Benedicto XVI: el papa que se vino arriba
Hay personas que con el tiempo se vienen abajo. Se les confió una grave responsabilidad y fracasaron todas las expectativas. Quien parecía serio, responsable, trabajador, eficaz fue dando paso a alguien dubitativo, perezoso, inútil. Se vino abajo. Todos tenemos ejemplos.
Otros es todo lo contrario. Comienzan en un a “ver qué pasa” y resulta que se van superando a sí mismos hasta llegar al final de su tarea en medio de una especie de apoteosis final.
He de decir que no fui un especial entusiasta de la elección del cardenal Ratzinger como Benedicto XVI. Por supuesto nada que objetar a su valía intelectual, a su extraordinaria cabeza y a un conocimiento de los entresijos vaticanos indiscutible. Pero tuve mis dudas de que fuera el hombre ideal para ser el sucesor de Juan Pablo II. Quizá por la edad, quizá porque estábamos muy acostumbrados a un estilo que no encajara en la discreción del nuevo papa. Muchos no aceptaron su elección, y la quisieron torpedear manipulando incluso lo inimaginable. Se llegó a contar incluso el chiste de que los católicos pidieron a Dios un pastor, pero no un pastor alemán.