Mi Kevin Johnatan
Me resulta curioso, casi día tras día, escuchar a los padres ese vacuo argumento de no condicionar al niño para el futuro cuando se plantean el bautismo y luego la primera comunión:
- Preferimos que el niño elija libremente en su momento.
Hace tiempo que me río este argumento. Pero lo acepto. Lo que ocurre es que luego tengo la costumbre de sacar mis propias conclusiones.
Es decir. Nace un niño. Y los papás, sin consultar con nadie, le ponen por nombre Kevin Jonathan, Constitución –que se puede-, Lenin, Vanessa Oona, Mar de la Pampa Libre o Fidel Camilo. O le llaman simplemente Paquito, Humberto Luis, María de Paracuellos o José de la Cruzada de Liberación. Así. Sin pedir explicaciones. Simplemente porque quieren. Porque eso se supone que no es vulnerar libertades. Y perdón por el palabro, pero no me digan que no es una barrabasada arrastrar toda la vida lo de Mar de la Pampa Libre o Cojonciano, porque así se llamaba el abuelo.
A continuación, van y lo inscriben en el Registro Civil. Ya ven. A un niño que tal vez quiere crecer en el status del no inscrito y ser libre ante la burocracia. Pero ya no tiene remedio. No contentos con eso, desde el primer día pediatra y vacunas. Así, en crudo, sin una sola pregunta al infante. Y ya ven, a lo mejor el crío quiere ser tan naturista y ecologista y simplista que no desea absolutamente nada “artificial” en sus carnes. Y ya, para colmo, desde los seis meses a la guardería y al cole. Pero bueno, ¿y sin preguntarle ni nada? ¿No tiene el chavalín (o chavalina, que nadie se moleste) derecho a elegir ser perfectamente analfabeto y vivir tan sólo de su fusión con la madre naturaleza en la más absoluta virginidad legal y corporal? Pues no. Porque los padres han decidido todo, absolutamente todo por él. Hasta muchísimas veces la fecha de nacimiento, que como todos bien sabemos se programa en no pocas ocasiones:
- Cariño, ¿sería buen momento tener el niño en primavera?
- Uf, y luego el verano menudo lío con el niño pequeño. Casi mejor a principios de otoño, para estar tranquilitos en Navidad.
- Y cuando llegue el parto, que te lo provoquen en miércoles, y así enlazo los días que me tocan con el fin de semana y así…
Y los padres, que condicionan absolutamente todo, como no puede ser de otra manera, sin embargo, aun siendo creyentes, no se atreven a bautizar al niño de pequeño como si el bautismo le supusiera un tatuaje en la frente. Y como gente responsable, prefieren que lo decida el niño cuando sea mayorcito. Eso sí, para facilitarle la decisión, ni catequesis, ni clase de religión, ni contacto alguno con la iglesia o el hecho religioso.
Es decir: dentro de ocho o diez años habrás de decidir algo sobre lo cual ya me encargaré yo que no conozcas nada o, mejor aún, que lo conozcas a ser posible tergiversado. Y si llega la primera comunión y te sientes discriminado (¿discriminado por qué?) nos montamos una comunión por lo civil, te compramos el trajecito y se vienen a comer los tíos y los abuelos y organizamos un sarao infantil para que te lo pases bien.
Pero también hay gente que lo piensa de otro modo. Ayer una mamá hablaba conmigo y me decía que no es creyente o casi. Pero que quiere que su hijo conozca la iglesia y que después elija. Y que para que tenga capacidad de elegir en el futuro, quiere bautizarlo, y que haga su catequesis y su primera comunión. Y le ha apuntado a religión en el cole. Me dice que quiere que su hijo conozca lo que es esto. Y que decida por sí mismo el día de mañana. Pues perfecto.
Pero pretender que elijan sin conocer, es imposible. Y pretender dar libertad cuando elegimos hasta el nombre, no deja de ser una memez. Pero, en fin, cada uno es cada uno.
21 comentarios
Pues no es para bromas, padre. El bautismo imprime carácter, como usted sabe. San Agustín a este carácter lo llama "sphragis", esto es, sello, tatuaje. Por su carácter indeleble.
Los sacramentos causan siempre un efecto permanente. A este efecto permanente, que dura mientras se dan las circunstancias para las que está ordenado el sacramento, se le denomina Res et Sacramentum, y de una o de otra manera se da en todos los sacramentos.
Bautismo, la Confirmación y el Orden, cuyo efecto permanente reci-be el nombre de Carácter Sacramental; el Carácter es la res et sacramentum de estos tres sacramentos, una realidad intermedia entre el signo sensible y el efecto último del sacramento que es la Gracia.
El Carácter es una realidad intermedia entre el signo sensible y el efecto último del sacramento que es la Gracia; de tal forma que participa a la vez del sacramentum tantum y de la res sacramenti. En foma gráfica se puede decir que el Carácter pervive aun en el alma del pecador, aunque se encuentre en una situación violenta al no tener el complemento de la Gracia particular del sacramento.
Para mayor abundamiento véase la bula 'Maiores Ecclesiae Causas' de Inocencio III (1201, el Decreto para los Armenios del Concilio Ferrara-Florencia (1439) o el Concilio de Trento, en su Canon Octavo.
De modo que tatuaje, sí, estimado pater. ¡Y qué tatuaje!.
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Jorge:
Evidentemente que imprime carácter, pero un carácter en el alma que no se ve al exterior. Por eso bautizar a un niño no es ponerle un tatuaje en la frente, visible, ni obligarle a ir con la estrella de David como se hizo con los judíos.
Tatuaje, no, querido Pedro. Carácter sacramental en el alma, sí. Tatauaje en la frente yo al menos no lo tengo.
