del padre Elias del canadiense Michael O’Brien).
La obra de Benson fue leída por su contemporáneo G. K. Chesterton, aunque no sabemos si esto aconteció antes o después de su conversión. Lo que si sabemos es que la obra impactó en él, y que siete años después de dicha conversión, en 1929, en un libro titulado The Thing (La cosa), tras sentenciar que «una vez abolido el dios, el gobierno se convierte en el dios», comentó también proféticamente, en un artículo titulado, La Paz y el Papado, lo siguiente:
«La voz a través de la que realmente hable una vasta civilización internacional, o una vasta religión internacional, no será en ningún caso las voces o gritos articulados distinguibles y reales de todos los millones de fieles. No es el pueblo el que sería heredero de un Papa destronado, sino un sínodo o un banco de obispos. No es una alternativa entre monarquía y democracia, sino una alternativa entre monarquía y oligarquía. Y, siendo yo mismo uno de los idealistas democráticos, no tengo la menor duda en mi elección entre las dos últimas formas de privilegio. Un monarca es un hombre; pero una oligarquía no son hombres; son unos pocos hombres formando un grupo lo suficientemente pequeño como para ser insolente y lo suficientemente grande como para ser irresponsable. Un hombre en la posición de Papa, a menos que esté literalmente loco, debe ser responsable. Pero los aristócratas siempre pueden echarse la responsabilidad unos a otros; y aun así crear una sociedad común y corporativa de la que queda fuera la propia visión del resto del mundo. Éstas son conclusiones a las que están llegando muchas personas en el mundo; y muchas que aún se asombrarían y horrorizarían mucho al descubrir adónde conducen esas conclusiones. Pero el punto aquí es que, incluso si nuestra civilización no redescubre la necesidad de un Papado, es extremadamente probable que tarde o temprano trate de suplir la necesidad de algo como un Papado; incluso si trata de hacerlo por su propia cuenta. Será una situación irónica. El mundo moderno habrá creado un nuevo Anti-Papa, incluso si, como en el romance de Monseñor Benson, el Anti-Papa tiene más bien el carácter de un Anticristo».
La opinión de Chesterton tiene sus raíces en sus creencias cristianas, y en las posturas, por él combatidas, de los socialistas fabianos de su tiempo, todos promotores de un eugenésico Nuevo Orden Mundial (como H. G. Wells, Charles Dalton Darwin o Bertrand Russell), hoy seguidas a pies juntitas por sus continuadores, los promotores y adláteres de la denominada Agenda 2030, cuyo espíritu es pues muy antiguo, y huele claramente a azufre.
No pensando en términos religiosos, sino políticos, Alexis de Tocqueville, en su obra magna, La democracia en America (1835), menta algo similar (no es descartable que el bautismo y la educación católica de Tocqueville influyese en su visión, a pesar de no estar claro que profesase esta religión). Sus palabras son inquietantemente claras, y aunque la cita es larga, no me resisto a reproducirla por su interés:
«Quiero imaginar bajo qué rasgos nuevos el despotismo podría darse a conocer en el mundo; veo una multitud innumerable de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse placeres ruines y vulgares, con los que llenan su alma.
Retirado cada uno aparte, vive como extraño al destino de todos los demás, y sus hijos y sus amigos particulares forman para él toda la especie humana: se halla al lado de sus conciudadanos, pero no los ve; los toca y no los siente; no existe sino en sí mismo y para él solo, y si bien le queda una familia, puede decirse que no tiene patria.
Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir.”
(…)
Después de haber tomado así alternativamente entre sus poderosas manos a cada individuo y de haberlo formado a su antojo, el soberano extiende sus brazos sobre la sociedad entera y cubre su superficie de un enjambre de leyes complicadas, minuciosas y uniformes, a través de las cuales los espíritus más raros y las almas más vigorosas no pueden abrirse paso y adelantarse a la muchedumbre: no destruye las voluntades, pero las ablanda, las somete y dirige; obliga raras veces a obrar, pero se opone incesantemente a que se obre; no destruye, pero impide crear; no tiraniza, pero oprime; mortifica, embrutece, extingue, debilita y reduce, en fin, a cada nación a un rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobernante».
