Benedicto XVI: el papa que se vino arriba
Hay personas que con el tiempo se vienen abajo. Se les confió una grave responsabilidad y fracasaron todas las expectativas. Quien parecía serio, responsable, trabajador, eficaz fue dando paso a alguien dubitativo, perezoso, inútil. Se vino abajo. Todos tenemos ejemplos.
Otros es todo lo contrario. Comienzan en un a “ver qué pasa” y resulta que se van superando a sí mismos hasta llegar al final de su tarea en medio de una especie de apoteosis final.
He de decir que no fui un especial entusiasta de la elección del cardenal Ratzinger como Benedicto XVI. Por supuesto nada que objetar a su valía intelectual, a su extraordinaria cabeza y a un conocimiento de los entresijos vaticanos indiscutible. Pero tuve mis dudas de que fuera el hombre ideal para ser el sucesor de Juan Pablo II. Quizá por la edad, quizá porque estábamos muy acostumbrados a un estilo que no encajara en la discreción del nuevo papa. Muchos no aceptaron su elección, y la quisieron torpedear manipulando incluso lo inimaginable. Se llegó a contar incluso el chiste de que los católicos pidieron a Dios un pastor, pero no un pastor alemán.
Desde su elección Benedicto XVI ha sido un papa que se ha venido arriba. Con serenidad y a la vez con firmeza. Con una visión clara del presente y el futuro de la Iglesia. Ha sido un hombre que en estos ocho años nos ha regalado sobre todo mucha estabilidad.
Estabilidad en lo doctrinal, para comenzar. Ha conseguido que se dejen de sacar experimentos teológicos con más de vedetismo que de hondura y ha sido muy claro en la defensa de lo que es la auténtica doctrina católica poniendo de relieve el cometido del magisterio. Cuidadoso en la liturgia, ha facilitado a los fieles unas celebraciones cada vez más dignas, y ha abierto la puerta a la posibilidad cada vez más real de poder celebrar la misa tradicional, en un gesto que habla de libertad y de mano tendida a hermanos que no quisieron estrecharla. Allá ellos.
No ha tenido reparo en coger por los cuernos el tema de la pederastia y los abusos en la Iglesia, empezando por la condena sin paliativos al todopoderoso Marcial Maciel, y siguiendo por exigencias de dimisiones, entrega al poder civil y petición pública de perdón.
El intelectual, el hombre en la sombra, el de papeles y despacho, ha sorprendido cómo ha sido capaz de conectar con los fieles y de modo peculiar con los jóvenes. La imagen de Benedicto XVI en Cuatro Vientos, en la JMJ de Madrid, aguantando la lluvia con la juventud, y en adoración con ellos, es una imagen para la historia de un papado.
Sus libros sobre Jesús de Nazaret son a la vez profundos y sencillos. Las encíclicas, esclarecedoras. Sus escritos y homilías no tienen palabra de desperdicio. El intelectual supo hablar como pastor y hacerse comprender por los fieles.
Benedicto XVI acaba su pontificado a lo grande. Sin complejos ni miedos históricos. En este mundo donde el poder embriaga y seduce, ha sabido primar el servicio al Reino de Dios y reconocer que en este momento histórico tan especial no tiene fuerzas para responder a lo que Cristo, la Iglesia y el mundo reclaman y que es mejor renunciar. Un gesto grande de persona extraordinaria que pone de esta manera un broche de oro a su ministerio.
Se vino arriba. En la dificultad, en los problemas, en los momentos en que la humanidad clamaba contra la Iglesia. No ha desfallecido ni ha perdido la confianza en Dios. Y al final, cuando ve que no puede responder con sus pobres fuerzas a la llamada de Dios, humildemente se va a un convento de clausura.
Grandeza de un hombre dedicado al servicio de Dios. Grandeza de su último gesto. Grandeza de un papa grande.
12 comentarios
Demos gracias a Dios por los Papas que nos viene dando, tan distintos como las partes del cuerpo y tan necesarios como cada una de esas partes. Gloria a Dios y viva la Iglesia.
Se me ocurre que no estaría mal hacer un libro recopilatorio con todo lo que se está escribiendo sobre Benedicto XVI a raíz de la noticia de ayer. Hay tanto y tan bueno escrito, que es una pena que no se conserve.
Seguimo rezando por él y por su sucesor que también le tocará sufrir mucho.
Es cierto que del demonio, no veía bien que fuese Papa, porque le estaba echando sus planes por tierra, y por eso, como hijos e hijas de la Iglesia Católica, no podemos disgustarnos por las decisiones del Espíritu Santo, que tanto bien quiere para la humanidad por medio de la Iglesia Católica.
Cualquiera que no sea capaz de comprender el Evangelio de Cristo, y por tanto, incapaz de meditarlo, se imaginarán que el Papa ha fracasado. No fracasó San Juan Bautista, tampoco Jesucristo ni San Esteban, etc. Tampoco fracasa el Santo Padre, porque seguirá en la tarea de permanecer con la Iglesia Santa de Dios.
Benedicto XVI; « Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.» (Vaticano, 10 de febrero 2013)
Y no puede fracasar porque es uno en Cristo Jesús para gloria de Dios Padre, y para bien de toda la Iglesia Católica. Queremos al Papa, pero no nos gusta que se agote hasta que no pueda más, sino que por medio de su retiro, siempre estará con nosotros. Yo no le digo un adios, sino hasta pronto, porque esperamos que todos lleguemos a la Vida eterna.
Y aún con el nuevo Papa, que debemos orar mucho e intensamente por él, para que siempre sea uno en Cristo Jesús, como lo ha sido el beato Juan Pablo II, como lo es Josepj Ratzinger. Y le tenemos cuando meditamos sus enseñanzas, como Papa o como obispo y cardenal.
