Cosas mías, pero en las homilías intento aterrizar y ofrecer a mis feligreses sugerencias concretas por si les sirven de algo. Ayer domingo, entre otras cosas, les hablaba de ser testigos, al hilo del evangelio: “vosotros sois testigos de esto” y de la lectura del libro de los Hechos: “nosotros somos testigos”.
Se me ocurrió, como digo, ofrecer tres sugerencias a los fieles:
PRIMERA. La que viene recogida en la segunda lectura de ayer mismo: “En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos”. Ser testigo del Resucitado en el mundo comienza por tratar de vivir cada momento según los mandamientos que hemos recibido. Que puedan decir de nosotros que somos buena gente, honrados, honestos, sinceros, trabajadores, respetuosos, generosos, capaces de ayudar sin esperar nada a cambio, cumplidores con las exigencias de nuestra fe. Es que de lo contrario no somos creíbles.
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