¿Cuál es el peso corporal ideal de un obispo? Esto dice el concilio
Con la cosa de la FERE y don Jesús evidentemente que se han caldeado los ánimos eclesiales. Curiosamente bastante (huy, perdón por la palabra) a favor de D. Jesús incluso en algún portal de bastante (vaya, otra vez) difusión.
Mucha gente aplaude no a don Jesús, sino al hecho de que un obispo ponga las cosas en su sitio. Un obispo y lo que venga, que me temo que vendrá. Hay consideraciones sobre cómo llevar a buen término el siempre difícil equilibrio entre libertad y autoridad, para ver cómo se consigue el arte de pastorear sin ser autoritario mientras se deja una libertad que no sea pasarse. Cada obispo lo entiende a su manera y cosa suya es.
Pero me ha resultado divertido encontrar por esos mundos digitales como reproche a don Jesús la referencia a sus kilillos de más. Porque hay ver lo que se nos ha dicho por activa, pasiva, perifrástica y redundante que juzgar a una persona por el aspecto externo –por ejemplo por hábito o clergyman- es pura superficialidad. Ahora bien, por los kilos parece que es procedimiento justo, equitativo y equilibrado.
Sobre este asunto de si estás más o menos gordo voy a recordar algo que decía el marqués de Santo Floro a este respecto. Y es que nunca se debe hablar del peso de los demás, porque no sabemos si están gordos o delgados por una enfermedad, por medicación, o simplemente si quieren adelgazar o engordar y no pueden y lo están llevando mal. Claro que el señor marqués era un señor.
Dicho esto, no me consta en la Biblia un elogio de la gordura o la delgadez, ni siquiera en los Vedas o el Ramayana, pero se me ha podido pasar. Tampoco he conseguido leer nada en San Pablo, los santos padres, los documentos del concilio o el derecho canónico sobre el peso ideal de un obispo. Parece que hemos tenido excelentes santos pasados de peso –qué me dicen de Santo Tomás de Aquino-, e incluso el gran referente de la progresía actual, el beato Juan XXIII, no estaba precisamente esquelético. Por no hablar de la línea perdida (ahora hablo sólo de la corporal) de Boff, la Caram o Juanjo Tamayo, pero son líneas distintas que se compensan con la delgadez de Masiá. Pero ya se sabe, Juan XXIII estaba gordo por pura bondad y don Jesús por poca penitencia, ecuanimidad que se dice.
Curiosamente siempre se ha identificado a los gorditos con la bondad, por ejemplo Papá Noel, y a los malos con la delgadez. Pero no puedes fiarte de nada, porque ahí tienes lo hermosos que se criaban los reformadores mientras la beata Teresa de Calcuta era un prodigio de línea. De un amigo mío, hoy en fase terminal, recuerdo la frase: “engordar como un sacrílego”. En resumidas cuentas, hablar de la bondad o maldad de un obispo en función de su peso es como hablar de la inteligencia de alguien en función de los pelos de su cabeza: porque los burros no se quedan calvos y los melones no echan pelo. Fuera de eso, cada cual se entretiene como puede. Hasta te llegan a decir que a don Jesús le han visto comiendo en restaurantes incluso a veces buenos, lo cual me tranquiliza, porque preocupante sería que intentase comer en una zapatería, que no es el caso. Por cierto, ¿y a mí que me suena que a alguien muy conocido le acusaron de banquetear espléndidamente?
A mí que un obispo sea gordo o delgado me trae al pairo. Lo que me interesa es que sea un buen pastor, que predique la fe de la Iglesia, que cuide de sus ovejas, que anime la fe de los suyos y se preocupe de sus necesidades materiales y espirituales. El resto, secundario.
Aquí lo que ha pasado es que don Jesús ha echado un báculo al asunto, y que lejos de quedarse solo, la cosa va a tener más trascendencia de la que se quisieran imaginar. Y como lo que ha hecho es cumplir con su misión de forma irreprochable en función de las atribuciones que tiene como obispo, pues viene la pataleta de patio de colegio, en la que el niño que sale derrotado en la pelea se va a su casa gimoteando mientras va diciendo por lo bajinis (no sea que le escuchen y le den más): feo, gordo, gafotas…
CON ANÉCDOTA FINAL:
Un sacerdote buen amigo mío es un hombre muy entrado en kilos. Cada vez que alguien le dice que está gordo, responde: “pues es fruto de la castidad y de la comunión diaria, así que si tú no engordas, tus motivos tendrás”.
