Braojos 1946. Las desventuras de D. Domingo
Estamos en proceso de ordenación y catalogación del extraordinario archivo parroquial de Braojos, y, entre otras cosas, ha aparecido un curioso cuadernillo, fechado en 1946, y en el que bajo el título de “Diario costumbrero de la parroquia de San Vicente Mártir de Braojos de la Sierra”, el párroco de entonces realiza una descripción de usos y costumbres religiosas e incluso algunas civiles, de su pueblo.
Cualquier tiempo pasado nunca tuvo por qué ser mejor. Cada hora tiene su afán y las cosas tampoco eran para D. Domingo todo lo fáciles que él hubiera deseado. Apenas 30 páginas manuscritas pero que tienen enjundia para narrar y no acabar.
Me van a permitir algunas curiosidades, que no todo va a ser pasarnos el día atónitos entre las cruces de Alemania, la penúltima ocurrencia del último obispo, las cosas de la Caram o las bondades, según algunos, de la vida religiosa actual.
Me voy a limitar a tres cosas.
Ay las misas, ay la devoción de antes, ay qué fervor en la iglesia. Pues esto escribe el bueno de D. Domingo:
Santo Rosario: a diario, excepto el mes de agosto en que solo se tiene los domingos. Lo saben dirigir algunos niños, aunque son bastante reacios para esto.
Santa Misa: ordinariamente a las nueve, aunque no asiste nadie, ni aún monaguillos.
La seriedad del pueblo en los cultos:
Jueves Santo. Por la tarde, lavatorio y sermón del mandato. Hay que tener cuidado con la gente, pues se suelen divertir en esconder el calzado de los “apóstoles” durante el acto.
Se suprimió por completo la “pastorela”, no por la danza en sí, sino por el público, más atento a las incidencias de los danzantes que a la Santa Misa; a parte de la falta de respeto al Santísimo Reservado.
Pero lo que más me ha cautivado es el capítulo dedicado a la música sacra, y eso que tenían un repertorio, lo describe el sacerdote canto a canto, de unas cien canciones. Mucho le debió costar conseguirlo habida cuenta las pocas condiciones para el canto de estas buenas gentes. Así lo describe el párroco:
“Las condiciones de este pueblo para cantar son en general desastrosas, tienen un oído completamente salvaje, y solo casi son capaces de aprender cánticos fáciles y de mucho ritmo, a poder ser; y los que aprenden los cantan desafinados, y con las variaciones que se les ocurren, más o menos serranas…”
No nos lamentemos por lo que fue, que en todas épocas ha habido sus cosas buenas y malas. Me he sonreído muchas veces leyendo las notas de mi antecesor. Algunas curiosas, por ejemplo, la descripción de los ritos de entierros, funerales, bautizos y bodas según las clases de primera, segunda o tercera. Interesante. Pero no me digan que no tiene su gracia lo escrito. Por cierto, lo de la música se lo leí el otro día las señoras hoy encargadas del canto y me decían: “pues anda que si nos escuchara hoy… peor todavía”. Para nada. Cantan buenas cosas y con mucha dignidad, y no he notado esas variaciones serranas, quizá porque al ser uno mismo serrano, me pasen más desapercibidas.
Ahora en serio. El cuadernillo de D. Domingo me ha dado ideas…
17 comentarios
Muy curiosas las historias que dejó escritas el buen D. Domingo, creo que los curas de antes eran más exigentes. En cuanto a la música, hay que tener en cuenta que en plena postguerra, aquellos pueblos estarían muy aislados, como mucho llegaría la radio, ahora sus feligreses incluso irán a Madrid a disfrutar de alguna ópera o concierto si les apetece o incluso a la mismísima Viena.
Yo creo que D. Domingo debía ser de la misma opinión.-
Ave María, llena eres de gracia...
Algo de eso hay, pero sobre todo es un cambio de chip por parte del cura. Mi modesta experiencia me ha demostrado que el párroco debe trasladar el despacho parroquial al bar del pueblo (entiéndase bien lo que quiero decir). Hay que tomar muchos cafés con la gente, patearse mucho campo, empaparse bien de agricultura para hablar con ellos de las cosechas, del tiempo y del ganado, y, si se pone la cosa propicia, visitarlos en su casa. A mí me han demostrado que suelen ser gente un poco celosa de su intimidad al principio, pero si se les entra bien, se abren sin dificultad. Además son gente generosa y acogedora, que te ofrece todo lo que tiene. Eso sí, como entres con mal pie, más vale que pienses en cambiar de aires.
Por otra parte, que sean gente sencilla no quiere decir que sus vidas sean simples. Antes bien, a veces son muy complicadas y duras. Pondré un ejemplo. Visitando en una ocasión una casa, me encontré que estaba sólo el marido. Empecé a interesarme por el trabajo, luego le pregunté por la familia y ahí llegó mi sorpresa. Me habló de su hija, ya casada, pero en un determinado momento se sinceró y me contó que, en realidad, no era su hija. Por lo visto, sucedió que a principios de los años 50 un buen día, estando en sus labores en el campo, llegó un vecino de aquellos pagos. Tras los saludos de rigor, el visitante le espetó: "Fulano, mi mujer ha parido una niña, yo no puedo mantenerla; si la quieres, te la doy, si no, la voy a tirar a la acequia". Mi anfitrión se conmovió y le dijo que se la diera, sin más papeles ni más nada. El buen hombre la crió y la vió crecer en su casa. Pasados los años y ya mujer, se casó. Mi convecino fue a ver al padre biológico de la chica y le dijo: "Mengano, tu hija se casa este domingo. Te lo digo por si quieres verla". Y, efectivamente, se acercó a la iglesia del pueblo y se quedó discretamente en la parte de atrás, pero pudo asistir, entre lágrimas, a la boda de aquella niña a la que había decidido tirar a la acequia. La hija nunca supo nada de esta historia. Salí de aquella casa conmocionado, pero dando gracias a Dios por haber tocado el corazón de aquel hombre. Sé que aquella niña tiene ya algún nieto... Lo que pudo ser una historia de muerte se convirtió en una historia de vida.
He conocido historias muy duras y truculentas, sufrimientos muy grandes. No pensemos que la vida sana de las sierras los ahorra. Ni mucho menos. Pero hay que pedirle al Señor mucha humildad y mucho discernimiento para ganarse a esta gente.
Salve Madre.
Permítame agradecerle a D. Lorenzo Valla su relato, a veces la realidad del día a día nos impide comprender tantas situaciones. Ahora que nos quieren meter con calzador la eutanasia (siempre siguen el mismo esquema, pues ya pasó lo mismo con el divorcio y el aborto) estas pequeñas historias de la vida nos muestran lo que hay en el corazón de los hombres, incluso de aquellos que se muestran malvados en algún momento.
Ya nos contará esas ideas que le ha inspirado su antecesor.
Curas que tras el seminario fueron "euntes docete omnes gentem" y se encontraron con Ramón el charcutero o con Feliciano el fontanero con sus serias reservas sobre lo que decía el señor cura.Que a ellos con su querida no tenían que explicarles nada.Ellos sabían que Dios les entendía.
Labor de zapa de ningún modo agradecida y menos comprendida.
Qué grandes son los fieles curas de pueblo.
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