Tres razones por las que hago el gesto del lavabo en la misa
El lavabo es uno de esos ritos casi perdido en la práctica en la celebración de la eucaristía. Nadie lo abolió. Pero una mal tenida costumbre hizo que despareciera de nuestros templos salvo en ocasiones solemnes, como podía ser la visita del obispo, o en caso de sacerdotes carcas y legalistas. O al menos así se tachaba a los que decidieron conservar el rito.
Durante muchos años, fiel a la moda, y además lejos de mí en mis primeros años de sacerdote de ser tachado de cura conservador, ni me lo planteé. Nadie lo hacía, salvo los cavernarios y ya saben lo que fueron los setenta y ochenta: antes muerto que carca.
Hace años que he retomado el rito del lavabo en la misa. Y lo hago por tres razones:
La primera, por obediencia y humildad, que ya saben que a humilde nadie gana a un servidor. Demasiadas veces hemos despreciado un rito, una palabra, un gesto, al grito de “eso es una bobada”, lo cual supone un argumento teológico imbatible. Pero llega un día en que tienes que admitir que a lo mejor los que revisaron los libros litúrgicos y marcaron las rúbricas, sabían algo más que tú. Que no vas a ser tú más listo, más profundo, más evangélico y más iluminado que los liturgistas, las comisiones, los que lo aprobaron y lo promulgaron, entre otros el santo padre. Y que si no comprendes el sentido del rito, es problema tuyo, de falta de estudio y profundización en la liturgia de la Iglesia.
Entiende uno, o debe entender, que cuando la madre Iglesia pide que hagamos algo no lo hace por puro afán de tomarnos el pelo, por jugar con los fieles o en malévola intención de apartarnos del auténtico evangelio para que seamos ritualistas insensibles o incluso avinagrados cual pepinillo de taberna popular. Sus razones de peso tendrá. Así que toca obedecer. Punto.
La segunda razón es porque creo que mis fieles, mis feligreses, esa porción del pueblo de Dios que me ha encomendado mi obispo, son adultos y no son de mi propiedad, por tanto, yo no soy quien para retocar la liturgia, el dogma, la moral en lo que me parezca oportuno, sin más criterio que mi real voluntad, cuando además quizá me queje constantemente de la opresión del obispo. Para opresor y dictador, yo.
Los feligreses tienen todo el derecho del mundo a una celebración de la eucaristía celebrada como manda el misal, y a decirme, con el concilio en la mano, constitución Sacrosanctun Concilium sobre la liturgia, número 22: “Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia”. Y con razón. Por tanto, a la obediencia, añado el respeto a los fieles, que tienen, además de sus obligaciones, unos derechos que yo, como sacerdote, bajo ningún concepto les puedo negar.
La tercera razón es mucho más pedestre. Y es que habida cuenta de que uno tiene sus fallos en cosas de más entidad, al menos vamos a ser fieles en esto del lavabo, que tampoco cuesta tanto.
Pues esto que digo del lavabo lo podíamos decir de tantas cosas de la vida de la Iglesia, de la vida de la fe. Para todos, que seamos capaces de aceptar las cosas por obediencia, porque así nos lo pide la Iglesia, desterrando de una vez esa sospecha permanente según la cual lo que viene de la Iglesia ha de ser cogido por pinzas porque posiblemente se nos da para hacernos daño y apartarnos de la santidad. Hace falta claridad de ideas y alta autoestima para saber uno más que teólogos, obispos y hasta el santo padre.
Y especialmente para los sacerdotes, que tenemos que respetar más a los fieles, que no son nuestros, que son de Cristo, y tienen derecho a que les animemos a vivir el camino de la santidad según enseña la Iglesia, y no según las peculiaridades, ocurrencias y personales “sabidurías” de su cura de turno.
29 comentarios
Ave María, grátia plena, Dóminus tecum...
Hay no pocos que piensan que la Ley del ayuno y la abstinencia, tal como está redactada actualmente, es un anacronismo, y añaden además que poca penitencia es pegarse una solemne mariscada un viernes de Cuaresma, aunque se cumpla la normativa.
Lo que, a mi entender, la Iglesia busca, es que 'achantemos la muy' y cumplamos lo mandado, aunque entendamos que hay más penitencia en otro tipo de privaciones: se trata de obedecer, aunque nos moleste.
Espero que mi comentario le sea útil a alguien.
La observancia a la Sagrada Liturgia complace mucho al Señor, pues es Él quien inspira las cosas bien ordenadas, sin hacer lío, y así no se ofende al Señor.
Y además ayuda en la fe para sí mismo y para los demás, porque el Señor está ahí en medio. La fe nos transforma toda nuestra vida.
José Luis (OFS)
Lo que si he visto en la zona norte del país, mas tropical y húmeda, es que a veces no se use la casulla y simplemente se recurra a la estola para celebrar misa.
En la cena pascual tambien se dan la paz.
