Más relatos: los favoritos de los escritores
«La plaza de san Marcos». Obra de Friedrich Nerly (1807-1878). |
«Tal vez todos los novelistas quieren escribir poesía primero, descubren que no pueden, y luego prueban con la historia corta, que es la forma más exigente después de la poesía».
William Faulkner
Por una vez –y para su felicidad– voy a abandonar mis propias preferencias y mis precarios juicios, para traerles la sabia opinión de los expertos. ¿Y que mejores expertos que aquellos mismos que son maestros en el arte del que se quiere tratar? Voy a mostrarles algunos de los relatos favoritos de, quizá, los mejores cuentistas de la literatura universal. Los más son ajenos a la obra que juzgan; los menos nos hablan de sus propias criaturas.
Curiosamente, en esto de los relatos cortos y de los cuentos literarios, abunda la paradoja siguiente: a los escritores suelen gustarle más los cuentos que a sus lectores.
Basado en este axioma, es un lugar común entre los literatos hablar de la enorme presión que agentes, editores y críticos ejercen sobre ellos para que abandonen el cuento lo antes posible y se dediquen a algo serio, como por ejemplo escribir una novela; una presión esta que es inflexible e implacable. Todos los implicados en el negocio editorial saben que para sobrevivir, han de proporcionarle a los lectores aquello que estos demandan, y, para ello, han de conocer sus gustos y preferencias; pero, para el escritor profesional, esas exigencias no cuentan. Para muchos de ellos, el relato corto es, a diferencia de la novela, algo invariable y profundamente literario, plenamente artístico, y por esto lo prefieren, al margen de cualesquiera consideraciones, incluidas las del mercado.
¿Pero, por qué es estimado tan poco el relato corto? Quizá, como apunta algún crítico solitario, una de las razones —sino la principal— por la que esto es así es que este género exige un interés por la forma, además del contenido, mucho mayor que una novela, y hoy en día la gente no parece tan interesada en la forma, centrándose únicamente en la historia.
Por otro lado, casi todos los brillantes escritores que han abordado el género del relato corto han coincidido en que su principal característica diferenciadora es que lo que en él prima es el ambiente, el tono, más que el argumento o la trama, algo que, por el contrario, resulta fundamental en la novela. Esto nos lleva a la idea de que, por su concentración y economía, el cuento está más cerca de la poesía que de la novela. Y por eso, al ser artísticamente más puro, no es de extrañar que atraiga más fuertemente al verdadero poeta.
A continuación, veremos algunas preferencias de varios de esos artistas.
EL HOMBRE QUE QUERIA SER REY, de Rudyard Kipling.
Al parecer, este era el relato favorito de Marcel Proust y de William Faulkner. El propio Henry James se declaró «profundamente afectado por ese extraordinario cuento». Por su parte, para J. M. Barrie, la historia es de «lo más audaz de la ficción». Sin embargo, Kingsley Amis opinaba que el cuento era largo y estaba sobrevalorado, siendo, según él, una «broma tonta que termina en un desastre predecible y completamente merecido».
LIGEIA, de Edgar Allan Poe.
El cuento favorito de su autor, y, según D. H. Lawrence, la principal historia de Poe. George Bernard Shaw, que la admiraba profundamente, dijo sobre ella:
«La historia de Lady Ligeia no es simplemente una de las maravillas de la literatura: no tiene paralelo y es inalcanzable».
LA BANDA DE LOS LUNARES, de Arthur Conan Doyle.
Si bien Monseñor Ronald Knox consideraba que El estudio en escarlata era el tipo e ideal de una historia de Holmes, también señalaba que, en cierta medida, era «un tipo primitivo, cuyos elementos se descartaron más tarde». Quizá, para acercarnos más a la pureza del relato holmesiano, nadie pueda orientarnos mejor que el propio autor. En 1927, Sir Arthur Conan Doyle seleccionó lo que consideraba sus mejores relatos cortos de Sherlock Holmes para la revista Strand Magazine de Londres. Los puso en orden descendente, comenzando con su favorito, La banda de los lunares, «una historia sombría» que, según él, estaría incluida «en todas las listas».
