Impresiones de Armenia
No estaba entre mis preferencias visitar Armenia. Pero una amable invitación me abrió el país de par en par.
Una nación que sabe de sufrimiento, de dolor, persecución y exterminio. Con un inmenso territorio en la antigüedad que hoy apenas llega a los 30.000 kilómetros cuadrados, y una población en el país de poco más de 3.000.000 de habitantes. El resto, hasta doce millones, en la diáspora.
Un enclave apetecible para los pueblos vecinos. Una historia marcada por la cruz del sufrimiento y que se hace especialmente trágica al recordar el genocidio armenio, a principios del siglo XX, y que costó la vida a más de un millón y medio de personas.
Nación cristiana sin ambages. La primera nación que aceptó el cristianismo como religión oficial el año 301. Según la tradición el cristianismo fue predicado en Armenia por los apóstoles san Bartolomé y San Judas Tadeo, a quien se atribuye haber llevado hasta Armenia la lanza de Longinos con la que fue atravesado Nuestro Señor.
El gran santo armenio es Gregorio el iluminador (257-330), a quien se considera fundador y evangelizador de Armenia tras los trabajos de los apóstoles.
La iglesia armenia se denomina oficialmente “Iglesia gregoriana apostólica armenia”, y es la mayoritaria en el lugar. Hay una pequeña comunidad católica, aunque poco significativa.
La iglesia apostólica armenia reconoce los tres primeros concilios ecuménicos, y rompe formalmente la comunión con el papa a partir de Calcedonia en el año 451. Aceptan los siete sacramentos. Su cabeza hoy es el Catholicós Gareguin II que está en el trono desde 1999.
Bueno pues estos son los datos oficiales. Invito a leer algo más en esta página que nos ofrecen los mismos armenios.
Pero a partir de aquí yo quería ofrecer algo más personal, mis impresiones, lo que hemos vivido por allí, aunque sea en un par de entradas.
Hoy solamente quería contar una cosa que me impacto especialmente. Tuvimos la oportunidad de coincidir con un obispo armenio en el monasterio de Haghpat. Estaba acompañado por el sacerdote del lugar y al verlos pedimos a la guía que les dijese que éramos sacerdotes católicos y que nos gustaría saludarle.
El obispo se dirigió hacia nosotros con toda amabilidad. Nos habló de la fe de la gente, fuerte, estable, además vivida como una de sus grandes señas de identidad como pueblo. Y nos habló de las dificultades que experimentan para sostener esta fe. Por un lado la amenaza siempre latente del islam que los rodea. No olvidemos que Armenia tiene fronteras entre otros con Irán y Turquía. Él nos decía que su apoyo debería ser en los países cristianos de Europa, pero que en Europa se estaba instalando el secularismo y los valores cristianos no se respetan, incluso que lo anticristiano se aceptaba como un bien. Que reconocía el esfuerzo de la Iglesia católica pero que sentía que el cristianismo perdía fuerza, con lo cual esa referencia de apoyo se les iba. Impresionante. Son una isla cristiana y se sienten amenazados y faltos de apoyo. Tristre.
Rezamos juntos el padrenuestro y nos ofreció amablemente su bendición. Me impresionó.
Mañana contaré más cosas de la liturgia y de Etchmiadzin, a unos diez kilómetros de la capital armena, Erevan, que es como el Vaticano armenio.
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