Monte Tabor: qué bien se está aquí
Día especialmente intenso que comenzamos subiendo al monte Tabor. Qué bien se está aquí. Es lo primero que han pronunciado todos los peregrinos. No es extraño que quisieran quedarse allí y más cuando veían la pasión tan cerca. Pero ya se sabe que la pasión es camino de resurrección.
Nazaret. Acudimos lo primero de todo a la cripta de la anunciación. El verbo se hizo carne AQUÍ. Y ese aquí se convierte en un nudo en el corazón que se desata en lágrimas. Contemplando la casa de María en Nazaret creo que llorábamos todos. La misa, en la casa de San José. Cuánto tenemos que aprender de la humildad y el silencio oscuro de José. Les he dicho en la misa que la gran tarea que Dios ha puesto en sus manos es la de vivir en la oscuridad viviendo y anunciando el evangelio empezando por sus propias familias.
Caná huele a boda y a sacramento. Los matrimonios presentes han renovado sus promesas matrimoniales en un ambiente cargado de emociones. Alguna peregrina, viuda, lloraba y lloraba. Y es que el matrimonio es más que unos años, es sentirse juntos aunque uno de los dos haya partido.
Hemos renovado el bautismo en el Jordán, pero no en uno de los sitios habilitados para tal fin, sino en una de las orillas entre piedras en plena naturaleza. Renuncio, creo… y tomar agua, mojarte, volverte a mojar, llenar botellas que llevar a Madrid.
Hemos acabado el día navegando durante cerca de una hora por el lago de Tiberiades. Durante la travesía hemos leído los pasajes de la llamada los discípulos y el de la tempestad calmada. Después qué distinto suena cantar eso de “Tú has venidos la orilla” y sentirte interpelado por el Señor que te dice que necesita tus manos y decirle que sí como aquellos primeros discípulos. Tiempo ha habido también para cantar, bailar, reír, hacer la conga y sentirnos en fiesta porque eso de ser cristiano es algo grande.
Estamos felices. El grupo disfrutando mucho y viviendo estos días con una alegría muy especial. Yo me siento feliz.
Mañana dormiremos en Jerusalén. Impresiona.
5 comentarios
Me alegro mucho de que su viaje esté resultando tan precioso y que el estar en Tierra Santa les esté resultando de tanto beneficio espiritual.
Que el Señor los siga bendiciendo.
Recuerdo una conversación contigo en lo alto del Monte Tabor, en la que, además del 'qué bien se está aquí', que era cierto, me estuviste contando -sin revelar ni el número ni quiénes- que estaba habiendo conversiones entre los asistentes a la peregrinación, y que, aprovechando trayectos en el autobús u otras circunstancias, se estaba confesando bastante gente.
Mis mejores deseos de que la peregrinación de este año produzca también frutos de conversión y de confesión.
Un abrazo.
Que continúen con esas preciosas experiencias y no dejen de seguir contándonoslas para que también podamos participar de su alegría.
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