No comprendo este tipo de cosas pero si así lo quieren así será.
Lo que tampoco comprendo es de dónde saca otra gente que imponemos nada?
En cuanto a esos nombres al estilo Íker, Jonathan, Kevin, Samantha... son modas del momento que denotan una falta total de ARRAIGO de sus padres en un espacio y en un tiempo concretos.
Lo de no bautizar y recibir la Primera Comunión porque el niño debe decidir por sí solo es una EXCUSA de mal pagador. Sin embargo, creo que la Iglesia debería inculturizar en la no celebración de fastos estos días, celebraciones sencillas y solo religiosas con los más allegados sería lo más correcto a mi modo de entender.
Es como si al nacer se separase al niño de su madre para que cuando creciera pudiera escoger entre ella y otras, que pudieran ser más guapas o más altas o más simpáticas.
Incluso aunque escogiera a su verdadera madre, ¿quién compensa al niño de los años que no ha disfrutado del amor, los cuidados, enseñanzas y consuelos de su madre? y ¿quién compensa a esa madre de la privación de su hijo durante todos esos años?
¿Eso es culpa de los padres o nuestra, de los sacerdotes y catequistas o simples cristianos a los que no se nos nota diferencia alguna con el resto del mundo?
¿Para qué nos sirve el Bautismo a los que lo hemos recibido?
¿Cómo suscitamos en las personas el deseo de concocer a Dios y recibir su Espíritu Santo?
Mis hijos se llaman:
-Manuel
-María
-Juan (por S. Juan Apóstol)
-Guillermo José (por el Beato Guillermo José Chaminade, fundador de la Compañía de María, marianistas)
-Ana Alegría (nació el 15 de diciembre, Domingo gaudete)
-Isabel María
-José María
-Miguel María
-Jesús María.
Como ves, nombres todos muy raros. Pero es que somos fundamentalistas (de los de Is 7,9)...
José Manuel Genovés
Como he dicho al principio, esta forma de pensar está muy extendida a mi alrededor y sale de debajo de 'respetar la voluntad de los niños' a poquito que rasques y por eso creo que sus argumentos son ciertos, don Jorge, pero no contestan a las verdaderas objeciones de los padres.
Gracias por plantear el asunto tan claro. Muchos de los católicos de "nueva era" (como suelo llamarlos), entre los cuales se encuentran algunos amigos; son de la teoría de la opción libre para no constreñir a los hijos. Yo les digo que no los eduquen, que no les enseñen modales, ni a leer ni a escribir. Al fin y al cabo no sabemos si su idioma natal les pueda apetecer y esten deseosos de aprender otro idioma y no el de los padres.
Más catequesis y apologética...pero para los padres y los adultos, para los niños hay mucha, pero es poco lo que pueden hacer. Al fin y al cabo el gran problema es que en materia religiosa la insensatez y el error común se nos vuelvan derecho.
Lo peor es que no estoy bromeando.
Muy original.Nunca se me había ocurrido.
Ante argumentos absurdos, para humanizarlos, hay que llevarlos al absurdo.
Lo tomo.
http://www.ine.es/daco/daco42/nombyapel/nombyapel.htm
Así, en el año 2011 (último año publicado), los 20 nombres que más se han puesto a bebés fueron:
A niños:
ALEJANDRO (5.879 niños)
DANIEL (5.858)
PABLO (4.980)
HUGO (4.871)
ALVARO (4.372)
ADRIAN (4.248)
DAVID (4.167)
DIEGO (3.361)
JAVIER (3.325)
MARIO (3.047)
SERGIO (2.775)
MARCOS (2.722)
MANUEL (2.556)
IKER (2.535)
NICOLAS (2.444)
JORGE (2.330)
IVAN (2.277)
CARLOS (2.237)
MIGUEL (2.136)
LUCAS (2.122)
A niñas:
LUCIA (6.143)
PAULA (5.462)
MARIA (5.339)
SARA (4.345)
DANIELA (4.270)
CARLA (3.937)
SOFIA (3.445)
ALBA (3.329)
CLAUDIA (3.323)
MARTINA (3.315)
JULIA (3.101)
MARTA (2.979)
IRENE (2.909)
LAURA (2.739)
VALERIA (2.566)
CARMEN (2.472)
ADRIANA (2.437)
ELENA (2.258)
NOA (2.129)
ANA (2.072)
Desde luego, me parece que son en general nombres bastante normales y tradicionales, aunque se cuele algún nombre menos típico pero más "de moda" (caso de "Iker", por el famoso Iker Casillas, portero de la selección española cuando ganó el mundial de fútbol el año anterior, en 2010).
A todo esto, me alegra saber que Álvaro ocupa el 5º puesto... :-)
Ya sobre el tema de fondo, es curiosa la contradicción en que caen esos padres que prefieren no bautizar al niño hasta que sea mayor y pueda decidir, pero que no proporcionan a sus hijos la información necesaria para que elijan llegado el momento.
Y digo que es una contradicción porque con esa misma decisión de evitar el bautismo están demostrando que sí creen que el bautismo imprime carácter (como de hecho sucede), lo cual se contradice con la forma con que escamotean la formación después de eso.
Al fin y al cabo, si honradamente no creyesen en el bautismo más que como simple ceremonia social, no les importaría hacer algo que, a fin de cuentas, para ellos no tendría ninguna trascendencia...
Así pues, este comportamiento contradictorio revela que en su fuero interno sí creen en la eficacia real del bautismo, aunque luego se intenten convencer a sí mismos de lo contrario. Y así les va, viviendo en esa contradicción constante.
Un saludo.
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