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6.09.22

Reivindicación del hermano mayor

Ya está bien de presentar al hijo mayor como ese malvado que no se alegra de la vuelta del hermano pequeño. Vamos a repensar la historia que tiempo habrá de sacar las conclusiones. 

Una casa y una hacienda. Un padre y dos hijos. El pequeño pide su parte de herencia, se larga y la derrocha en malos pasos, incluyendo prostitución. El mayor se queda en casa trabajando a las órdenes del padre. El pequeño se arruina, no encuentra un trabajo que merezca la pena, pasa hambre y decide volver. El padre lo recibe gozoso, mata el ternero cebado y monta una gran fiesta. El hermano mayor se queja por lo que considera trato diferente: toda la vida trabajando y ni un cabrito para comerlo con mis amigos y a este… 

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1.09.22

¿Inconsciencia o plan deliberado para la liquidación?

Los datos son tercos y a nadie se le escapan. La tan por algunos cacareada antes primavera conciliar y ahora primavera de Francisco no es más que una mentira repetida con la loca pretensión de que llegue a ser verdad. Estamos bajo mínimos.

Sabemos, por ejemplo, que, en Hispanoamérica, mientras el número de católicos se desploma, crecen como setas las iglesias evangélicas. Lo de España es trágico. Pueden buscar datos. No se bautizan ni la mitad de los niños que nacen, las bodas por la iglesia apenas suponen algo más de un 10 % del total de los matrimonios que se celebran, y el porcentaje de jóvenes que se consideran católicos apenas llega al 50 %. A esto añado, experiencia propia y de compañeros cercanos, que hasta en los pueblos más pequeños, que suelen ser más tradicionales, ya se va dando el caso de sepelios sin presencia de sacerdote. No voy a entrar en más datos. Cierres de conventos y escasez de vocaciones ahí están.

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25.08.22

Había una vez un ficus

En la parroquia de san Jacinto de Sevilla. Alguien lo plantó y mira por donde a ese ficus le dio por crecer y crecer y empezar a dar problemas. Parece, eso cuenta la prensa, que en una ocasión el desprendimiento de una rama causó serias lesiones a una buena mujer. También se cuenta que las raices del arbolito originaban graves problemas en la propia edificación. No será ni la primera vez ni la última que estas cosas suceden.

Desde la parroquia, con un enorme consenso y muchísimos apoyos, se llevó el problema a las instancias municipales correspondientes y el ayuntamiento, después de valoraciones y estudios, se supone, dio permiso para talar el ficus. Ya está. Un árbol, un ficus, que tampoco es el del la ciencia del bien y del mal,  que es un problema para personas y edificios, se tala y, como suele decirse, aquí paz y después gloria. 

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24.08.22

Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño

No he podido por menos de fijarme muy especialmente en estas palabras de Cristo refiriendose a san Bartolomé: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño". 

Mi impresión, la mía, y tal vez equivocada, pudiera ser, es vivir en un tiempo eclesial en el que nunca sabes ni dónde estás, ni lo que pasa, lo que hay que hacer, creer o celebrar. Tiempo en el que las cosas son como son o no, o quizás lo sean, aunque pudiera parecer que sí, pero en realidad es que quizá con la pretensión de llegar a no, sin que se note, o seguir con el sí aparentando que no nos gusta aunque pudiéramos estar encantados.

Esto es lo que es, pero desde la flexibilidad de que no lo sea, o soltando globos sonda de diferentes tamaños que escudriñan mentes y corazones, sugieren nuevos caminos aéreos y al mismo tiempo son capaces de aterrizar de urgencia si fuera preciso.

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18.08.22

Tres claves para vivir -que no sobrevivir- en tiempos de crisis

Tiempos de crisis. Sí. Por más que nos empeñemos en que todo es perfecto. 

La crisis eclesial es de libro. Basta repasar titulares para darnos cuenta del esperpento en el que estamos viviendo. No se los voy a ofrecer. Cualquiera puede darse una vueltecita por las páginas de información religiosa. Posiblemente lo más grave no sea lo que se dice y exige en algunos lugares, sino que aquí nadie pone orden, de forma que mientras no te signifiques por tu aprecio a la liturgia tradicional, todo te es posible.