LA CASA DE HUÉSPEDES, de James Joyce.
Incluido en su libro, Dublineses, es uno de los relatos favoritos de Mario Vargas Llosa, «por su inigualable maestría que lo hace digno de figurar, entre los más admirables que ha producido ese género tan breve e intenso — como sólo puede serlo la poesía— que es el cuento». Un relato donde el sentido del honor y del deber, y la obligación de reparar el daño causado por parte de un hombre vulgar, es mostrado magistralmente por Joyce, contribuyendo así, como escribió Erza Pound, «a la dignificación artística de la vida mediocre».
LOS TRES JINETES DEL APOCALIPSIS, de G. K. Chesterton.
Uno de los relatos incluidos en el libro Las paradojas del Sr. Pond (1936), que Borges sentía como el mejor cuento de Chesterton, y en el cual, el escritor inglés, «arma con un largo camino blanco, con húsares blancos y con caballos blancos una hermosa jugada de ajedrez».
EL MÁS HERMOSO CUENTO DEL MUNDO, de Rudyard Kipling.
El cuento favorito de Borges («La mejor historia del mundo», «una riquísima invención de detalles»). Como se dice en el relato: «Charlie había probado el amor, que mata el recuerdo, y el cuento más hermoso del mundo nunca se escribiría».
DONDE SU FUEGO NUNCA SE APAGA, de May Sinclair.
Otra de las historias favoritas de Jorge Luis Borges es este relato alucinatorio, de título poco equívoco, y que el escritor argentino ensalza «en gracia de su poca notoriedad y de su valor indudable». Su tema es el Canto V de la Divina Comedia, la historia de Francesca y Paolo y los peligros de la lujuria:
«Questi, che mai da me non fia diviso,
La boca me bacciò tutto tremante».
LA HISTORIA DE SIGURD, Anónimo.
A Tolkien le fascinaban los cuentos de hadas de Andrew Lang, y en especial, El libro rojo de los cuentos de hadas, porque, oculto entre sus apretadas páginas, se encontraba el mejor cuento que había leído. Se trataba de La historia de Sigurd, una vieja historia de origen danés que versa sobre la hazaña del joven Sigurd derrotando al dragón Fafnir. Una poderosa y extraña narración situada en el inefable Norte, que al joven Tolkien le fascinaba leer. «Deseaba a los dragones con profundo deseo —escribió mucho después—. Por supuesto, con mi tímido cuerpo, no los deseo en las cercanías. Pero el mundo que encerraba la imaginación de Fafnir era más rico y más hermoso, cualquiera que fuese el coste del riesgo».
LA POSADA DE MAL HOSPEDAJE, de Lope de Vega.
Este relato, incluido en la obra, El peregrino en su patria (1604), fue alabado por George Borrow a mediados del siglo XIX. El famoso viajero inglés pensaba que se trataba del mejor cuento de miedo que jamás se había escrito. El protagonista, Pánfilo, asiste epatado y horrorizado a los aterradores sucesos provocados por los trasgos, «espíritus de la menos noble jerarquía», pero la luz del día, vencedora de las tinieblas, da fin de forma satisfactoria a este episodio de fantástico horror.
LA MUERTE Y LA BRÚJULA, de Jorge Luis Borges.
Para el crítico Harold Bloom, el favorito de entre los cuentos de Borges es «el cabalístico “La muerte y la brújula", que relata la destrucción de Erik Lonnrot, un Auguste Dupin cuya «temeraria perspicacia» lo arrastra hacia la trampa laberíntica tendida por Red Scarlach el Dandy, un criminal que habría hecho migas con el Benia Krik de Bábel».
UN ÁNGEL, de Antón Chéjov.
De todos los maravillosos cuentos de Chéjov, el preferido de León Tolstoi era el titulado, Un ángel. Los críticos han visto en este relato versiones del antiguo mito griego de Psique, pero, sin dejar de ser esto cierto, el relato de Chéjov encierra en sus profundidades algo más. Tolstoi fue quien dio con ello al afirmar que el ángel, Olenka, tiene un alma «maravillosa y llena de santidad». Y aunque Olenka puede ser vista por ojos seculares como un personaje infantil o maternal, debemos seguir a Tolstoi, quien vio en ella un alma santa, lo que, además, casa ciertamente con el título de la historia.
