Mirar a Dios cara a cara
Cada vez con más frecuencia impongo a la gente que acude a confesarse conmigo la penitencia de hacer un rato de oración en la capilla de la adoración perpetua que, por cierto, para los incrédulos, sigue abierta después de año y medio.
No suelo poner límite de tiempo para ese rato de oración ni otras exigencias. Sólo una cosa pido expresamente: que la oración se haga mirando al Señor cara a cara.
Me he dado cuenta de que demasiadas veces hacemos la oración con la cabeza baja, bien porque estamos haciendo lectura espiritual o meditación con la ayuda de algún libro, bien por un sentimiento de humildad ante Dios que nos lleva a bajar la cabeza ante Él.

Posiblemente o no lo he comprendido bien o la redacción adolece de precisión, porque la entrevista que leí ayer a
Esta mujer es que ya ni duerme. Antes de las nueve el teléfono. Desayunando me ha pillado.
Cáritas viene arrastrando desde hace algunos años un serio problema de identidad católica, aunque algo se va superando. Más aún, Cáritas vive un claro complejo de confesionalidad que le lleva a vivir su realidad como algo vergonzoso que se hace necesario disimular y diluir.
Servidor tiene sus devociones por lo eclesiástico, San José por ejemplo, y tiene sus devociones por lo civil. Si se trata de devociones farmacológicas, la aspirina, y si comerciales, El Corte Inglés y las tiendas de chinos.