(…)
En nuestros contemporáneos actúan incesantemente dos pasiones contrarias; sienten la necesidad de ser conducidos y el deseo de permanecer libres. No pudiendo destruir ninguno de estos dos instintos contrarios, se esfuerzan en satisfacerlos ambos a la vez: imaginan un poder único tutelar, poderoso, pero elegido por los ciudadanos, y combinan la centralización con la soberanía del pueblo, dándoles esto algún descanso. Se conforman con tener tutor, pensando que ellos mismos lo han elegido».
Pero quizá haya esbozos, también no teológicos, más antiguos. Ya en Platón, en su República, hay signos de ello. El filósofo habla del hombre embriagado del espíritu tiránico que «ha enloquecido y está alienado, y no sólo a los hombres, sino también a los dioses intenta gobernar y supone que es capaz de ello»; un hombre que es «envidioso, desleal, injusto, carente de amigos, sacrílego, anfitrión y nutridor de toda maldad». Y nos advierte que el caldo de cultivo necesario, desde el punto de vista natural, para la aparición de tal ser, es el estado democrático, a causa de su igualitarismo, relativismo moral y licencia sexual.
Hay una perturbadora actualidad en las palabras de Platon, Tocqueville y de Chesterton, la misma que encontrarán en la fábula de monseñor Robert Hugh Benson que paso a comentarles: El señor del mundo.
Escrita a principios del siglo XX, es sin duda la obra más conocida de de su autor. Para el padre Castellani se trata de su obra maestra, «un sombrío poema (…), un libro poderoso, de inspiración miltoniana, escrito por un gran psicólogo. (…). «En ella el autor contempla la transformación del humanitarismo moderno en una religión positiva». Una nueva religión secular encarnada en «un misterioso plebeyo de grandeza satánica, Juliano Felsenburg, orador, lingüista, estadista, quien consigue encaramarse fulgurante mente sobre el trono del mundo con el título de Presidente de Europa».
La obra mezcla, la profecía, la apología, la teología y la ficción imaginativa. Como bien dice el filósofo Ralph McInenry, «la única forma satisfactoria de reflexionar sobre el fin del mundo es la teología, pero Benson no era un pensador abstracto, sino un novelista, y su relato puede conmovernos como no podría hacerlo ningún argumento abstracto», y así, «Benson puede poner el Apocalipsis ante los ojos de la imaginación de un modo que emociona y edifica».
La trama de la historia se prefigura en el título, y más si el lector es cristiano. Los ecos del libro profético de san Juan resuenan en cada una de sus páginas, aun cuando la obra deja fuera muchas cuestiones, como la de la Bestia Segunda y la de los dos testigos.
Apunta con agudeza el padre James V. Schall, que «el tema de esta novela es notablemente similar al de la encíclica “Spe Salvi” de Benedicto XVI, una de sus grandes encíclicas. Es decir, la novela trata de la futilidad de una utopía de este mundo azuzado con instrumentos de muerte (aborto, eutanasia) y de “vida” sin fin (prolongación de la vida, clonación) que están diseñados para hacerla realidad. En efecto, en una conferencia que pronunció en la Universidad Católica de Milán el 6 de febrero de 1992, Joseph Ratzinger citó “El Señor del Mundo” y el mortífero ambiente universalista e interior que describía».
Es sorprendente la aguda percepción casi profética que muestra Benson en su novela, al captar magistralmente filosofías de vida y agendas de poder que no estaban presentes, al menos de forma expresa, en su tiempo, aunque H. G. Wells ya había escrito en 1901 su obra de no ficción, Anticipaciones de las reacciones al progreso mecánico y científico sobre la vida y el pensamiento humanos, donde con fundamento en un socialismo fabiano, prefiguraba ya un omnipotente gobierno mundial.
