Masones. Nada de hermanos, como mucho primos y muy lejanos
Hermano, hermano, si nos remontamos al mismísimo origen, soy hermano de aquel negrito del África tropical, de la viuda incinerada a la fuerza en la India, de Gandhi y de Lenin, de Buda y Mahoma, Lutero y Calvino, santa María Goretti y Mata Hari, incluso soy hermano de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol, y del sol.
Así da gusto ser hermano de quien haga falta. Lo mismo me da el último paramecio, la estrella más lejana, la bacteria de mi postrera infección, el dictador de Corea del Norte, el más pequeño de los chinitos, el mayor de los batusis, la trufa más codiciada o la peor de las amanitas. Todos somos creaturas de Dios y desde ese punto de vista, de alguna manera hermanos como lo somos del hermano sol, el hermano lobo, la hermana agua y la hermana muerte, amén.