En la muerte de Emilio, un adulto con discapacidad intelectual
En Ajalvir, un pueblito cercano a Madrid, existe un milagro patente que se llama centro Miguel Montalvo, y que es básicamente un centro para adultos con discapacidad intelectual. Digo milagro porque todo fue posible gracias a Mari Carmen y a un grupo de familias que decidieron embarcarse en un proyecto que diera vida y esperanza a lo que yo llamo “niños grandes”. Adultos, hombres y mujeres de una vez, pero con unas mentes que decidieron mantener la inocencia de la niñez toda su vida. Aproximadamente sesenta internos a los que se añaden los que acuden al centro de día que brinda ocupación y entretenimiento.
Tuve la suerte, casualidades de la vida, de celebrar la misa de inauguración del centro y desde entonces paso por ahí de vez en cuando para estar un rato con los chicos, hablarles de Dios, rezar juntos o celebrarles la misa. Una maravilla.
Hace unos días falleció Emilio, uno de ellos, al que cariñosamente llamaban “el abuelo”, ya que fue el primero en ingresar en el centro. Me pidieron celebrar una misa por su eterno descanso en el centro. Cómo no.