Lo que se aprende a 80 km. de Madrid: la pastoral del sirimiri
Madrid ni se ve. Lo más que contemplo desde casa, desde mis pueblos, es la carretera nacional I, la carretera de Burgos, o de Francia, que siguen diciendo en algunos sitios, trepando hacia la sierra de la Cabrera para luego dejarse caer hasta la gran urbe. Madrid pilla muy lejos. En kilómetros, en distancia, en mentalidad, en urgencias. Llevo sin pisar la madrileña Puerta del Sol y sus aledaños más de seis meses. No lo echo en falta. En absoluto.
La vida parroquial, las urgencias, las preocupaciones, son, naturalmente, otras.
Me van a permitir que acuda a mis propias parábolas de campo, fáciles porque es donde vivo, naturales porque soy hijo del campo y estas cosas surgen con toda familiaridad.
Pensar en pastoral y vida parroquial y eclesial en Madrid me hace hoy evocar esos días de tormenta y aguacero que a veces también nos llegan. Hoy, a seis meses vista de mi presencia en Braojos, Gascones y la Serna, pienso en Madrid y lo que se me viene a la cabeza es una sensación de vorágine que me supera. Es una pastoral de la reunión, el encuentro, el plan, la comisión, subcomisión, consejo, asociación.
Una pastoral, además, lucida, que no se si lúcida. Da gusto presentar el book, como los artistas, y colocar en él bautizos, comuniones, confirmaciones, grupos, asociaciones. Todos agradecemos ver los templos llenos y encontrarnos en las misas gente incluso de pie. Es mi experiencia. La Beata Mogas congregaba cientos y cientos de fieles. Vale. ¿Un veinte, un treinta por ciento de los habitantes? ¿Y el resto? Muchísimos lo más que sabían de la parroquia era que estaba ahí. Yo tenía mi propio book, en el que además de la asistencia a misas, y práctica sacramental, podía mostrar la adoración perpetua y el economato, por ejemplo. Pero en ese book faltaba el ¿setenta, ochenta? por ciento de los fieles, a los que jamás vimos en el templo.
La pastoral del pueblo es de agua mansa, serrano, castellano sirimiri que cala sin que nos demos cuenta. Creo que conoceré por sus nombres ya a la mitad por lo menos de mis fieles, he saludado a muchísimos y nos hemos encontrado en diversas ocasiones. Fiestas, entierros, celebraciones populares. ¿Quién no ha pasado alguna vez por la iglesia de su pueblo? Nos suena raro lo de pasar el día de reunión en reunión y las mismas celebraciones diocesanas nos pillan un tanto a trasmano.
De locos nos parece Madrid. Los consejos parroquiales, de arciprestazgo, las comisiones y los proyectos, los planes, objetivos y proyectos nos quedan lejos. Tormentas. Aquí vivimos de otra cosa. Misas para cuatro o cinco, si acaso. Santísimo expuesto con el privilegio de que a veces es solo para uno mismo. Solidaridad de los que, a falta de medios económicos, echan una mano en las cosas de la iglesia.
La pastoral del pueblo es mansa, suave, es tocar las campanas, celebrar a San Isidro, saludarse por las calles sin prisa, pasar la Virgencita por las casas, bendecir los campos. Es tener el templo abierto, poner unas flores, sentarse en el banco con una Rafaela cualquiera, tomar un vino en el bar y después invitar tú a otro. Es dar un abrazo cuando llega la muerte, acompañar a la familia y ponerte a disposición. Es invitar a un pasito más para el encuentro con Cristo.
Es dejar que las cosas de la fe se vayan haciendo consustanciales a la vida, de forma que, incluso los alejados, no entiendan su vida sin la presencia de las cosas de la fe. Suavemente, mansamente, con una sonrisa, tirando del hilito de la religiosidad, aprovechando también los de la tradición y la cultura. Lluvia mansa.
Serrano sirimiri en forma de sentarte en el banco con Joaquina, saludar al señor Manolo, celebrar la misa en el aniversario de la abuela, exponer al Santísimo, pasear por el pueblo, estar, sobre todo estar y ser uno más del pueblo, pero siendo alguien especial: el señor cura que cuida, mansamente, sirimiri, de que las cosas de Dios vayan calando.
D. Jorge, ¿y los planes de pastoral, las reuniones, los encuentros, las convocatorias…? Eso para ustedes que están en Madrid y les pilla cerca. A nosotros nos cae a trasmano. Por los kilómetros simplemente, no crean que es otra cosa.
17 comentarios
Le rezo su Avemaría.
Cuanto me gustaría que de cuando en cuando algunos sacerdotes de parroquias urbanitas dejasen sus comisiones y encuentros y reuniones, y sencillamente se pasearan por el parque donde comen pipas todos los chavales, o por el supermercado local, donde seguro encontrará a alguna de las abuelitas de misa diaria.
Bueno, ya paro. Me parece que me estoy poniendo un poco ñoño.
Ave María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres...
Su experiencia quedará para la posteridad, si aún queda tiempo para ello, como las "Crónicas de un cura de pueblo". Qué poder tiene la oración estimado Pater, cuánto bien le está haciendo el Señor... Siervo fiel y bueno.
Le cuento algo: Hoy me ha emocionado un señor que pasaba por mis lares y me saludo, nos detuvimos a charlar, y entre las cosas que me contaba sus ojos se humedecieron, y los míos casi también, mientras me confesaba que él ya no estaba para perder el tiempo (en esas cosas capitalinas de las que usted habla), que ya había hecho todo lo que tenia que hacer y que el último tiempo que le quedase quería entregárselo totalmente a Dios, pues él no sabía cómo agradecerle al Señor tanto bien recibido de sus manos, que lo único que sentía era la necesidad de dedicarle su vida en oración constante en un lugar apartado; que estaba mirando la compra de una pequeña casa en un pueblo alejado, donde retirarse para estar a solas con Dios, teniendo la puerta de su casa abierta al que quisiera rezar y hablar con Dios. Me emocionó en el alma porque en estos tiempos tan difíciles, de líquidas emociones y vacuos sentimientos, encontrarte con alguna persona sinceramente loco por Dios, es un regalo que te compensa todos las lágrimas y soledades del alma. Dios es tan bueno que no nos deja solos en nuestro dolor, y, para que veamos que Él no nos deja solos, que está al tanto, que tiene un resto que Él cuida, nos va presentando personas, hermanos que vivimos en el mismo sentir. Solo Dios, estimado Pater, solo Dios.
Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum...
Le he rezado el Avemaría y pondré una vela a nuestra Geperudeta cuando vaya a verla.
¡Qué bonito! Esa palabra es de origen vasco (zirimiri) y además de una situación climatológica, me parece una metáfora de las pequeñas inclemencias constantes que sufrimos en nuestra vida como también de la delicadeza y la paciencia de la Gracia que nos va calando poco a poco.
Y lo siento, señores nacionalistas, pero el apellido más habitual de España (García) también es de origen vasco, que se extendió durante la reconquista al bajar los del norte para ocupar tierras que fueron de moros (léase a Sánchez- Albornoz)
Sí abertzales de pacotilla, analfabetos de baratillo: Cada García castellano es primo lejano vuestro.
Quede con Dios y que Él le bendiga.
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