Decían de don José que era un cura raro. El caso es que su parroquia marchaba como una seda: liturgia cuidada, confesiones, misas, buena formación, Cáritas, asociaciones de fieles… Definitivamente una buena parroquia cultivada por su buen cura que, entre otras cosas, estaba horas y horas pero que a la vez se las apañaba para hacerse presente en ese domicilio con problemas o visitar a un enfermo.
Rarezas muchas tenía el bueno de D. José. Algunas malas lenguas contaban que mucha parroquia y mucho apostolado pero que él personalmente ya se sabe: se decía, se rumoreaba, que si una vez vieron, que… Pues eso, que…
Conocí a D. José. Un ejemplo de vida sacerdotal y celo apostólico. Hablamos largo y tendido. Y así, a lo tonto, le pregunté una cosa: ¿es posible que un sacerdote sea realmente un buen sacerdote, un buen pastor y luego en su vida personal tenga importantes lagunas?
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