Un perro anticlerical
No he tenido suerte con los perros que han llegado a casa. Las cosas como son.
El pobre Socio, ya saben, era poco piadoso. Si alguna vez intenté que me acompañara a alguno de los templos, simplemente se daba la vuelta en cuando descubría mis intenciones, y si forzando llegaba a entrar, era tan solo para levantar la patita en el sitio menos adecuado, no sé si para marcar territorio o hacer patente su desprecio. Al final tuve que dejarlo por imposible.
Trapella, ya un mes en casa, de momento no había dado muestras de nada especial, aunque bien es verdad que uno va observando los más nimios detalles con la pretensión de lograr un día que al menos no rechace ostesiblemente lo sagrado como hiciera su antecesor.