El desconcierto y la hartura de muchos fieles son notorios, a la vez que se convierte en grito angustioso ese “¿y qué podemos hacer?".

Últimamente estoy repitiendo mucho en mis homilías y cada vez que tengo oportunidad, que esta situación compleja que vivimos se hace necesario afrontarla y vivirla desde tres palabras que hoy me parecen claves:

- FIDELIDAD. No es momento de tirar la toalla y refugiarse en un cómodo “esto no tiene remedio” y total “qué más da". No. Todo lo contrario. Es tiempo de renovar la fidelidad a Cristo y a la Iglesia, de proclamar el credo con todo convencimiento, de esforzarse hasta el límite en vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios y de la Iglesia, de tratar de practicar las obras de misericordia y grabar en la cabeza y el corazón el catecismo de la Iglesia católica. 

Es hora de que cada uno de nosotros viva en conformidad a su estado, se acerque a los sacramentos y mantenga una intensa vida de oración. 

- SACRALIDAD. Hace apenas unos días sacaba esta palabra a relucir en el blog. No vamos a permitir que nuestra fe católica, fe además que ha sido clave en la construcción de Europa y de Hispanoamérica, sea condenada a desaparecer o forzada a vivir en el más terrible ostracismo. Todo lo contrario.

Momento de trajes clericales, hábitos, medallas, signos religiosos. Es la hora de que reivindiquemos nuestro derecho a manifestar públicamente la fe con algo tan simple como la estampa en el lugar de trabajo, el crucifijo en el coche, bendecir los alimentos en el resturante, fomentar la participación en manifestaciones externas de fe como encuentros o procesiones, tocar las campanas. 

- MARTIRIO. Me estoy dando cuenta que cada vez hablo más de martirio en mis charlas y homilías. Tal vez el hecho de que en el altar mayor de Braojos tengamos tres mártires, san Vicente, san Lorenzo y san Esteban tenga algo que ver. Quién  sabe.

Son tiempos de martirio. Martirio moral por supuesto. Carreras truncadas por ser católico, insultos y desprecios por ir a misa, miedo a que se sepa tu filiación religiosa. Esto es martirio moral, como lo es el que te insulten o escupan por ir por la calle con clergyman o sotana. Hoy ser católico y demostrarlo es profesión de riesgo. 

Vivir hoy la fe, y que se sepa, es apostar por el martirio: el desprecio, el descrédito, las trabas en la promoción justa en tu carrera profesional, la incomprensión en el seno de la prpia familia, es aguantar las risas de prensa y televisión, convertirte en el hazmerreír de forma personal o colectiva. 

Martirio moral, y sin descartar en absoluto el físico, que ya lo vamos viendo en el mundo. Recordemos la segunda lectura de este pasado domingo: “Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado". Es decir, lo que nos espera. Bendito sea Dios.

En estos tiempos de crisis, y todavía habrá quien lo niegue, podemos optar por quitarnos de enmedio, pasar de todo, apuntarnos al cómodo relativismo o mantener un perfil bajísimo esprando mejor ocasión. Grave error.

Estos momentos exigen valientes con las ideas claras, el catecismo como fundamento de la fe, la moral y la liturgia, la fidelidad aún más radical precisamente porque los tiempos cuanto más recios más lo exigen, y saber y aceptar que nos pueden partir la cara moral e incluso físicamente. Hoy, tal y como están las cosas, no hay medias tintas. No vale tirar como sea, acomodarse a lo más sencillo y permitir encantados que sean la prensa, la agenda 2030 y el orgullo gay quienes marquen tiempos y doctrinas pensando que así conseguiremos que la prensa hable bien de nosotros y no nos molesten mucho. 

Conseguiremos el descrédito, la desaparición como Iglesia católica y lo más grave, que Alguien nos pida cuentas en el juicio final por nuestra cobardía.