La pobre Rafaela (con una nota previa)
La nota previa es poque me están llegando correos de amigos que me preguntan cómo adquirir el libro “De profesión cura”. Pueden ponerse en contacto con la editorial. Además la editorial me informa de que “Si hay cualquier problema con el pago o para que enviemos un ejemplar firmado por D. Jorge, basta enviarnos un mensaje a la editorial”. El correo de la editorial es [email protected].
Y ahora con el asunto de la señora Rafaela.
Rafaela lleva una temporadita solo regular. No en lo físico, que tiene una mala salud de roble, tampoco en lo económico, porque con la pensión que les ha quedado, y en el pueblo, vive con su marido sin pasar estrecheces. Cuando dice que está solo a medias eso quiere decir que hay cosas que no le convencen y que se está hartando.
Su cura lleva una temporada que le ha dado por hablar de la crisis y de los pobres, y toque el evangelio que toque acabamos ahí de forma impepinable. Es el chiste del cura y la confesión: San José era carpintero y haría confesionarios, así que hablemos de la confesión que viene a ser lo mismo.
El último domingo otra vez con lo mismo con una exhibición de adjetivos que dejó asombrada a la parroquia: pobres, marginados, despreciados, sin voz ni voto, olvidados, ninguneados, sin más respuesta que la risa y el desprecio, ni pinchan ni cortan, no se piensa en ellos, los que mandan imponiendo todo. Y al lado los ricos, orgullosos, altivos, sabelotodo, que no se dignan escuchar otras voces, preocupados solo por ellos mismos.
Así que Rafaela acabó la misa y pidió hablar con su cura. Oiga usted, don Ramón, que tengo que decirle que hoy no me queda más remedio que darle la razón. Efectivamente en este mundo nuestro los que mandan tiranizan y a los pobres no los escucha nadie.
Don Ramón –porque ella se niega a llamarle “Moncho”- puso cara rara. ¿Qué esta mujer me da la razón? No me fío… Anda que no se la conoce…
Mire, don Ramón, en esta parroquia yo entiendo perfectamente lo de los pobres y los ricos. Me basta pensar en la última semana. Ya ve, casi recién empezado el mes de mayo. Unas cuantas mujeres le sugerimos rezar el rosario y hacer las flores. Se sonrió, ¿recuerda? para decirnos que hay que estar al día. Ni caso. Hoy, a pesar de que no nos falta de nada, ha celebrado sin casulla porque ha querido, se comió una lectura de la misa, y en lugar de una predicación normal nos ha leído una carta de esos de las hipotecas. Sabe que tenemos un par de cálices medio buenos que compramos entre todos los vecinos, pues nada, se niega a usarlos y todos los días la misa con uno de barro.
Hace unas semanas, en una reunión que tuvimos, se lo dijimos unas cuantas. Pues ni caso. Una sonrisita, que no sabemos, que el párroco es usted y que esto son lentejas. ¿Y a mí esto que me suena a respuesta de rico? Y mientras aquí los demás, ni pinchamos ni cortamos, y encima nos toca aguantar sus ocurrencias por encima de normas y costumbres.
Piense que a lo mejor los pobres de verdad somos los feligreses, que no tenemos opinión, voz ni voto, ni posibilidad de protesta porque quien manda, manda y ya nos ha dicho alguna vez que esto son lentejas.
Oiga, don Ramón, imagine que un pobre siente vulnerados sus derechos, que nadie le hace caso, que se siente despreciado… ¿a quién debería acudir, al defensor del pueblo, por ejemplo? Por ejemplo, respondió el buen cura. Pues es lo que voy a hacer, acudir al defensor del pueblo y decirle que nadie me hace caso. ¿Tiene a mano el teléfono del obispado? Pero mujer, qué va a contar… Pues exactamente lo que hace aquí. Total, si lo hace todo tan perfectamente, le darán un premio, ¿no? Pues entonces contento, hombre de Dios, debe estar muy contento…
13 comentarios
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Jorge:
Desgraciadamente lo es.
Creo que tanto mal hace Don Ramón por no hablar del Evangelio, como Doña Rafaela por mezclar los pobres con las señoras del Rosario.
Cuando uno tiene esos problemas de comunicación, el sarcasmo no es muy efectivo pues se corre el riesgo que un despistado como yo se quede en la Luna. Más valdrìa, creo yo, haberle dicho: "Don Ramón, ya que hablamos de ninguneados, ¿cuándo nos deja rezar el Rosario?" y vamos dejando a los pobres en paz, que ya suficientes problemas tienen.
un cordial saludo
Desde que Dios se hizo hombre lo humano y lo divino están íntimamente ligados. Ya no son dos aspectos separados (el "culto" y lo "social") sino son lo mismo. Jesús predicaba dando de comer y al comer predicaba.
Don Ramón se olvida de eso al hablar sólo de hipotecas y doña Rafaela se olvida de eso al hablar sólo de flores, rosarios y cálices. Ambos cometen el mismo error. Dios no es ajeno al dolor del pueblo, y el pueblo no es ajeno a la gloria de Dios.
Cuando nos damos cuenta que "el Reino de Dios está entre nosotros" (Lc 17,21), que no está "allá" ni "acá" (misma referencia), la discusión entre los sociales y los cultos se vuelve intrascendente. Tan errada está la falta de Evangelio de don Ramón, como la falta de sensibilidad social de doña Rafaela. No hay un "punto medio": aceptamos que Dios se hizo hombre y en cada hombre vemos a Cristo, o no somos cristianos.
Don Ramón deberá morderse la lengua, comprender a la señora y ceder...Usted mencionó hace poco a las "madres superioras" en las parroquias que deciden a su antojo; he aquí un claro ejemplo.
Consiste en ir detrás de la gente que escribe como si se les hubiera subido un gato en el teclado. Seguirlos con cuadernos ortográficos a ver si de esta manera se les entiende al escribir. Una vez resuelto este tema, ya podríamos pasar al tipo de escraches que dice usted.
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