Rouco: a moro muerto, gran lanzada
Para empezar me voy a llevar otra bronca de amigos de buena voluntad y capacidad acomodaticia que siempre me dicen que lo que toca ahora es hacer la pelota a D. Carlos Osoro y pasar página de D. Antonio, que ya es pasado. No soy de hacer la pelota, D. Carlos sabe, en la parroquia se lo dije personalmente, que aquí me tiene para lo que sea menester y a mandar que para eso estamos. Pero no voy a negar mi aprecio a D. Antonio y me duelen cosas que estoy escuchando y leyendo sobre él.
Me temo que he vivido mis últimos veinte años sacerdotales en otra galaxia, porque estoy leyendo y oyendo unas cosas de la diócesis de Madrid que me dejan perplejo por momentos. Sensación de que el paso por Madrid del cardenal Rouco haya sido algo así como una mezcla del tsunami del 2004 en Tailandia, el terremoto de Japón de 2011 y las plagas de Egipto.
Lejos de mí canonizar a nadie, porque no es mi competencia y porque el cardenal Rouco está vivo y parece que gozando de una excelente salud. Más aún, lejos de mí canonizarle porque todos tenemos errores y aciertos y en algunas cosas no he estado de acuerdo con él y se lo he dicho a la cara. Por cierto, no mordía.
Pero una cosa es que tenga sus sombras, como todos, que la visión de su paso por Madrid que tenemos cada uno difiera como es natural en algunas cosas, y otra convertirle poco menos que en el anti Cristo y la destrucción de la diócesis.
Ni originales. Para empezar, que si se ha cargado el concilio Vaticano II. Me gustaría saber exactamente en qué, porque lo del espíritu del concilio hace mucho que me deja frío. Que si hemos ido para atrás: cosa que tampoco llego a comprender qué sea exactamente y que sea ir hacia atrás o ir hacia delante. Interesante eso de que las iglesias en Madrid se han vaciado. Interesante porque no es verdad y sobre todo porque justo las más llenas son las más “rouquianas”, mientras que las más anti languidecen desde hace mucho. Ayer, San Carlos Borromeo, funeral “multi religioso” y anunciado en Religión Digital: cien personas.
Que si la Universidad Eclesiástica San Dámaso es un desastre tal que es un clamor el de los curas madrileños pidiendo una transformación de la misma. Tan desastre que a ella envían sacerdotes de medio mundo a formarse. El seminario por lo visto fatal, aunque este sábado vayan a ser ordenados catorce nuevos presbíteros.
Dicen que si Rouco mandaba. Pues afortunadamente, porque una de las funciones del obispo es regir su diócesis y hacerlo conforme a derecho, no a capricho de su episcopalidad o de los profetas de turno.
Lo curioso de todo esto es que ha sido como una revelación súbita en los últimos meses, porque hasta entonces las cosas parecía que iban bien. Yo mismo he formado parte del consejo presbiteral de la diócesis en dos legislaturas y jamás escuché en cualquiera de las sesiones eso de que el cardenal se estuviera cargando el concilio Vaticano II o que hubiera que transformar radicalmente San Dámaso. Pero ya se sabe que la iluminación puede ser súbita y colectiva.