Ante todo, y sobre todo, el Evangelio y, después, la doctrina
Pues ya ven, esto que parece el summum de la perfección evangélica, la cima de la nueva evangelización y la expresión más sublime de la caridad pastoral, es el mayor fraude, la manipulación más torticera de la realidad y el retorcimiento más sinuoso de la teología que pueda darse, y todo en aras de una supuesta “actualización bondadosa e imprescindible” de la praxis pastoral. Se lo explico.
Es muy sencillo. Si el evangelio va primero, y la doctrina en segundo lugar, eso quiere decir que evangelio y doctrina son cosas diferentes, más aún, pueden ser contradictorias, y más aún, que la doctrina no siempre es evangélica.