La "pulicidad" (sic)
Ya lo había descubierto mi abuela hace más de medio siglo: “aquí todo es pulicidad” (sic). Si eso era antes, imaginen ahora. Lo que no está en las redes no existe. Y al revés, parece que todo lo que se haga si no está en los medios es tiempo perdido, insignificancia, nada y vacío. Más aún, llega un momento en el que uno ya no sabe si el objetivo es la caridad o si la caridad es el medio para tener “pulicidad", de forma que el auténtico objetivo sea el publicitario.
Al hilo de todo esto me surgen reflexiones:
Una de ellas, lo de la mano izquierda y la derecha, comprendiendo que a todos nos encanta nuestro minuto de gloria.
Sigo preguntándome si la caridad publicitada o la publicidad caritativa están ofreciendo al mundo la imagen real de la Iglesia o más bien una visión distorsionada de lo que es la evangelización la conversión, la santidad y el cielo.
Tengo mis dudas de si esta forma de publicitarnos como Iglesia servirá para suscitar la conversión profunda de los corazones a Cristo o si por el contrario podría ser más bien una manera de decir “haga usted lo que quiera, que lo único que vale es que ayudemos a los pobres", lo cual supondría falsear el evangelio y enseñar a los fieles o infieles a vivir con una conciencia adormecida.
Lo de presentar una Iglesia “de los pobres", “para los pobres” y comprometida con los débiles es más falso que una moneda de tres euros con veinte. Queda bien para los telediarios, colgarse medallas, recibir palmaditas en la espalda y justificar lo que sabemos tiene poca justificación.
Con Rafaela tengo hablado mucho de los pobres:
-¿Sabes, cura? Hartita estoy de ver en la tele a los famosos sean curas, monjas o lo que sea hablando de los pobres. Hartita de que los obispos o los curas den la matraca con lo de la Iglesia de los abandonados, la periferia, la frontera y los que nada tienen.
- Mujer, hay pobres. Muchos. Y con lo de Ucrania, aún más.
- Los pobres, los pobres y más pobres. ¿Sabes lo que le dije una vez a uno de esos mandamases del obispado, que no me acuerdo exactamente qué cargo tenía? Pues le dije que mucho pobre y mucho abandonado, pero que llevábamos seis meses sin cura a base de suplentes los domingos, y no todos, que hasta en eso nos habían fallado, y que como nosotros no teníamos televisión no pintábamos nada, y que si estar con los pobres era dejarnos sin misa porque somos pocos.
- ¿Y qué te dijo?
- Nada, a ver qué me iba a decir. Eso sí, todavía le solté algo más: mucho hablar de los pobres, pero sin misa nos quedamos nosotros. ¿A que no se atreven a dejar sin párroco o sin misa a la parroquia de Nuestra Señora de la Abundancia o a la de san José de los potentados? Menos “pulicidad", cura, y más estar con los pobres de verdad.
23 comentarios
La primera labor de la Iglesia es evangelizar, levantar al pecador arrepentido, apuntalar al que amenaza caída, acompañar al que no lo es pero podría serlo y robustecer con los Sacramentos a todos.
El resto es como el postre en una comida, muy rico, sí, pero después de llenar la panza con algo mucho más sustancioso.
Cristo vino a salvar al mundo.
Le rezo su Ave María
A ver..... No es pobre, pero pobre de necesidad el que muere sin los sacramentos??
Y no digo el que no los quiere, sino el que
queriendolos no hay un triste sacerdote que se los dé.
Porque que le digan que tiene covid, que ya te contaré morena, el curita que va!!!
Que tristeza más grande!!!!
Que se vaya todo el mundo a la compra sin mascarilla y yo no sé ustedes, pero en Zaragoza, todos los sacerdotes siguen celebrando con mascarilla y gel a saco....
(Bueno, hay alguno que no, pero la comunión, toditos)
Y más pobre que el que diga que no se vacuna, nadie, ese si que es un apestado total, y en breve, más todavía.
Yo no tengo sacerdote no vacunado, como me va a entender??
Dios mío, ten piedad y misericordia de nosotros.
Regnare Christum volumus.
Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum...
gruposdejesus.com/etapas/etapa-4-rasgos-de-jesus/tema-22-dichosos-los-pobres/
2. ¿Son "dichosos" los pobres cuando tienen sólo sus necesidades materiales cubiertas? ¿A qué se refiere el Señor Jesús en Lucas 6,20-26?
3. La Iglesia siempre tendrá a los pobres (Mt 26,11).
4. El Señor Jesús dice que son dichosos, esto es, el estado de la Resurrección (felicidad eterna propia de la vida de Dios), los pobres. Pero, ¿qué pobres?
5. En el Salterio abundan las bienaventuranzas, en donde se proclama dichoso al hombre que teme a Dios (Cf Sal 112,1; 128,1 2.), que medita su ley (Cf Sal 1,1; 94,12; 119,1 2), que practica siempre la justicia (Sal 106,3) y que tiene cuidado del pobre (Sal 41,2).
7. En Lucas 6 el Señor Jesús dice "bienaventurados o dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios." El Señor Jesús a los pobres de espíritu y a los pobres que no tienen el sustento para vivir de su trabajo por enfermedad u otra causa que le impida trabajar, y a sus discípulos que lo han abandonado todo, los bendice en el presente eterno. Pues, la bienaventuranza cuando no se refiere a una situación presente favorable (temporal), el Verbo de Dios le da el valor de bendición para la vida eterna. Esta diferencia entre bendición y bienaventuranza puede comprobarse en el Salmo 128 donde la bienaventuranza es por efecto de la bendición divina (Cf Sal 32,1-2; 33,12; 40,5; 84,5; 89,16; 119,1; 146,5; Is 30,18).
Pero Felipe lo que interrumpió fueron las conversaciones del "equipo". Cambió de plano de actuación, se puso en oración de intercesión presentando al chaval con sus panes y sus peces disponibles, y logró el milagro.
Y ¡bueno!, hoy es también el día de la Santa Cruz.
Ave Crux, Spes unica.
Y con estos bueyes, nunca mejor dicho, tenemos que arar... porque ni para un buen txuletón dan.
Mi querido Haddock, me lo veo pelín "Trentófilo"... ¿Qué pensará Gure Aita Santua Patxi? Se está usted arriesgando a una Intervención de la Santa Sede, que ya ni es Santa ni es Sede... y dejo a su imaginación lo que más parece ser a día de hoy.
A su vez, hay que ser consciente de que hay que hacer caridad, ayudar a los demás, y compartir con los que no tienen, porque somos católicos y eso es lo que nos manda nuestro Señor, Él, que es Amor infinito, Bondad infinita y Justicia infinita.
Amarás al Señor por encima de todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo. Hay que cumplirlo.
Dice mons. Isidro Puente que la diferencia entre la Caridad y la filantropía es que ésta última se proclama a los cuatro vientos, con fotos, videos, panfletos, autobombo, grandes proyectos con publicidad, "mirad lo que hemos hecho", etc, a menudo como proyectos de mejora de la imagen, mientras que la Caridad suele ser discreta y hasta secreta. Mejor que no lo sepa nadie, aunque obviamente hay que pedir para que los que tienen puedan dar.
Nuestro Señor Jesucristo sanó enfermos, compró la libertad de presos, alimentó hambrientos, evangelizó a los humildes, prestó atención a los pequeños... y por lo tanto debemos imitarle y obedecerle, "amarás al prójimo como a tí mismo", pero ante todo vino a SALVARNOS, a salvar las almas, mucho más que los cuerpos. Hacer una cosa sin desatender la otra, y la más importante es salvar almas (de pobres, ricos y medio pensionistas). Esta vida es un pequeño periodo de tiempo, pero la otra vida es eterna, para bien y para mal, según el estado de nuestra alma al morir.
¿De qué nos sirve una vida "digna" de clase media si perdemos nuestra alma? ¿Cuál es el propósito último de esta vida? ¿cómo están moralmente los países desarrollados en donde no hay pobres materiales?
