Homosexualidad y evolución: una perspectiva de género
La creencia en el «gen gay» va perdiendo adeptos. No es que no se haya encontrado, es que hasta la fecha no existen gemelos monocigóticos homosexuales, lo que nos daría, al menos, una pista. Todas las evidencias científicas están en contra.
Incluso en el lobby homosexualista se empieza a ver con malos ojos. De ser cierto, los riesgos son mucho mayores. La «propagación de la especie» se dejaría en manos de «pérfidos heteros»: podrían buscar cura, o seleccionar genéticamente a su descendencia, o simplemente eliminarla, como con los afectados del Síndrome de Down (a lo mejor los gays se nos vuelven providas). ¡Qué injusta, digo homófoba, es la naturaleza!
Peor encaje aún tiene en la teoría de la evolución. Porque nadie va a negar a estas alturas, que el gen homosexual no sería una estrategia evolutiva muy buena «para hacer frente al medio ambiente y tener más posibilidades de sobrevivir, de reproducirse y de dejar descendencia con estas ventajas».
Pero todavía los hay inasequibles al desaliento. Cuando la ideología todo lo condiciona —no confundir a una persona homosexual con los homosexualistas— se puede hacer el ridículo hasta el extremo.
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