En su breve prólogo, Benson habla de «la culminación necesaria de una subjetividad sin obstáculos», en otras palabras, del relativismo, tan presente hoy; también nos muestra una humanidad especialmente preocupada por su salud, que aborrece la incomodidad y el sufrimiento, y que es “controlada”, con instrumentos de muerte disfrazados de progreso (aborto, eutanasia). Ese es el ambiente social y cultural en el autor nos presenta, cerniéndose sobre el mundo, a un humanismo impío que ha rechazado la religión y la moral tradicionales, capitaneado, bajo una marea de emotividad, por un aparente pacificador universal al que se aclama, ingenuamente, como salvador de la humanidad.
Este último, el inicialmente oscuro senador norteamericano Julian Felsenburgh, protagoniza la novela como la encarnación del anticristo, y es enfrentado a lo largo del relato por un sacerdote, Percy Franklin, quien, funda una nueva orden religiosa, la de Cristo Crucificado, y termina siendo Papa (Juan XXIV), pero que poco puede hacer más que soportar la persecución y dar, en el trance, testimonio de su fe. En todo caso, como sabemos, aquello que finalmente acontece no está en manos de ninguno de tales protagonistas.
Ciertamente, alguien podría pensar que, tanto esta como la mayoría de las demás novelas de tema apocalíptico antes mencionadas, son anacrónicas y exageradas (sobre todo, aquellos que no sean cristianos), pero, un atento observador del acontecer de los últimos años, con movimientos supranacionales en pos de un gobierno mundial y el errático devenir de las altas jerarquías de la Iglesia católica, captará inmediatamente su evidente actualidad. En la anteriormente mencionada intervención de Benedicto XVI, en la Universidad Católica de Milán, en 1992, este citó literalmente un tremendo y profético párrafo del motu proprio Bonum Sane, escrito en 1920 por otro papa Benedicto, Benedicto XV:
«La venida de una república universal es esperada por todos los peores y más distorsionados elementos. Esta república, basada en los principios de absoluta igualdad entre hombres y una comunidad de bienes, acabaría con todas las distinciones de nacionalidad. No daría reconocimiento alguno a la autoridad de los padres sobre sus hijos, o de Dios sobre la sociedad humana. Si estas ideas llegan a ser puestas en práctica, habrá un inevitable reinado de terror».
Sin duda habrán oido esto recientemente.
Por otro lado, aun cuando la novela trate de un acontecimiento tan dramático como el fin del mundo, al contrario que la mayoría de las obras seculares que tratan el tema, el poso que deja no es en absoluto oscuro, y ello, a pesar de que la destrucción, el sufrimiento y la catástrofe sean los prolegómenos de su final. Un final, como digo, lleno de esperanza, que todo católico debe conocer, y que tendrá lugar por mucho que la gente se empeñe en olvidarlo, aunque en una forma muy distinta a la imaginada por la modernidad.
Como escribe el dominico Aidan Nichols, «Benson nos recuerda que la Iglesia tiene su propia teología de la historia situada, como su vida misma, entre los relámpagos de la Resurrección y el trueno de la Parusía. La historia no evoluciona hacia su propia perfección, sino que está en manos de su Juez crucificado, que vendrá a una hora que desconocemos».
Pero, la pregunta sigue ahí: ¿estamos o no estamos a las puertas del fin de este mundo? Se ha dicho que en esta obra monseñor Benson expone las consecuencias que las ideas socialistas y ateas traerían consigo en último término, esto es, la llegada del Anticristo. Si miramos nuestro alrededor veremos que el espíritu de los tiempos es ese, ni más ni menos. Pero si atendemos a como describe tal momento Benson —según Evelyn Waugh, con «una Iglesia Universal reducida a un Papa fugitivo atestiguando en soledad la verdad que el resto de la humanidad había abandonado»—, quizá falte algo aún…
En cualquier caso, la lectura de esta obra es impactante y muy probablemente debería suscitar, al menos en los creyentes, una trascendental pregunta: cuando lleguen los tiempos de la última persecución, si nos toca afrontarlos ¿estaremos entre los pocos fieles y leales?
