¿Dónde cenará mi párroco esta noche?
Ya les digo que no es mi caso, pero en este día de la nochebuena me van a permitir que les pregunte por sus curas.
Muchos de mis lectores me cuentan cosas de sus curas y no voy a quitarles la razón. Ya sé, qué me van a contar a mí, que tenemos rarezas, manías, que somos mandones, autosuficientes cuando nos interesa. Ustedes, nuestros fieles, que tantas veces tienen que aguantarnos ese mal día, lo reconozco y lo asumo, nos piden, nos exigen, nos miran con microscopio escudriñando lo que hacemos, lo que decimos, tratando de adivinar hasta las más ocultas intenciones. Acepto, cómo no, que ni soy el párroco perfecto ni ustedes han tenido suerte con los curas que el Señor ha colocado en sus respetivas parroquias y comunidades. Qué se le va a hacer.
Hoy es nochebuena. A la hora que escribo, la mañana de este día, casi que me voy a permitir afirmar que en todos los hogares se están ultimando los detalles para esta noche. Posiblemente desde hace días se han ido concretando las compras de regalos y las felicitaciones de navidad han salido en el correo. Ayer y hoy seguro que están siendo días de felicitaciones y recuerdos a través del WhatsApp y el correo electrónico. Hoy mismo los teléfonos están echando humo. La cena, organizada desde hace tiempo. Hace, qué digo días, semanas que sabemos dónde vamos a cenar y con quién.
Y ahora, me van a permitir una reflexión. Llevan días con todo en marcha. Perfecto. ¿Se han acordado de su párroco?
Seguro que una de esas cartas que hace días depositaron en el correo era para él, agradeciéndole su ministerio y deseando que tenga una feliz Navidad. Quizá no fue así. Pero estoy seguro de que al menos no le va a faltar un WhatsApp o un correo con algo más que una foto sacada de cualquier sitio. ¿Tampoco? Ya sé, eso quiere decir que le van a hacer una llamadita a lo largo del día. Ah, que no lo habían pensado… No pasa nada, son días de mucho jaleo. Ya caigo. Que en realidad lo que pasa es que lo van a sorprender con un detalle. Claro, cómo no se me habría ocurrido antes…
Por cierto, ¿saben dónde va a cenar su párroco? ¿Le han ofrecido su casa?
No es mi caso. Esta noche voy a cenar con una familia y mañana, Navidad, tengo comida con unos buenos amigos.
Nochebuena. Dios nace. Cuántos sacerdotes van a cenar solos. Aún están a tiempo de impedirlo.
32 comentarios
Que lo pase bien con sus amigos, supongo se llevará a Socio y le tocará algún pinchito de cordero y choricejo que caigan sobre la alfombra y si no, ya se los buscará él, que los perros son muy apañaos para estos menesteres.
¡Feliz Navidad!
Por cierto, Padre, me gustaría conocer su opinión acerca de esas Misas del Gallo (y Vigilias Pascuales) a las 6 o a las 7 de la tarde. ¿No cree que se ha perdido el sentido de la medianoche en favor del de la "comodonidad"?
Feliz y Santa Navidad y pase usted una entrañable noche. Le dedico el antiguo villancico "No la debemos dormir".
Somos católicos, ¿no? Y aún nos queda algo de fe. Entonces eso es lo importante. Más allá de acudir a misa, da igual las demás celebraciones. Por infinidad de razones, hay mucha gente que las pasará sola, sin compañía o con ella (lo cual es peor); no sólo los curas párrocos, aunque a éstos hay que agradecerles especialmente su labor.
Nosotros estaremos solos (cada vez lo estamos más), pero me consuelo de que vivimos la Navidad como la vivió el Señor: en soledad y en medio de un entorno hostil. Bien es verdad que no nos alojamos en una cuadra. Vivir la soledad con fe, aunque no suprime cierta tristeza, nos hace vivir una alegría más real o auténtica.
"Nuestro" párroco no es el que nos correspondería por domicilio, pero como es al que acudimos para escuchar misa, confesarnos y comulgar, se podría decir que es el "nuestro". Con todo, no sabemos dónde reside, ni siquiera dónde se halla el centro parroquial. Y mucho menos aún tenemos su número de teléfono o su "guasap". Y aunque exista poco trato, y lo desconozcamos todo sobre su vida y milagros, le queremos y, creo, tampoco le caemos mal del todo. Así que, volviendo al comienzo de mi comentario: ¿qué más da cómo pasemos las Navidades? El Señor va a nacer entre nosotros, sean cuales sean nuestras circunstancias: ¿qué mayor felicidad cabe?
¡Feliz Navidad!
Le deseo una muy feliz Navidad!
Feliz Navidad.
El Obispo Munilla, que entendió que yo era soltera-como él, me dijo- aludió a esa Casa de Betania que cada cristiano debía tener. Yo soy muy rica, mucho, tengo mi familia y una casa en Betania. Desearía lo mismo para todos los sacerdotes y aquellas personas que estén solas en Navidad. Ningún cristiano está solo, verdaderamente solo, porque el calor que desprende ese Niño que viene nos envuelve a todos. Deseo fervientemente que todo el mundo sea tan feliz como yo esta Navidad (y ya son muchas) verdaderamente el Señor ha hecho en mi maravillas. ¡Gloria a la Sagrada Familia! ¡Gloria a Dios en las Alturas!
