Cambiar de parroquia. Cada cuánto.
Sale la cosa de cuando en cuando entre curas y laicos, y no es para nada sencilla la solución. Lo cierto es que los curas cambiamos de parroquia y no está de más plantearse si podría haber un tiempo más o menos razonable tras el cual el sacerdote deje su parroquia anterior y marche a un nuevo destino pastoral. Evidentemente quien decide cambios, nombramientos, ceses, remociones y traslados es el obispo. Yo me limito a decir cómo lo veo.
Para empezar, diré que siempre fui enemigo de nombrar párrocos y vicarios parroquiales, especialmente párrocos, por un tiempo determinado. En Madrid hubo una temporada en la que los nombramientos se hacían invariablemente por ocho años. Afortunadamente se cambió esta tónica.
Hay sacerdotes que permanecen en una parroquia años y años con un espíritu, una sensatez, un celo sacerdotal y una ilusión del todo envidiables. Curas he conocido en parroquias durante veinte, treinta, cuarenta o más años sin que decayeran en ningún momento en su celo por las almas. Curas que supieron conectar con su gente, ser queridos y respetados. Benditos ellos y que sigan lo que sea menester.
También los hay que, al poco tiempo de llegar a la parroquia, a veces bastan un par de años o incluso menos, es conveniente que la dejen por las razones más diversas: desencuentros, problemas sobrevenidos, choque con una realidad que ha superado sus posibilidades. Lo que sea. Por eso digo que no es fácil poner un tiempo. Si la cosa va bien, se sigue, y si no va tan bien, puerta y a otra cosa.
Dicho esto, y salvando todo lo salvable, como norma general, no soy partidario de eternizarse el sacerdote en la parroquia. Cambiar de parroquia supone para el cura una nueva ilusión, un nievo reto, un recomenzar su ministerio, tener que buscar, organizar, ver, poner en marcha. De nuevo la fragilidad, de nuevo empezar. Nos viene bien, porque cuando llevas años te vas reduciendo a sota, caballo y rey, a lo de siempre, hasta terminas tirando del mismo archivo de Word en cada fiesta. La novedad es siempre creativa, ilusionante, fecunda. Nos viene bien.
También es un acierto pensando en la comunidad parroquial. Cada uno de los sacerdotes tenemos nuestras formas, nuestras luces y sombras, matices, caprichos, detalles y acentos derivados si quieren hasta de la propia espiritualidad. Don Mariano está sensibilizado y volcado especialmente en Cáritas. Don Jesús sobre todo insiste en la adoración eucarística. Don Paco es de parroquia asamblearia y don José de estatuto y derecho canónico. Don Paco pone todo el acento en la liturgia mientras que don Teodosio es experto en excursiones y encuentros. Además, a los más amigos y partidarios del actual cura párroco los viene bien conocer a otros curas, y los que están hartitos del actual, también tienen derecho a que se lo cambien.
Bendita parroquia por la que pasan, en temporadas diferentes, curas distintos. Y al revés. No hay forma de construir nada si cambian al párroco cada dos por tres.
Cambio. Sin duda, e insisto que, de forma general, que las excepciones existen y son buenas y necesarias. ¿Cada cuánto tiempo? Cura y obispo tendrán que valorar en cada caso. Yo creo que entre diez y quince años es un periodo razonable. Mi historia personal es de seis años como vicario parroquial en Santa María de la Esperanza, nueve como párroco de Santa Ángela de la Cruz, nueve de párroco en Guadalix de la Sierra y Navalafuente, y doce que llevo en la Beata María Ana Mogas. Encantado, por cierto, feliz en la parroquia, pero entendiendo que un día tendré que cambiar, si el obispo lo ve conveniente. Yo creo que lo sería.
20 comentarios
¿Que pasaría con la capilla de adoración perpetua?
¿Que pasaría con la Hermandad?
¿Que ocurriría incluso con el economato?
Por supuesto que puede ser positivo el rotar de los sacerdotes
Pero los fieles también tienen derecho a ser atendidos debidamente sin inferencia de las manijas del cura de turno
Mismamente en mi antigua parroquia con unas procesiones de semana santa de envidiar bastó un cura para cargarselas
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Jorge:
Pues mal interpretado. Si yo quisiera cambiar de parroquia se lo diría a mi obispo o vicario. El que me conoce sabe que yo soy directo. No me ando con medias palabras.
Estoy de acuerdo que depende del sacerdote, pero pasados unos años es bueno cambiarlos para evitar, como humanos que son, manías, desavenencias, desencuentros...
Yo viví por un tiempo en un barrio de Madrid con dos parroquias que distan menos de 500 metros y una de las cuales parece católica y la otra NO lo parece. Podría darle nombres.
