En plural: aprendemos, en plural, porque uno es miembro de la Iglesia y además sacerdote. Como tal, lo que le pasa a la Iglesia, lo bueno, lo malo, entra en la comunión de los santos y me afecta. Y ahora pasamos al asunto.
Lo que ayer ha dicho la ONU por encima de matices y reconociendo que en los últimos años, gracias especialmente al papa Benedicto XVI y ahora al papa Francisco, se ha hecho mucha limpieza, es algo que todos vemos como real. Alguna vez ya he dicho que en pederastia un solo caso ya es una barbaridad, pero también hay que decir que allá donde hay niños hay abusadores, sean sacerdotes, entrenadores deportivos, monitores o maestros, aunque en el caso de un sacerdote, a quien se supone una especial fuerza moral, la gravedad llega al límite.
Los sacerdotes somos pecadores como todo mortal. Para ir venciendo esa condición de pecadores están los sacramentos, especialmente el de la reconciliación, la oración, la penitencia personal y los auxilios de la gracia. Hasta ahí nada más que decir, y el resto es cosa entre el propio sacerdote, su confesor y Dios.
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