Hay muchos voluntarios en las parroquias para visitar, acompañar, atender a quienes así lo piden. Si cualquiera sienta a su mesa un pobre que lo necesite y quiera, por supuesto sienta a un sacerdote, vecino, etc.
Nosotros en la parroquia celebramos una cena cuando llegan las vacaciones de Navidad y les hacemos regalos al párroco y presbíteros, que suelen tener su familia y amigos con quien pasar los días de asueto. Igual con el profesor de gimnasia de mantenimiento, o con los de la asociación cultural, etc. Ya desapareció la costumbre de los aguinaldos que se daban a todos alrededor, pero se sigue felicitando a todos la Navidad.
Lo de poner la misa por la tarde será buena idea pero “desluce” la cena de Navidad que terminaba yendo todos a la misa del gallo.
Hay también sacerdotes jubilados (¿a qué edades!), sacerdotes enfermos.
De todos ellos, que han entregado su vida, día a día, por el rebaño que se les encomendó, ¿Quién se acuerda?
A todos ellos, un recuerdo en un día como hoy, pero también el propósito de que este recuerdo se convierta en algo más, una obra concreta de ayuda organizada y seria.
Es muy raro que se de el caso de un sacerdote que cene solo. La mayorìa suelen tener hermanos, primos y demàs familia.
Los que cenaran solos seràn muchos abuelos y personas mayores de la parroquia.
Esta tarde fui a felicitarle la Navidad, entiendo que en las ciudades será todo más frio
Gracias P. Jorge
Usted ya ha dicho que está invitado.
Conozco desde que éramos niñas a una señora que vive en mi mismo edificio. Las dos estamos separadas y con hijos, pero por circunstancias las dos hemos pasado esta noche solas. Hemos escogido pasar esta noche solas. Tenemos hermanos que nos han ofrecido pasar la Nochebuena en sus respectivas casas pero por lo que sé, ella se ha negado en días anteriores y hoy ante la misma propuesta de mis hermanos, me he negado yo. Ha sido la primera vez en mi vida que paso la Nochebuena sola, y sin embargo me he sorprendido de la paz que he sentido, a pesar de no estar pasando por buenos momentos.
En una sociedad en que la familia está bastante desintegrada y en la que el egoísmo es una de las taras más importantes que actualmente tiene el ser humano, el problema de la soledad en general, se está convirtiendo en una epidemia que me temo va a ir a más en este siglo.
¡Feliz Navidad Padre. Dios le bendiga!
Que pase una Feliz Navidad!
Saludos cordiales.
Querido P. Jorge:
¡Bendito sea Dios que nos da sacerdotes, y bendito sea siempre, independientemente, claro está, de que los sacerdotes seamos mujeriegos, alcohólicos, drogadictos o santos!
Estoy casi seguro, querido Padre, que esta misma exclamación la tiene usted “grabada a fuego” en su corazón, o al menos eso se entrevé claramente, creo yo, en este último artículo suyo.
En una parroquia en la que tuve la dicha de colaborar como “presbítero de apoyo”, una feligresa me hacía sin cesar una exclamación muy similar a esa.
Por mi parte, aceptaba y acepto del todo el parecer de esta feligresa, ya que, si no me equivoco, el sacerdocio y la maternidad son las dos empresas más poderosas y fecundas de esta tierra, aunque no coticen en la Bolsa y aunque estén literalmente despreciadas y perseguidas (¡o poco menos!) por la mayoría de los gobiernos del mundo.
Añadiría además que los sacerdotes y las madres son esta maravilla independientemente de lo que ellos y ellas valgan subjetivamente como personas.
Es decir, son empresas tan temibles, poderosas y maravillosas porque están dirigidas y apoyadas (¡personal e inigualablemente!) por el Dios vivo y santo, quien lo hace todo muy bien, además de hacerlo con el fin expreso de mantener (en lo posible) el buen gobierno dentro de la Iglesia y dentro del mundo.
Así pues, querido D. Jorge, es claro que estoy muy de acuerdo con el título de su artículo y con su contenido, pero, a mi parecer, su artículo necesita bastantes añadidos y correcciones.
Por ejemplo, las correcciones que le hace David, en su excelente comentario, o las “correcciones y añadidos” muy buenos que le hacen Doiraje, Palas Atenea, Martinna, Miguel Hinojosa, Anónimo y Néstor.
Tras leer su artículo, me he acordado del P. Segundo Llorente, el admirable jesuita leonés, misionero infatigable en las temibles tierras de Alaska.
Según recuerdo, cuenta el P. Llorente que una noche de Navidad, después de volver a su casita, congelado de frío y sin fuerzas tras recorrer kilómetros y kilómetros para socorrer a sus gentes, no tuvo otra cena (¡porque no tenía más provisiones!) que unas cuantas zanahorias.
Así pues, el P. Llorente cenó las zanahorias y después, en busca de la más admirable e incomparable compañía, fue a la habitación de al lado, donde tenía su capilla y al Santísimo. Así pasó él aquella noche de Navidad.
Gracias por todo, querido P. Jorge.
Un fuerte abrazo a usted y un agradecimiento inmenso a sus comentaristas.
José Mari, franciscano
Espero que El Señor le haya regalado grandes gracias y una muy feliz Navidad.
Le rezo su Avemaría.
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El "hoy" litúrgico que durante la octava navideña proclama la Iglesia como prolongación de la Noche que fue nuestro día, es una gran excusa para rectificar nuestros olvidos respecto a nuestros párrocos.
Ave María, gratia plena...
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