A las barricadas
Miren que servidor, a pesar de sus kilos, su esencia serrana y su lenguaje tantas veces descarado, en el fondo es más pacífico que Socio, aunque lo disimulo lo que puedo. No soy de peleas ni broncas y estoy más en la cosa de esa no violencia que consiste en hacer lo que uno cree que debe hacer, sin soltar bofetadas, eso no, pero convencido de que hay que servir a Dios antes que a los hombres.
Sin embargo, hoy me he levantado marchoso y con ganas de armar jaleo, porque miren que me lo estoy viendo. No sé si nos tocará entrar en la batalla cuerpo a cuerpo, la clandestinidad, la catacumba o el heroísmo de Numancia. Es pecata minuta. Lo que sí veo es que vamos a acabar a leches si queremos seguir siendo, viviendo y pensando como católicos, y que además esto va a ser pronto. Los tiempos se aceleran.
En la vida hay amagos, noticias, globos sonda y calculadas filtraciones. Uno puede tomar nota o hacerse el sueco. Pero mi impresión, la mía, es que vamos al desastre total. Desastre, por cierto, que se viene fraguando desde hace cincuenta años.