Taller de liturgia y trascendencia
Sé que mi gran amigo, el agustino José María Torrijos, se va a tronchar de risa al ver este título que nos retrotrae a los años noventa.
Servidor entonces era un joven profesor de religión en el colegio Valdeluz. Además de las labores estrictamente docentes, también me tocaba la responsabilidad de coordinar e impulsar el trabajo pastoral y uno intentaba hacer lo que buenamente podía y como podía. Empezaban los momentos complicadillos, aunque en honor a la verdad nunca tuve que enfrentarme al más mínimo problema por parte de los padres.