13 comentarios
Repito, salvo casos excepcionales, la gordura es debida a comer mas de lo necesario y eso en determinadas profesiones esta mal visto, la de religioso incluido ya que denota falta de voluntad, de templanza, de contención, de sacrificio etc
No me estoy metiendo con los gordos, pero si que digo que ver a un militar gordo da muy mala impresion, por que un gordo no puede correr, saltar, etc. De la misma forma ver a un obispo gordo da tambien mala impresion, y esta es importante, porque salvo casos puntuales la gordura indica que esa persona come mas de lo bnecesario, oque tiene gula etc.
Y creo yo que "vida sedentaria" y "seguidor de Cristo" no son compatibles, así que se lo hagan mirar nuestros obispos y sacerdotes regordetes.
Por supuesto va dirigido a los que llevan una vida demasiado sedentaria.
"Si los curas comieran china del río,
no estarían tan gordos los tíos ..odíos"
Yo mismo nunca he visto nunca a un obispo al que no se vea bien alimentado. Aunque no se conozca cada caso y no se pueda opinar sobre nadie en concreto, lo cierto es que percibo que lo que se hace imposible de creer es que absolutamente todos esos obispos tengan problemas tan enormes para mantener la figura. En vez de eso, observo que se piensa que muchos de ellos consideran el celibato un pretexto perfecto para darse a lo grande al disfrute de otros placeres de la vida, con la excusa de que el ya de por si gran sacrificio que hacen en el terreno de lo sexual compensa todo lo demás y los exime del deber de hacer cualquier otro gran sacrificio.
Al final ni siquiera se trata de si los obispos y demás hombres de Iglesia están bien o mal alimentados. De lo que realmente se trata es de que a muchos (así piensan casi todos los católicos que conozco -incluso entre los más ortodoxos, así que imagínese lo que pensará un pagano cualquiera-) les parece que los hombres de Dios no comparten en absoluto las dificultades económicas que azotan a la grey que pastorean. Y de que esos muchos, cuando oyen a sacerdotes y religiosos hablar de sacrificios económicos, les podrán dar la razón, pero a la vez los consideran con tan poco derecho a hablar de esas cosas como el que pueda tener la clase política que todavía no ha terminado de arruinarnos (y eso ya es decir). No por nada, sino porque esos muchos piensan que hoy día y desde hace siglos ser sacerdote es una ocupación muy cómoda (consideran que, pese a que de vez en cuando, si hay persecución, el sacerdote puede pasarlo mal o ser martirizado con crueldad; si hay algo por lo que nunca pasará será por el aro del hambre, la carestía o cualquier otro tipo de necesidad material).
No comulgo con esta imagen que a menudo se me traslada de los sacerdotes, y se que sin duda será injusta para con una gran parte de los obispos y demás hombres consagrados. No obstante, es la que percibo en general se tiene de los hombres de Iglesia en general. No suele negarse lo mucho que hacen por los demás, ni la buena voluntad que preside sus actos. Pero se les recrimina que, siendo ellos los oficiales, no comparten -salvo raras excepciones- ni siquiera mínimamente los mortales peligros que amenazan al ejército de los creyentes que ellos comandan.
PD: no se sienta ofendido, que no busco acusarle de nada, sino solo transmitir lo que otros suelen comentarme acerca de estas cuestiones y lo que reconozco que alguna vez yo mismo me he preguntado sobre el mismo asunto.
Yo mismo estoy poseo algún kilo de más, con los cuales no stoy agusto. No se puede juzgar a una persona por eso, como bien dice el P. Jorge hay personas que son gordas por enfermedad, metabolismo... y es así...
También que un religioso obeso hace mal efecto porque dn imagen de buena vida cuando hay personas que no la tienen.
Un saludo afectuoso.
Así, una alimentación como la actual, en la que se sustituya la fruta y el pescado fresco por las harinas refinadas, las féculas, las grasas y todo tipo de hidratos de carbono, favorece enormemente la obesidad, incluso cuando las cantidades ingeridas no sean elevadas.
Y a esa misma obesidad ayuda también el sedentarismo, siempre excesivo en las personas que desarrollan intensivamente trabajo de despacho (perfil que tiene, en gran medida, la labor de un obispo).
En cualquier caso, coincido con algún otro comentarista en que D. Jesús no se me antoja que tenga en absoluto un peso excesivo, de donde se deduce que las acusaciones de gordura son infundadas, como también lo son las injuriosas conclusiones que de dichas acusaciones se suelen derivar.
Un saludo.
Perdonen que les haya contado mis problemas, pero es que las apariencias engañan casi siempre. Y por favor, más cuidado al comentarlas. Gracias.
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