Un cura... ¡con pintas!
¿Con pintas? Sí. Permítanme una explicación.
Siendo cura de pueblo aprendí que en la maldad humana también de da una escala. Uno puede estar en ese indefinido grupo de “no es buena gente”, lo cual significa que se puede tener una cierta amistad pero con cuidado. Luego viene el “sarnoso”, que además de no ser buena gente anda con el colmillo retorcido y te la puede jugar. Se pasa al “cabrito” (siempre en versión adulta) que ya encierra su buena dosis de maldad. Un escalón más para el “hijo de mala madre”, ustedes ya me entienden, que es alguien malo pero que malo y malo. Ahora bien, se puede ser algo mucho peor que todo eso, y es ser cabrito (adulto por supuesto) ¡Y CON PINTAS! Como uno tenga ya pintas es que es que es Lucifer redivivo y en tarde de cabreo. Pues bien, puestos en antecedentes, servidor se reconoce mal cura y además con pintas.