Hacer caso al papa...
A los demás, ya, ni les cuento.
Tiene guasa la cosa. Nos hemos pasado más de treinta años soportando la sonrisita de conmiseración de los listos de turno cada vez que uno osaba citar las palabras de san Juan Pablo II o Benedicto XVI, y no palabras cualesquiera, sino encíclicas, grandes documentos, especiales discursos o bien homilías en momentos muy excepcionales. Bastaba que hicieras algo así, tan por lo visto fuera de lugar como citar una encíclica, para que el listillo de turno te sonriera para soltar a continuación que es necesario saber distinguir entre magisterio ordinario y extraordinario. No sabían otra cosa, pero esta la tenían, parece ser, muy bien aprendida.