Como escribe el padre Schall, «las últimas palabras de la novela son… bueno, lo tiene usted en tus manos. Siga leyendo y lo descubrirá. Tenga la seguridad, sin embargo, de que no podrían ser más dramáticas, ni más conmovedoras. De algún modo, esas palabras ya no me parecen tan aterradoras. Son, más bien, consoladoras».
«Entonces este mundo pasó, y la gloria de él».
28 comentarios
Qué curioso. A mi en cambio me parece que se trata de una descripción profética. Viendo el panorama desde arriba, cada vez estoy más convencida de que, en efecto, serán cuatro gatos contados los que acompañen al Papa en esa soledad-preludio del fin de este mundo.
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No se si habla en serio o no.
Creo que la profecía de S Pablo en romanos 11,25-26 es clara a lo que pasará instantes antes de la Parusía, y no serán 4 gatos, será una conversión masiva del pueblo Judío después de la conversión de la totalidad de los gentiles.
25. Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que
presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel
durará hasta que entre la totalidad de los gentiles,
26. y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura: Vendrá de Sión el
Libertador; alejará de Jacob las impiedades.
Habla de la totalidad de los gentiles y de todo Israel; si, mas o menos 4 gatos.
V. Dios realiza su designio: la divina providencia
302 La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada "en estado de vía" (in statu viae) hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección.
Párrafo que está totalmente en linea con la cristalina profecía de San Pablo en romanos 11, 25-25; ya que en el final de los tiempos, instantes antes de la Parusía habríamos llegado a la perfección ultima que hace referencia la precisión doctrinal anterior; perfección en la que casi (o sin casi) no habrá sitio para el pecado; y la multitud de gentiles y judíos estarán en estado de santidad listos para entrar al cielo sin peajes.
En el grandioso y esperado día de la Parusía, cuando Cristo regrese majestuosamente desde los cielos, imagino que la escena será tan espectacular como emotiva. Claro, es lógico pensar que en su llegada triunfal, nuestro divino visitante se encontrará rodeado de personas en un estado de absoluta santidad. ¿Quién no estaría vestido con sus mejores galas espirituales para recibir al Hijo de Dios en su gloriosa vuelta?
Dije cuatro gatos, sí, pero podría haber mencionado el mismo número que menciona San Pablo en ese mismo capítulo: "siete mil hombres" (Rom. 11, 3 y 4). Suficientes, en cualquier caso.
Crux ave: No soy teólogo, pero dudo que la cita de Romanos tenga esa interpretación que da. Más bien parece referirse a la extensión del Evangelio entre los gentiles y la aceptación de los judíos. Que todo el mundo llegue a la perfección es más que discutible.
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Mons Munilla si es teologo e interpreta esa profecía de San Pablo tal cual la dice. Es un texto clarísimo, además de claro enlaza a la perfección con el numeral 302 del catecismo. Y yo me fio de las catequesis de los obispos. Parece que usted no, además de despreciar el catecismo Mayor.
En cuanto a que usted ponga en entredicho la precisión doctrinal de la parte de Fe del Catecismo Mayor (numero 302), pues que quiere que le diga; en principio le digo que esa manifestación pública que usted hace es materia grave de confesión y un escándalo.
Con su afirmación última, además de negar explícitamente el 302 del Catecismo está rechazando lo que se afirma en estos puntos
1042-1046. La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva
1047-1050. La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva
FUENTE.-
https://www.enticonfio.org/catecismo/
habla el autor del pronóstico: los pocos que acompañarán al Papa en su soledad cuando todo parezca perdido.
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Ah ok.
Pero esa situación donde todo parezca perdido es imposible que sea ni al final de los tiempos y mucho menos antes de la parusía, porque es totalmente contradictorio con el 302 del Catecismo.
Querido Falete, en Romanos 11,25-26, San Pablo nos cuenta una historia digna de un thriller apocalíptico: el plan divino en el que los gentiles, esos incansables viajeros espirituales, acogen la Gracia, mientras los judíos, , permanecen en su rincón, siendo apenas 15 millones. ¡Y mira tú por dónde, 2000 años después, parece que la profecía se está cumpliendo a la perfección! Ya somos 2400 millones de bautizados y sellados por la sangre de Cristo.