Cuidado, porque la "teología de la liberación" infesta la Iglesia, y es una herejía modernista que mezcla marxismo y cristianismo (en realidad tan solo es marxismo puro y duro, pero con cáscara y estilo cristiano que parasita a la Iglesia destruyéndola desde dentro), y finalmente acaba con la fe porque es materialismo marxista puramente humano, y además falso. La prueba del algodón es escandinavia, con su alto nivel de vida y su desarrollo... y chapoteando en el pecado, el vacío existencial y la condenación de miles y miles de almas, y por qué no decirlo, lo mismo pasa en España y en todo el mundo occidental, antes cristiano y ahora descristianizado por la conspiración masónica liberal luciferina. En países como Venezuela ó Cuba ni tan siquiera hay desarrollo de clase media, tan sólo ateísmo y pobreza... y eso que ellos son los inventores de la Teología de la Liberación.
Salvar las almas, y al mismo tiempo cuidar de los necesitados (ya que la Caridad es primero amor a Dios, y luego como consecuencia amor al prójimo), pongamos bien el orden de las cosas. Evangelizar, avisar de los novísimos, Cumplir los Diez mandamientos, estar en Gracia de Dios, y ayudar muchísimo al prójimo, sobre todo a los más necesitados. Y teniendo en cuenta que necesitados hay muchos, y no sólo pobres materiales..
Hay casi infinitas dolencias del ser humano además del dinero ó lo material (por ejemplo alguien deprimido y además sin fe está incluso peor que el más pobre en cuanto a dinero... no seamos materialistas), por no hablar el vecino ó del compañero de trabajo... que a veces nos dá por irnos a África u Oceanía buscando "pobres" mientras estamos en guerra mortal y en total egoísmo con el ser humano cercano y próximo. Todos los Carismas son bonitos, pero nunca olvidemos que lo central es la salvación de las almas, y que el más pobre del mundo es el que no tiene fe y vive en abyecto pecado, ó el que ni siquiera está bautizado y no pertenece al Cuerpo Místico de Cristo, con el increíble privilegio (y responsabilidad) que eso significa.
Seamos católicos de toda la vida, ¡católicos tradicionales!.
Benedicto XVI nos recuerda con precisión en la bellísima encíclica Deus Caritas es:
"La caridad como tarea de la Iglesia
20. El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado. La Iglesia ha sido consciente de que esta tarea ha tenido una importancia constitutiva para ella desde sus comienzos: « Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno » (Hch 2, 44-45). Lucas nos relata esto relacionándolo con una especie de definición de la Iglesia, entre cuyos elementos constitutivos enumera la adhesión a la « enseñanza de los Apóstoles », a la « comunión » (koinonia), a la « fracción del pan » y a la « oración » (cf. Hch 2, 42). La « comunión » (koinonia), mencionada inicialmente sin especificar, se concreta después en los versículos antes citados: consiste precisamente en que los creyentes tienen todo en común y en que, entre ellos, ya no hay diferencia entre ricos y pobres (cf. también Hch 4, 32-37). A decir verdad, a medida que la Iglesia se extendía, resultaba imposible mantener esta forma radical de comunión material. Pero el núcleo central ha permanecido: en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa."
"22. Con el paso de los años y la difusión progresiva de la Iglesia, el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales, junto con la administración de los Sacramentos y el anuncio de la Palabra: practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra. Para demostrarlo, basten algunas referencias. El mártir Justino († ca. 155), en el contexto de la celebración dominical de los cristianos, describe también su actividad caritativa, unida con la Eucaristía misma. Los que poseen, según sus posibilidades y cada uno cuanto quiere, entregan sus ofrendas al Obispo; éste, con lo recibido, sustenta a los huérfanos, a las viudas y a los que se encuentran en necesidad por enfermedad u otros motivos, así como también a los presos y forasteros[12]. El gran escritor cristiano Tertuliano († después de 220), cuenta cómo la solicitud de los cristianos por los necesitados de cualquier tipo suscitaba el asombro de los paganos[13]. Y cuando Ignacio de Antioquía († ca. 117) llamaba a la Iglesia de Roma como la que « preside en la caridad (agapé) »[14], se puede pensar que con esta definición quería expresar de algún modo también la actividad caritativa concreta.'
