El obispo de Barbastro hunde el número de peregrinos a Torreciudad
Los fieles han dictado sentencia «votando con los pies» en la absurda pataleta del obispo de Barbastro contra el Santuario de Torreciudad: una caída del 66% en dos años. Todo un aviso. El obispo quiere extender el erial en el que se ha convertido parte su diócesis a lo que queda de ella. Esta vez asumiendo el protagonismo. Ahí están los datos que no entienden de lloriqueos y victimismos.
El comienzo de curso está marcado por una peregrinación mariana que se ha convertido en toda una tradición, la Jornada de las familias de Torreciudad. Llega ya a la 32ª edición con peregrinos de toda España.
Este año, según el Santuario:
Qué buenos son los del Santuario con Mons. Ángel Pérez Pueyo, obispo de Barbastro. ¿Cuántas filas de bancos tiene el Santuario?, ¿cuántos caben por cada fila? Hagan cálculos. ¿3.000 peregrinos? Da igual, tomémoslo como bueno.«Las condiciones meteorológicas obligaron a celebrar los actos en el interior del templo de Torreciudad. A pesar de esto, unas 3.000 personas acudieron a esta tradicional cita con la Virgen cuya misa central, por segundo año consecutivo, estuvo presidida por el obispo de Barbastro-Monzón».
La tendencia es terrorífica, el año pasado, en la 31ª edición (2023) hubo 6.000; el anterior, la 30ª (2021), 9.000 después de los dos años de pandemia; la 29ª edición (2019), 8.000. Dos años antes, también presidiendo Pérez-Pueyo, 7.000. De seguir así en la próxima sobrará un banco vacío dentro de «su» ermita. El banco será el de la primera fila.
Los fieles tomaron nota de lo ocurrido en agosto del año pasado. Con su habitual estilo, quiso también presidir los actos, y pronunció una homilía digna de la escena de bautizo de Michael Francis Rizzi. Mientras mostraba conciliación ante los asistentes disparaba dos decretos intentando sustraer la jurisdicción, el dinero y la Virgen. Además de presentar una demanda civil de la que se supo tiempo después. No en el mismo periodo, los mismos días. La credibilidad del obispo es irrecuperable.
Parece que la resolución del conflicto está cerca. La parte canónica tendría que haberlo estado hace muchos meses. Dios quiera que la imagen de la Virgen de Torreciudad no acabe como la de Zaidín, metida ahora en un local o en un museo, como le reprochó el obispo de Lérida a Pérez-Pueyo.
Lo que está en juego no es un «tema del Opus», o «de un obispo», afecta a todos los fieles, más allá de la devoción o vinculación que tengan con el Santuario de Torreciudad, o del país en el que residan. Líos de obispos con santuarios los ha habido, los hay y los habrá. Pero este tiene unas derivadas especiales por la cercanía temporal y puede afectar a la confianza de los fieles en las iniciativas de la Iglesia, principalmente económicas.
El Santuario se construyó con los donativos pequeños de muchos fieles, muchos sacrificios pequeños y grandes.
Entiendo que se quiera presentar una resolución al conflicto sin vencedores ni vencidos, en breve lo sabremos. Pero si no hay un derrotado aquí, el obispo, ¿con qué autoridad alguien pedirá ayuda para una iniciativa asistencial, social o piadosa y podrá asegurar que se cumplen sus fines?, ¿quién podrá asegurar que el tiempo, cariño o dinero dedicado no se lo apropiará un obispo años después? La ruptura de confianza puede ser brutal.
Por lo que se sabe públicamente me queda el consuelo que en este caso, al menos, se ha defendido a los fieles y doy gracias por ello.
Confío en que la decisión que se tome sea en bien de las almas, sé que hay mucha gente rezando por ello.
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