Homilía. Domingo XXV A: Dejar a Dios ser Dios
Cuando pregunté a los niños si era justo que los que trabajaron apenas una hora cobrasen lo mismo que aquellos que tuvieron que bregar toda la jornada, evidentemente dijeron que no. Seguro que los mayores también lo pensaban, pero no se atreven a proclamarlo en público.
Ayer invité a mis feligreses a aproximarse a las lecturas del domingo desde tres consideraciones.
PRIMERA: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos - oráculo del Señor-“.

La cosa va a velocidades de vértigo. Barbaridades doctrinales y morales estamos hartos de escucharlas, qué se le va a hacer. Que sor Veneranda nos diga que ponerse la casulla para celebrar es una bobada porque Jesús no tenía una, que Paco, el párroco de San Serenín, afirme que es igual ser musulmán o católico, o que Maripepa, de la iglesia de base más básica, nos instruya con un nuevo concepto teológico según el cual una cosa es el evangelio y otra la doctrina de la Iglesia, se sabe que existe y tampoco tiene mayor trascendencia que la de los cuatro que siguen ahí tirando.
Qué malo era aquello del nacional catolicismo ¿se acuerdan? Sí, hombre, el nacional catolicismo era una cosa preconciliar que consistía en una alianza, en España, entre Franco y la Iglesia católica de forma que ser franquista era ser católico, y ser católico suponía ser franquista.
Momento de planes pastorales parroquiales y diocesanos. Es el inicio del curso y hora de pergeñar unas líneas que nos sirvan de base y orientación en el quehacer pastoral del curso escolar que vamos comenzando.
Vamos a partir de la segunda lectura. Somos de Cristo, en la vida y en la muerte. Somos enteramente de Cristo, queremos, debemos ser de Cristo, que nos ha revelado el rostro misericordioso del Padre, como hemos proclamado en el salmo.