Nadie puede fracasar si vive con verdadera fidelidad el Evangelio de Cristo y el amor a la Iglesia Católica, no, no hay fracaso de ninguna manera.
Además, yo me alegro de haber oído que está a la altura de los doctores de la Iglesia, también un místico, el mejor teólogo filósofo. El gran Papa Benedicto XVI, y bienaventurado.
Pero a nada que se piensa en ello, se ve que la tristeza no es tal, sino emoción ante el valerosísimo paso dado por este gran Papa, que ha llevado su vocación de servicio a la Iglesia con la humanamente difícil humildad que posibilita ese echarse a un lado cuando se ve que el servicio al que has sido llamado no eres tú quien tiene fuerzas para ponerlo en práctica.
Y la inseguridad se desvanece al pensar en cómo el Espíritu es quien realmente lleva el timón.
Así pues, toca admirarse por la inmensa lección que acaba de darnos el Papa, que bien podrían aprender tantos que desean el poder y se aferran vergonzosamente a él.
Recemos para que el Espíritu ilumine la elección de otro Papa tan grande y santo como los que le han precedido.
Un saludo.
Me siento mal con su marcha, porque para mí ha sido un gran sabio y un gran Papa, que Dios le bendiga por el bien que ha hecho
El hecho es que ayer, supuestamente para "celebrar" la renuncia del Papa y en una rotunda demostración de bajeza (absolutamente coherente con su ideología, tan radicalmente opuesta a la Vida que tanto defiende la Iglesia), un grupo de feministas ha profanado la catedral de Notre Dame desnudándose de cintura para arriba, haciendo sonar unas campanas y coreando las habituales soflamas con que suelen vejar impunemente al catolicismo y a los católicos. Fueron finalmente detenidas acusadas de profanación, asalto y agresión, aunque dudo que la cosa llegue a mayores.
Algo menos grave pero igual de impresentable han sido las diversas chanzas y chascarrillos que sobre la renuncia han proferido el presidente francés y alguno de sus ministros, nuevamente dejando claro lo que son.
Iba a adjuntar algún enlace a la noticia, pero me abstengo por contener imágenes de la profanación enormemente hirientes. Quien quiera, que lo busque, que es fácil de encontrar.
Por su parte, en España, los titiriteros de guardia no cejan en su empeño de vejar al Papa a cada ocasión que tienen. Me refiero concretamente al minúsculo y ridículo Wyoming, conocido microbio patógeno televisivo y digno representante de la progresía local.
El caso es que desde que anunció su renuncia el Papa, sólo he pasado haciendo zapping en dos únicas ocasiones por su tóxico programa, y resulta revelador que en ambas ocasiones se esforzaba por vulnerar el artículo 525 del Código Penal, que tipifica como delito penal las vejaciones contra los sentimientos religiosos.
Sólo agregar que es verdaderamente meritorio vomitar tanto y tan concentrado en los escasos segundos que caracterizan al zapping, revelando con ese breve botón de muestra el nivel de degradación patógena que ha llegado a alcanzar el programa completo, con tan inimaginable densidad de "humor", de "opinión" y de "libertad de expresión" (que es como llaman a las vejaciones cuando las perpetran ellos).
Todo sea dicho, que tengan semejante vómito no es que me extrañe: sólo puede vomitarse aquello de lo que uno está repleto, como bien demuestran.
La conclusión es evidente: las ideologías criminales sólo pueden generar los consabidos sujetos delincuentes. No es que asistamos a nada nuevo.
PD: Nótese que la consigna con la que estos delincuentes justifican sus agresiones es que reclaman "respeto" y "tolerancia", en los que encima tienen la desfachatez de declararse ejemplares. Eso demuestra que es una opción equivocada el ceder ante ellos, porque sólo se van a envalentonar y a seguir escalando en nivel de ignominia, a ver si recuperan los niveles de sus ídolos, esos que han motivado tantas beatificaciones de mártires del siglo pasado.
PD: Y otra cosa: visto el rechazo visceral y la agresión que promueven el Mundo, el Demonio y la Carne contra el Papa, queda claro que Benedicto XVI, así como la Iglesia Católica que aún dirige, son plenamente de Dios. Lo digo por si a alguien aún le quedaba alguna duda.
Un saludo.
1.- Por lo visto, el ministro del Interior francés ha considerado que los hechos eran una "provocación innecesaria" y ha mostrado su apoyo "a todos los católicos que se han sentido ofendidos".
No, señor ministro: una "provocación" es un acto que no es agresivo en sí mismo. Lo sucedido en Notre Dame es un delito mayúsculo, de modo que considerarlo mera "provocación" equivale a llamar "provocador" al que acaba de violar a una mujer.
Y no, señor ministro: lo de que los católicos nos hayamos podido sentir ofendidos es lo de menos, ya que la ofensa apuntaba infinitamente más arriba, y el ofendido es alguien infinitamente superior a nosotros. El sentimiento de ofensa de los católicos es, comparado con la ofensa real, algo tan pequeño e insignificante como lo es el estampido del disparo cuando se lo compara con el asesinato que se ha perpetrado mediante ese disparo.
Naturalmente, tratándose de católicos, no cabe esperar ni que lancemos una "yihad" ni que dictemos ninguna "fatwa" contra las agresoras y sus cabecillas. ¿Será por eso que se atreven?
2.- A veces a uno se le hace muy cuesta arriba abrazar ese "perdónalos porque no saben lo que hacen". Hay que hacerlo, lo sé, pero cuesta mucho, mucho.
Un saludo.
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