"24. Una alusión a la figura del emperador Juliano el Apóstata († 363) puede ilustrar una vez más lo esencial que era para la Iglesia de los primeros siglos la caridad ejercida y organizada. A los seis años, Juliano asistió al asesinato de su padre, de su hermano y de otros parientes a manos de los guardias del palacio imperial; él imputó esta brutalidad —con razón o sin ella— al emperador Constancio, que se tenía por un gran cristiano. Por eso, para él la fe cristiana quedó desacreditada definitivamente. Una vez emperador, decidió restaurar el paganismo, la antigua religión romana, pero también reformarlo, de manera que fuera realmente la fuerza impulsora del imperio. En esta perspectiva, se inspiró ampliamente en el cristianismo. Estableció una jerarquía de metropolitas y sacerdotes. Los sacerdotes debían promover el amor a Dios y al prójimo. Escribía en una de sus cartas[16] que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa de la Iglesia. Así pues, un punto determinante para su nuevo paganismo fue dotar a la nueva religión de un sistema paralelo al de la caridad de la Iglesia. Los « Galileos » —así los llamaba— habían logrado con ello su popularidad. Se les debía emular y superar. De este modo, el emperador confirmaba, pues, cómo la caridad era una característica determinante de la comunidad cristiana, de la Iglesia."
25. Llegados a este punto, tomamos de nuestras reflexiones dos datos esenciales:
a) La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia[17].
b) La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero, al mismo tiempo, la caritas-agapé supera los confines de la Iglesia; la parábola del buen Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado « casualmente » (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea. No obstante, quedando a salvo la universalidad del amor, también se da la exigencia específicamente eclesial de que, precisamente en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad. En este sentido, siguen teniendo valor las palabras de la Carta a los Gálatas: « Mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe » (6, 10)."
b) El amor —caritas— siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo[20]. El Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido —cualquier ser humano— necesita: una entrañable atención personal. Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas: en ella late el dinamismo del amor suscitado por el Espíritu de Cristo. Este amor no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, un ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material. La afirmación según la cual las estructuras justas harían superfluas las obras de caridad, esconde una concepción materialista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive « sólo de pan » (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3), una concepción que humilla al hombre e ignora precisamente lo que es más específicamente humano."
"Las organizaciones caritativas de la Iglesia, sin embargo, son un opus proprium suyo, un cometido que le es congenial, en el que ella no coopera colateralmente, sino que actúa como sujeto directamente responsable, haciendo algo que corresponde a su naturaleza. La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor"
Bendiciones!
Luego detalla algo importantísimo:
El perfil específico de la actividad caritativa de la Iglesia
31. En el fondo, el aumento de organizaciones diversificadas que trabajan en favor del hombre en sus diversas necesidades, se explica por el hecho de que el imperativo del amor al prójimo ha sido grabado por el Creador en la naturaleza misma del hombre. Pero es también un efecto de la presencia del cristianismo en el mundo, que reaviva continuamente y hace eficaz este imperativo, a menudo tan empañado a lo largo de la historia. La mencionada reforma del paganismo intentada por el emperador Juliano el Apóstata, es sólo un testimonio inicial de dicha eficacia. En este sentido, la fuerza del cristianismo se extiende mucho más allá de las fronteras de la fe cristiana. Por tanto, es muy importante que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo su esplendor y no se diluya en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes. Pero, ¿cuáles son los elementos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial?
a) Según el modelo expuesto en la parábola del buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. Las organizaciones caritativas de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana, nacional, internacional), han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñan estos cometidos. Por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso que sean competentes profesionalmente: quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo más apropiado y de la manera más adecuada, asumiendo el compromiso de que se continúe después las atenciones necesarias. Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una « formación del corazón »: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6).