Imagina, Falin, una especie de liga celestial donde los gentiles han ganado terreno con una explosión de conversiones digna de un récord Guinness. Es como si cada año, una multitud de nuevos seguidores decidieran unirse al equipo, haciendo que la lista de bautizados crezca a niveles estratosféricos. ¡Una auténtica epopeya espiritual!
Mientras tanto, los judíos siguen ahí, resistentes como un grupo de VIPs en una fiesta exclusiva, esperando su gran momento en la Parusía. Es como si fueran los últimos en llegar al banquete celestial, pero con una reserva VIP confirmada desde tiempos inmemoriales. ¡Un rebaño pequeño pero robusto, sobreviviendo a lo largo de milenios de historia!
Así que, querido Falito, la realidad supera la ficción. La permanencia del pueblo judío, junto con la avalancha de conversiones de los gentiles, parece escrita por el propio San Pablo en su mejor momento inspirado. Y nosotros, espectadores de este drama cósmico, no podemos evitar sentirnos como en la primera fila de un espectáculo Divino.
Así que sigue disfrutando del espectáculo, Rafi, porque si algo nos enseña esta historia es que el guion divino tiene giros más sorprendentes que cualquier serie de netflix. ¡Y aún estamos en pleno desarrollo
Por favor, tenga un poco de respeto. Ni soy Falito, ni Falete, ni Fali, ni nada por el estilo. Imagino que le traiciona el subconsciente. Tampoco tengo netflix, así que no tengo una imaginación tan fértil como la tuya.
Volviendo al tema, de la cita de Romanos no se puede deducir más que los judíos se convertirán antes de la Parusía y que eso será cuando el Evangelio se difunda entre la totalidad de los gentiles. Le copio de la versión de Ms. Straubinger:
20 ss. No te engrías: El Apóstol nos exhorta a los cristianos a no jactarnos por nuestra vocación y elección, a manera de los fariseos del tiempo de Jesucristo, ni despreciar a tos judíos caídos, pues nuestra incredulidad nos arrastraría a la misma reprobación, con más motivo que a ellos. Esta advertencia resulta una gravísima perspectiva en presencia de las profecías de Jesucristo y de San Pablo que anunciaron, junto con la vuelta de los judíos (v. 25 s.), la apostasía de las naciones (2 Ts. 2, 3 ss.) y la falta de fe en la tierra en el retorno de Cristo (Lc. 18, 8).
25 (...) La plenitud de los gentiles significa, como explica Scio, “un número prodigioso de gentiles que Dios ha resuelto llamar a la fe antes de la última conversión de los judíos”, con lo cual terminará lo que Jesús llama el tiempo de los gentiles (Lc. 21, 24), es decir: “los siglos destinados para su conversión llegarán a su fin y entonces habrá sonado la hora para los judíos” (Fillion). Es en tal sentido que se habla de una universalidad, o sea la integración del número de aquellos gentiles “llamados, escogidos y fieles” que Dios determinó “para escoger de entre los gentiles un pueblo consagrado a su Nombre” (cf. Hch. 15, 14 y nota).
Por lo demás, no insista porque no voy a contestar. No deseo seguir una conversación con alguien que muestra tan poca educación y tan poca caridad.
Por cierto, gracias al autor del artículo, porque me ha gustado.
Paz y bien.
Nosotros siempre tendremos los evangelios, el catecismo, la doctrina de la Iglesia, para saber que tipo de Papa nos gobierna, y la ayuda fundamental del Espiritu Santo, si nos mantenemos en gracia.
Abrir google en el buscador
2º paso:
googlear este texto: "comentarios santos sobre las profecias de san pablo conversion judios romanos 11"
El primer link que se obtiene es un PDF de PERIODICOS da UFES, sobre la extensísima obra de San Gregorio Magno sobre la conversion de los judios y la profecía de San Pablo en romanos 11.
Paso transcribir un breve extracto mediante el típico copy-paste
La conversión final de los judíos en la obra gregoriana
El texto gregoriano en el que más referencias a la conversión final de los judíos se hallan es los Moralia in Iob. En él se registran quince menciones a la temática. Es cierto que estamos ante la obra más extensa del Papa y que, de sus treinta y cinco libros, solo once contienen testimonios sobre el tópico.
