Antes muertas que de hinojos
No acabo de explicarme la aversión que en los colectivos eclesiales más progresistas produce el gesto de arrodillarse en la liturgia. Me dicen que en alguna ocasión un discípulo del siempre admirado Higinio Fernández (hay quien sostiene que el propio Higinio en persona) explicó en un retiro ofrecido a las reverendas gundisalvas, y al que acudieron también los padres misericordinos, que eso de arrodillarse era propio de esclavos, y que como los bautizados somos hijos, pues que se arrodillen los otros.
Tal entusiasmo suscitó el sensacional hallazgo, que a la primera sorpresa siguieron las lágrimas de emoción, a las lágrimas el arrobamiento espiritual y al arrobamiento un aplauso atronador mientras se coreaba entre palmas el nombre de Higinio, sensacional descubridor de horizontes jamás intuidos.