b) La actividad caritativa cristiana ha de ser independiente de partidos e ideologías. No es un medio para transformar el mundo de manera ideológica y no está al servicio de estrategias mundanas, sino que es la actualización aquí y ahora del amor que el hombre siempre necesita. Los tiempos modernos, sobre todo desde el siglo XIX, están dominados por una filosofía del progreso con diversas variantes, cuya forma más radical es el marxismo. Una parte de la estrategia marxista es la teoría del empobrecimiento: quien en una situación de poder injusto ayuda al hombre con iniciativas de caridad —afirma— se pone de hecho al servicio de ese sistema injusto, haciéndolo aparecer soportable, al menos hasta cierto punto. Se frena así el potencial revolucionario y, por tanto, se paraliza la insurrección hacia un mundo mejor. De aquí el rechazo y el ataque a la caridad como un sistema conservador del statu quo. En realidad, ésta es una filosofía inhumana. El hombre que vive en el presente es sacrificado al Moloc del futuro, un futuro cuya efectiva realización resulta por lo menos dudosa. La verdad es que no se puede promover la humanización del mundo renunciando, por el momento, a comportarse de manera humana. A un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido. El programa del cristiano —el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús— es un « corazón que ve ». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Obviamente, cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia como iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones similares.
c) Además, la caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos[30]. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar. Y, sabe —volviendo a las preguntas de antes— que el desprecio del amor es vilipendio de Dios y del hombre, es el intento de prescindir de Dios. En consecuencia, la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor. Las organizaciones caritativas de la Iglesia tienen el cometido de reforzar esta conciencia en sus propios miembros, de modo que a través de su actuación —así como por su hablar, su silencio, su ejemplo— sean testigos creíbles de Cristo.
Vale la pena releerla completa!
Bendiciones!
Otra frase que he meditado ante la disyuntiva entre el pobre y el rico es: No debemos ningunear o maltratar al rico, solo debemos considerar y proclamar que el rico no se salvará sino ayuda al pobre y que el pobre no se salvará sino pide humildemente la ayuda. En definitiva quién es pobre o rico. En realidad todos somos pobres y todos somos ricos. Todos somos deudores, los pobres más pobres también tendrán cerca otros pobres más pobres. Es más si analizamos el tema históricamente los pobres de este tiempo son ricos frente a los pobres de otros tiempo.
Por eso es preferible que hablemos no de pobreza, que hoy es una palabra bastardeada en su significado, sino de humildad o pobres de espíritu.
Un rico para salvarse debe ser pobre de espíritu y creer en Jesús, ayudar al necesitado.
Un pobre para salvarse debe ser pobre de espíritu y creer en Jesús, ayudar al necesitado.
Por lo menos es como lo veo y converso con el Señor.
"publicidad de publicidades, todo es publicidad",
lo compara con sinodialidad de sinodialidades todo es sinodialidad,
sínodo en que no quieras participar déjalo pasar,
no por mucho publicitar se sinodia más temprano,
en casa de publicista sínodo de madera,
el que mucho publicita poco sinodialidea.
Finalmente que "al pobre de verdad y al humilde de verdad nada quitan ni agregan publicidad ni sinodialidad".
Por mi parte consultado un anciano sacerdote me dijo que lo peor de todo es interponerse entre el pobre y Dios, complicarle al pobre el camino hacia Dios, coincide con la engañosa publicidad del pobrismo.
Hay Vicarías rezando para que cambien al Vicario, que se derrite cuando le invitan a celebrar en un acto multitudinario y tiene a sus curas diocesanos hasta donde se llevaba la tonsura.
Yo cada vez que veo al de mi Vicaría, solo me acuerdo que ningún sistema de selectividad es perfecto y el Paráclito sabrá lo que hace... a mí me toca rezar y confiar en el Sagrado Corazón de Jesús y en el de María, y poco más que hoy ha fallecido un familiar de infarto fulminante y solo queda celebrar que está en el Paraíso.
Menos mal que las contemplativas nunca nos dejarán sin curas.
QDLB
Claro está, que creo que usted no se refiere a La Iglesia en su conjunto, como Cuerpo místico del que todos formamos parte....porque centrándose en esta visión de Iglesia como Cuerpo.....pues qué Grande es el cuerpo!!! Qué de frutos!!! Qué operante!! Qué poderoso!!! Testimonios a cataratas( un ejemplo, teclee " Asalto al Cielo" con el p. Cárdenas) o teclee a Beatriz Ozores con sus cursos sobre el Apocalipsis o sin ir muy lejos Infocatólica......Cataratas de frutos y poder del Espíritu Santo!!! Todo una Maravilla!!!
Dejar un comentario