Leo muchos blogs todos los días. De muchos temas, de una manera u otra os los he ido presentando. Iba a comentar una excelente entrada, pero le pedí permiso al autor para publicarla tal cual. Resume con precisión quirúrgica la aversión al catolicismo con la que se reviste la laicidad, la de hoy, la de ayer y la de siempre.
El blog, Frustración voluntaria, necesita poca presentación: amable, culto pero no empalagoso, socarrón, certero, valiente y bien escrito. Seguro que me dejo algún elogio. Sólo una advertencia: crea adicción. Os lo aseguro, una verdadera teodicea en formato blog (espero que a Irich, el autor, no le importe la definición).
La moral atea
No se abomina del cristianismo ni por sus dogmas ni por su organización. Se protesta contra él porque humilla sentirse juzgado. Si la religión careciese de moral, o se acomodase a la de todos, el ateísmo no existiría.
Cuando un cristiano obra mal, o no obra cuando debe, o lo hace con intenciones aviesas lo primero que cabe llamarle es hipócrita. ¿Cuántas veces se nos ha acusado de serlo? Reconócese de esta manera que la religión, a diferencia del ateísmo, concierne a la humanidad y no sólo al individuo. Puesto que ser cristiano es también ofrecerse al prójimo, el cristiano que no se ofrezca será un falsario. Mas no llamaremos del mismo modo a un ateo egoísta, toda vez que no abandona la coherencia respecto a sus premisas.
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