Me ha tocado vivir en varios sitios y por lo tanto he tenido que "sufrir" varios párrocos. Y digo bien lo de sufrir. Como personas les tengo mucho aprecio, y me sigo manteniendo en contacto frecuente con alguno. Lo que no quita que como párrocos han sido un dolor para mi. En alguna ocasión, más de uno ha hecho que se me saltaran las lágrimas en misa, por lo que hacían o decían; y no de alegría precisamente.
Lo de los abusos litúrgicos me supera.
Yo conozco a dos sacerdotes que la usan habitualmente.
Yo he decidido rezarla por mi cuenta. Saludos de J.L.M.
Cada segundo, cada momento de la Sagrada Liturgia bien celebrada, es una ocasión felizmente no creada por humano alguno, en donde Dios se presenta a su manera elegante, sobria y para el que pueda entenderlo, con un significado infinito.
El Espíritu Santo podría alegar más o menos: ¡Caramba!, Yo pensaba que cuando extiendes tus manos en epíclesis sobre las ofrendas, pidiendo que Yo mismo "santifique" "estos dones que hemos separado para ti", algún derecho debo tener sobre el Rito.
Y a lo mejor entiendo y sé del rito mucho más que tú.
Y hasta puede que tenga una belleza simbólica, que esas manos que extiendes sobre el pan que será Pan, y el vino que será Vino, hayan sigo significadas previamente con el gesto de limpieza que trae en ese momento el agua, recordando sí, la limpieza corporal, por supuesto, pero también la limpieza bautismal, y el paso del mar Rojo judaico con que vamos a entrar en la Pascua que supone la Consagración Eucarística que realiza, que hace real y egregiamente presente en la tierra lo que ocurre en el Cielo: que Cristo está presentando al Padre su Crucifixión y llagas por vuestros pecados de ahora, de hoy: los tuyos.
... Si esto es para que te cayeran lágrimas de gozo esperanzador y agradecido... ¿y escamoteas un poco de agua para tus dedos y secártelos con un paño litúrgico, cuando tus lágrimas debían derramarse a raudales?
... Si esto es para que te invada la realidad más Real y Egregia de la Liturgia del Cielo asumiendo tu liturgia en el altar...
... Si Cristo, Sacerdote Eterno, se va a hacer presente como Víctima Eternal en tu temporalidad, para que sobre el Altar Eterno de su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, la temporalidad de vuestro ser sea elevada un instante por tus manos sacerdotales a la Eternidad Trinitaria, ¿vas a escatimar el gesto simbólico y pedagógico de tu limpieza de manos?. ¡Anda ya, hombre, no seas cutre!.
Y me perdone San Espíritu Santo por atreverme a una metáfora poniendo palabras mías como si fueran suyas.
No hace mucho, coincidiendo con una carta que envié a un sacerdote progre en sus celebraciones, coincidió que estaba yo leyendo el libro de los Jueces, que apenas si trata del Culto. Y así les iba a los israelitas: los pueblos gentiles vecinos los oprimían, suplicaban a Dios que les enviaba un o una juez o jueza que los liberaba, y una vez liberados, del culto nada de nada.
Así hasta casi al final del libro en que se narran detalles de que si Gedeón se hizo un efod y que si otra con el dinero robado por su hijo levantó un oratorio, y que si a uno de la tribu de Leví que pasaba por allí le dijeron algo así como: "Te contrato como sacerdote del oratorio que me he hecho".
La última frase del libro de los Jueces es para que vayáis a consultarla porque yo la recuerdo de esta forma: "cada cual hacía lo que le daba la gana".
Pues bien, en el siguiente libro, el de Samuel, en el que la gente seguía haciendo lo que le daba la gana, lo que ocurre en los primeros capítulos es que los judíos, el pueblo que sacó el Señor de Egipto para hacerse un pueblo litúrgico -no sólo litúrgico, pero sí principalmente litúrgico, como dijo Moisés al Faraón a las primeras de cambio- pues ese pueblo que abandonó la liturgia encomendada, perdió el Arca de la Alianza que durante cuarenta años habían llevado a hombros por el desierto. ¿Será que la perdió por hacer lo que le daba la gana?
El nuevo pueblo litúrgico de Dios, la Santa Iglesia, debiéramos aprender de la historia de nuestros hermanos mayores: Cuando ellos se apartaban de Dios, les caían encima todos los vecinos paganos, como a nosotros.
Afortunadamente Dios permanecía y permanece amorosamente Fiel a la Alianza ... y pide tan poca cosa para darnos tanto y tanto...
Cuando oigo misa en una iglesia distinta de la habitual, enseguida catalogo al señor cura por cómo la celebra, por cómo consagra y con qué recogimiento reza.
Algunos, pobrecitos míos, parece que están cocinando una paella ante las cámaras de tv!
Dios te Salve María llena eres de gracia el Señor es contigo bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa Maria , madre De Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte,
Amén
Mucha razón tiene el autor en las tres causas que enuncia, pero me parece que no venía más la explicación, como catequesis litúrgica. Recuerdo lo que dice la SC 14: la liturgia debe ser plena, consciente y activa. Comencemos por explicar, con una buena catequesis litúrgica, los ritos. Así hago en mi parroquia.
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