De donde está escrito: ‘Hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo’. Entonces será cuando [Dios] aparecerá, con claridad, también para la Sinagoga. Será, en el fin del mundo, lejos de la duda, cuando sea conocido para los remanentes de su gente que Él mismo es Dios. De donde bien se dice: ‘desnudo seré retornado allí’. Desnudo, ciertamente, es retornado hacia el antiguo vientre, cuando en el fin del mundo, Él, ese que en el siglo, hecho hombre, es despreciado, se hace conocer ante los ojos de su Sinagoga como Dios (Gregorio Magno, Moralia, II, XXXVI, 59, 20-25).
Gregorio lee a Pablo interpretando la conversión final de los judíos. El uso del término reliquia puede entenderse de dos modos. Por un lado, como un énfasis en que solo una parte de los judíos sería salvada. Por otro, como una referencia al resto de los judíos que permanecieron en su religión luego de la llegada de Jesús. Ambas lecturas, de todos modos, son consistentes con las diversas tradiciones en torno a Romanos 11, 25-26 a las que hemos referido previamente.
Nuevamente, Pablo es utilizado para justificar no solo aquello que Gregorio
percibía como el triunfo de la Iglesia en su propio presente, sino también para confirmar que, hacia el final de los tiempos, también los judíos – aquí claramente la totalidad serían incorporados a la Iglesia.
Is easy Ralph
Volviendo al tema, de la cita de Romanos no se puede deducir más que los judíos se convertirán antes de la Parusía y que eso será cuando el Evangelio se difunda entre la totalidad de los gentiles.
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Es lo único que llevo afirmando desde el primer comentario. Me estás dando la razón. Aunque si te preocupas en profundizar qué inspiró el Espiritu Santo a San Gregorio Magno sobre este asunto, comprobarás que el Santo y la Tradición van mucho más allá. Tradición e inspiración totalmente opuestas a tu interpretación subjetiva de esas citas bíblicas.
No obstante, gracias sofi, porque gracias a tus réplicas protestantizadas contrarias a la Tradición de la Iglesia y haber encontrado mas documentacion de los Padres de la Iglesia sobre la conversion final de los judios y la profecia de San Pablo en Rm 11, estoy maravillándome aun más sobre esta precisión profética de San Pablo Apostol.
Ahora digo lo siguiente;
Hay una persona que no tiene miramientos en negar el magisterio ordinario universal en sus partes de Fe y Moral; da igual que le pongas por delante la doctrina, esta persona se la pasa por el arco del triunfo supeditándola a su subjetiva opinión personal, que normalmente suele ser contraria a la Tradicion Apostólica (de corte protestante). Su talante suavon y bien-queda puede inducir a determinados católicos poco formados a error.
Mucho ojo con aquellos comentaristas que firman con paz y bien y luego hacen propaganda de partidos políticos proabortistas en epoca de elecciones.
Post comment.- Tener caridad no consiste en firmar los comentarios con la coletilla Paz y Bien, a ver si nos vamos enterando. Y al comentarista D. Rafael le digo que otro día le cuento una anécdota de mi prima "la sofi", que se va a reír un rato.
Mi prima, comienza sus diatribas cuestionando y desafiando las precisiones doctrinales del magisterio ordinario universal, tal como se puede comprobar al inicio de este hilo. Es como un lobo disfrazado de oveja, ofreciendo una despedida de "paz y bien" mientras siembra la discordia con sus palabras.
Su actitud es especialmente provocadora cuando, con la arrogancia propia de quien se cree con autoridad, se atreve a reinterpretar pasajes bíblicos que han sido ya explicados y comprendidos desde los primeros tiempos del cristianismo por figuras como Orígenes, San Agustín y San Gregorio Magno. Es como ver a alguien que, con total desprecio por la tradición y la erudición, se sienta en el trono del conocimiento para desestimar siglos de reflexión teológica con un simple gesto.
