9.12.22

La enseñanza de Don Mendo

Seguro que el lector conoce bien, o al menos mucho le suena, la famosa obra teatral de D. Pedro Muñoz Seca titulada La venganza de Don Mendo.

Se trata de una obra cómica del género astracán cuyo único objetivo es hacer reír a base de retruécanos y juegos de palabras. Muñoz Seca es, sin duda, un genio en estas lides y como buen católico no tenía el menor reparo en sacar el lado divertido de las cosas y disfrutar con ello de unas buenas y sanas risas.  

En esta obra existe un célebre y divertido parlamento entre D. Mendo y su enamorada Magdalena dedicado al juego de las siete y media. Para los que lo recuerden es, sin duda, uno de los fragmentos más desternillantes de la ya de por sí divertidísima parodia medieval.

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2.12.22

Advientados

Muchas veces la clave del éxito de un gran evento es la ambientación previa. 

La Iglesia, que es muy sabia, sabe esto desde siempre, quizá no en el sentido del marketing, pero sí en el de preparación antes de una gran celebración. Un tiempo de espera activa para celebrar la venida (adventus) de Cristo.

Esta puede ser además una manera práctica de entender el Adviento respecto a la Navidad.

Por ello, sugiere (entre otras) tres cosas concretas que debemos intensificar en Adviento. Se trata de intensificar porque el resto del año también hay que hacerlas.

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18.10.22

San Lucas ¿equivocó la profesión?

Es bien sabido que San Lucas era médico. Y de los buenos. San Pablo, que debió requerir bastante de sus servicios, lo llamaba “el médico muy amado”

Sin embargo, estoy convencido (si se me permite la broma) que el evangelista equivocó la profesión; pues si buen médico era, como historiador ¡no tenía precio!

Pero antes una pequeña digresión, aunque creo que oportuna, por si alguien minusvalorase la profesión de historiador. Es bueno recordar que para un creyente la labor de indagar e investigar la historia resulta poco menos que crucial. Me explico: hoy día se habla mucho de si la ciencia (empírica) te acerca o aleja de Dios y el adjetivo “científico” es ampliamente admitido como “sello de garantía”. Pues bien, algo de lo que deberíamos percatarnos es de que la ciencia que más directamente da fundamento a nuestras verdades de fe es la dedicada a la verificación histórica de que los hechos en los estas se basan (vida, muerte y resurrección de Jesucristo) ocurrieron de verdad y que los relatos que tenemos de ellos responden fielmente a lo que pasó.

Y esta no es otra que la labor del historiador.

Volviendo a la cuestión inicial, existen nada menos que cuatro Evangelios que narran los hechos de Jesucristo. Aun así, alguien podría pensar que tratándose de sucesos ocurridos hace más de dos mil años ¿qué se puede esperar en cuanto a la objetividad y rigor científico de esas fuentes?
Pues bien, aquí viene la sorpresa que nos desvela la pericia del historiador Lucas que dice así en el prefacio de su evangelio (Lc 1, 1-4):

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

Narración ordenada, cosas que se han verificado, fidelidad en la trasmisión, testigos oculares, investigación diligente, escritura ordenada y con el propósito de conocer la solidez de lo aprendido… 

Después de repasar una y otra vez esta declaración de intenciones inicial de nuestro historiador creo que habría que refrescarles la memoria a esos “eruditos” que todavía andan poniendo en duda si los Evangelios narran hechos históricos o son solo leyendas e invenciones.

14.10.22

La santa y el Evangelio

Andaba yo en un dilema.

Pretendo en este blog hablar del Evangelio, pero la cercanía de la festividad de Santa Teresa me inclinaba a no dejar pasar la oportunidad de traer a colación algo de nuestra querida santa.

Sin embargo, lo bueno de los santos es que hablar de ellos y del Evangelio es muy fácil, porque su vida es, de hecho, una identificación.

Vamos, pues, al Evangelio, pero antes un breve apunte.

No deja de ser curiosa la extraña actitud de Cristo: ¡dos años! llevaba ya en compañía de los apóstoles y —aunque Él con mucha frecuencia se retiraba a orar— al parecer no les había instruido aún para que también ellos lo hicieran:

… Y sucedió que, estando Él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos» (Lc 11,1).

Fue entonces cuando el Señor (nos) enseñó el Padrenuestro y nos insistió en la eficacia de la oración, haciéndolo, a mi juicio, de manera tumbativa.

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10.10.22

Ademán de pasar de largo...

Catequesis de confirmación con un grupo de adolescentes. Para interesarlos en el Evangelio, antes de iniciar el tema, les hago una pregunta: “¿Creéis que Cristo era en ocasiones bromista con sus discípulos?

Las espontaneas respuestas van desde un: “¡uf! … no creo…” hasta un “¿bromista?… pero eso estaría mal, ¿no?”, pasando por lo más opinado “pues no le pega”

Así que entonces les digo− ¿no sois capaces de imaginar al Señor, por ejemplo, dando un susto a sus discípulos…?

Caras de incredulidad generalizadas. Acto seguido, leemos en el Evangelio lo que Cristo hizo en una noche tenebrosa en medio de un lago tempestuoso hacia las tres de la madrugada:

«Jesús, viéndolos remar con gran fatiga, vino hacia ellos e hizo ademán de pasar de largo» (Mc 6, 47)

Y les repito con retintín “… e hizo ademán de pasar de largo”. O sea que, según el Evangelio, mientras Cristo paseaba por las aguas y viendo a los discípulos luchar contra las olas, pasó por su lado como si nada… Es eso lo que debió pasar… eso es lo que pone aquí el evangelista, ¿o si no, cómo fue?

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