Posteriormente cuando viví en Londres y en Barcelona entendí que lo mejor es ir a una iglesia en la que haya Liturgia Tradicional, aunque no sea parroquia. Siempre es lo más seguro para los laicos, y lo mejor y más recomendable si son padres de familia y si no quieren enfangarse con movimientos ni que sus familias sean enfangadas.
Su labor en la Beata Ana Mogas es encomiable, pero yo creo que en parte es así por el entorno. Mírese las diez parroquias que están alrededor de la suya a ver si alguna deja algo que desear.
Es muy fuerte lo que voy a decir pero yo a esos curas del noroeste de Madrid los mandaría al sureste, aunque sólo fuese para compensar.
Un abrazo y tómese mi comentario con humor por favor, es que me hizo gracia de verdad y no me pude contener.
Cada cambio, comporta un sufrimiento inicial, siempre es un descubrirse mutuamente, la comunidad y el párroco. Pero todo eso es sano.
Un cura de 50 o 60 años que vive hace diez o quince años en su parroquia, que ya está acostumbrado a una rutina, a una forma de hacer las cosas, y aun grupo de personas que a veces hasta son casi una familia... y que entonces te manden a otro lado. Creo que a una cierta edad el cambio puede ser muy perjudicial. Lo digo por la experiencia reciente de un amigo cura, que lo sufrió mucho.
De todas formas, creo que habría que decir algunas cosas que creo importantes:
1-Aunque cada sacerdote tiene su estilo, preferencias, carácter, etc; no deberían de darse rupturas radicales en la parroquia: y para eso hay dos cosas importantes: que se de una comunicación franca, sincera y colaborativa entre curas salientes y entrantes (fraternidad sacerdotal); y que en la Diócesis haya un proyecto pastoral parejo (aunque no idéntico y uniforme) para todas las parroquias sin que se den diferencias abismales entre unas y otras que asusten y creen confusión.
O dicho de otra forma: remar todos en la misma dirección, al menos en lo esencial.
2-La labor sacerdotal por supuesto que es importante, su servicio, su ministerio.
Pero una parroquia no puede depender solo del cura de turno que esté al frente. La comunidad, la estructura creada, aunque haya que revisarla periódicamente es importante. Cuidado con los personalismos, los protagonismos, que a veces crean afecciones desordenadas y banderías de grupos (Yo soy de Apolo, yo de Pablo,,,,etc), cuando una persona no está hay que seguir, nadie se debe de considerar indispensable; Y esto tambien para las funciones de los seglares. Los cambios adecuados son buenos para no eternizarnos en cargos y roles. Y que venga gente nueva con ideas nuevas.
Luego está el hecho de los que están muy a gusto con el párroco, que siempre estarán por mantenerlo. A algunos les gustará mucho el cura viajero y guasón; a otros, el místico y hombre de oración; a otros, el cura obrero y libertario; a otros, el cura guitarrero y juvenil, a otros, el liturgista inaccesible, etc, etc. En fin, también debería contar la opinión del propio párroco: si está a gusto o no.
En general, creo que no tiene sentido tener a un cura en un mismo cargo durante veinte, treinta, cuarenta años. Un buen criterio para mí es cuando el párroco se ha "instalado", es decir, cuando siente que la parroquia es suya y maniobra y manipula en este sentido. En ese momento es cuando debe marcharse, o hacerlo marchar, pues éstos no se van ni con aceite hirviendo.
El artículo parece escrito por un futbolista que quiere que le mejoren el contrato en su club.
En mi parroquia tenemos al párroco en tiempo de descuento por la edad, y aunque tenemos muchos curas que nos ayudan, no veo aún al sustituto.
¿Qué le parece que le hagamos una oferta atractiva los laicos para que se venga con nosotros que estamos casi a tiro de piedra de su parroquia?
Creo que no depende ni de Ud ni de los parroquianos.
Así que Dios le de salud a nuestro párroco hasta que encuentren al sucesor.
In Domino.
NB: Con tanto cura joven preparado para el capelo episcopal no pueden perder el tiempo como párrocos, pero se equivocan pues manda el Paráclito.
Claro que respecto a los obispos tengo una opinión parecida: deberían morirse en su diócesis, como antaño. La política postconciliar de presentación de renuncia por edad considero que es nefasta, en muchas diócesis duran muy poco para arreglar nada (que presupone conocerla), favorece las intrigas en la sucesión y no es raro que el emérito, sobre todo si es hereje, se quede manipulando en la sombra, como en Barcelona. Mucho me sospecho que se hizo en el postconcilio para quitarse de encima obispos carcas resistentes a las «sorpresas del espíritu».
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