El colmo es su uso final de "paz y bien", una coletilla que, en el contexto de sus comentarios, suena a burla más que a un sincero deseo de armonía. Es como si, tras arrojar una bomba en medio de una conversación, ofreciera una flor como un gesto de paz, esperando que nadie se dé cuenta del caos que ha dejado tras de sí.
En resumen, esta comentarista no solo desafía la doctrina y tradición Católica, sino que lo hace con una actitud que parece disfrutar del conflicto que genera. Su firma de "paz y bien" al final de sus mensajes no solo es irónica, sino que casi parece una provocación en sí misma, un recordatorio de que incluso las palabras más benignas pueden esconder una intencionalidad aguda y punzante.
Mi prima la "sofi" siempre usa un ordenador MAC
Ya nos avisó JP-II en el congreso Eucarístico de Filadelfia: Estamos en la batalla final entre la Iglesia y la anti-iglesia, entre evangelio y anti-evangelio...
El verdadero evangelio indica: Si queremos salvarnos debemos cumplir los Mandamientos, porque SON absolutos, aunque nos digan lo contrario desde la cúspide de la Iglesia.
El falso evangelio indica que depende de las circunstancias, como en fiduccia suplicans, apartado III-parejas en situación irregular nº 39: Sí se deben bendecir las parejas del mismo sexo. Faltando a los Mandamientos 6º y 9º.
Daniel 9,27 y 12,11.
Apocalipsis 13: Dos bestias. Por ello ha de haber Dos Katejon.
Katejon: Benedicto XVI y Jesucristo Eucarístico.
Catecismo 675.
La abolición Eucarística se realizará durante el sínodo que finaliza en junio de 2025. Mientras esté vigente la Eucaristía el anti-cristo no se puede manifestar.
La abolición provocará el gran Cisma profetizado por el Arzobispo Fulton Scheen: de la verdadera Iglesia surgirá la falsa iglesia del anti-cristo.
La verdadera Iglesia tendrá Eucaristía y la celebrará en las catacumbas, por seguir manteniendo las mismas palabras de la Consagración. La falsa las modificará, por ello no tendrá eucaristía. Procuremos no equivocarnos cuando suceda.
Non Nobis.
Katejon: Benedicto XVI y Jesucristo Eucarístico.
La abolición Eucarística se realizará durante el sínodo que finaliza en junio de 2025.
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En plena ola de calor no es bueno estar tanto tiempo con el gorro de papel de aluminio. En Junio de 2025 volvemos a hablar
Katejon: Benedicto XVI y Jesucristo Eucarístico.
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Usted no se da cuenta del insulto a Dios Todopoderoso que acaba de hacer, pero Cristo sólo se basta y se sobra para obstaculizar el azote de 2, 3 o 500 bestias.
De dónde se saca esas ideas ?
https://es.wikipedia.org/wiki/Sombrero_de_papel_aluminio
No es la primera vez que advierto que, como moderador que soy de este blog, no toleraré comentarios como los que acaban de verterse aquí. Todo comentario –como los que nos ocupan– que no se dirijan directamente al artículo y el tema del artículo será eliminado. Al igual que lo será todo comentario que se dirija, como cuestión personal o juicio personal, a cualquier comentarista –como el caso que nos ocupa–, y más si atenta a la dignidad y respeto que una mínima educación supone y que la caridad cristiana exige. Como dijo el Apóstol: «Y sed benévolos los unos con los otros, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como Dios os perdonó a vosotros en Cristo». (Efesios 4:32).
Miguel Sanmartin Fenollera.
P. D. Este comentario no admitirá réplica.
Por otro lado es cierto que estoy censurado en el blog que menciona: al igual que otros comentaristas íntegros y respetuoso como Oscar Alejandro. Encantadísimo de estar censurado en el blog mencionado.
https://www.quenotelacuenten.org/2023/11/27/ciertamente-no-mas-de-lo-mismo-resena-al-libro-de-javier-anzoategui/
PD.- Saludos desde Santa Sofía (Turkie) , posteo este coment con mi ordenador MAC que me regaló mi compadre RAFA
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