OH, SILBA Y VENDRÉ A TI, MUCHACHO, de M. R. James.
Según muchos críticos, la mejor historia de fantasmas jamás escrita por el mejor escritor de cuentos de fantasmas que ha habido. Un relato magistral donde un silbato antiguo, una reliquia arqueológica aparentemente inofensiva, suscita una aparición aterradora que persigue a un anciano profesor durante unas vacaciones en la costa este de Inglaterra.
EL SIGNO AMARILLO, de Robert W. Chambers.
Y siguiendo con relatos de miedo, el cuento favorito de H. P. Lovecraft fue siempre El signo amarillo, de Robert W. Chambers, «el más poderoso de los relatos» incluidos en el mejor libro de su autor, El rey amarillo, «una serie de historias cortas vagamente conectadas que tienen como trasfondo un monstruoso y censurado libro cuya lectura provoca temor, locura y espectral tragedia». Un misterioso libro que no deja de hacernos pensar en la influencia que la lectura de Chambers tuvo para Lovecraft, y en concreto para su famoso Necronomicon del «árabe loco» Abdul Alhazred.
ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA, Anónimo.
Uno de los más conocidos relatos de la famosa compilación oriental conocida como las Mil y una noches, y que Thomas De Quincey juzgaba como el mejor de todos los incluidos en ella, aunque, curiosamente, no figure en los textos originales. Según Borges conjeturaba, quizá «se trata de una feliz invención de Galland, el orientalista francés que reveló, a principios del siglo XVIII, Las Mil y Una Noches al Occidente».
UN LUGAR LIMPIO Y BIEN ILUMINADO, de Enest Hemingway.
Según James Joyce, esta es la mejor historia corta que se haya escrito. Esta pieza supone un rápido vistazo existencial a la religión, la vida y la vejez, y podría ser una de las obras más antologizadas de Ernest Hemingway.
WAKEFIELD, de Nathaniel Hawthorne.
Historia de toques kafkianos (aunque, obviamente, la influencia debe ser inversa), que Jorge Luis Borges consideraba uno de sus cuentos favoritos. ¿La trama? El extrañísimo autoexilio sin motivo aparente, a pocos metros de su hogar, de un esposo amantísimo, que vuelve tras veinte años de ausencia, y reanuda su feliz vida familiar sin trauma ni dolor para ninguno de sus miembros.
¿CUÁNTA TIERRA NECESITA EL HOMBRE?, de León Tolstoi.
Otro cuento recomendado por James Joyce, hasta el punto que algunas fuentes lo reputan como aquel que el autor irlandés consideraba el mejor relato que se había escrito. La propia esposa de Tolstoi, Sofía, tras leerlo, le escribió a su marido una carta en los siguientes términos:
«La impresión es que el estilo es maravillosamente riguroso, conciso, sin una palabra de más, todo es preciso, acertado, como un acorde; hay mucho contenido, pocas palabras y satisface hasta el final».
¿Una proscripción moral de un determinado tipo de conducta? ¿Una pesimista descripción de la condición humana? No importa cuál sea nuestra respuesta; sea una o la otra, o las dos a un tiempo, en todo caso, estamos ante una historia absorbente en las manos magistrales de un maestro.
VENDRÁN LLUVIAS SUAVES, de Ray Bradbury.
Apocalíptica historia de tintes cautelares, muy apropiada en estos días de desconcierto y temor guerrero. Conocido como el preferido por Bradbury de entre todos los cuentos cortos que había escrito, su historia es de lo más conmovedora debido a su uso suave y dulce de la ironía.
1 comentario
Con todas las cautelas y sabedor de excepciones, estoy de acuerdo en líneas generales con el aserto. No pongo muchísimos autores que me viene n a la cabeza por no resultar pelma.
El tesoro de la literatura no son unas elecciones políticas de aut o aut, y no tenemos por qué renunciar a ninguno de los dos.
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