Es bien sabido que San Lucas era médico. Y de los buenos. San Pablo, que debió requerir bastante de sus servicios, lo llamaba “el médico muy amado”
Sin embargo, estoy convencido (si se me permite la broma) que el evangelista equivocó la profesión; pues si buen médico era, como historiador ¡no tenía precio!
Pero antes una pequeña digresión, aunque creo que oportuna, por si alguien minusvalorase la profesión de historiador. Es bueno recordar que para un creyente la labor de indagar e investigar la historia resulta poco menos que crucial. Me explico: hoy día se habla mucho de si la ciencia (empírica) te acerca o aleja de Dios y el adjetivo “científico” es ampliamente admitido como “sello de garantía”. Pues bien, algo de lo que deberíamos percatarnos es de que la ciencia que más directamente da fundamento a nuestras verdades de fe es la dedicada a la verificación histórica de que los hechos en los estas se basan (vida, muerte y resurrección de Jesucristo) ocurrieron de verdad y que los relatos que tenemos de ellos responden fielmente a lo que pasó.
Y esta no es otra que la labor del historiador.
Volviendo a la cuestión inicial, existen nada menos que cuatro Evangelios que narran los hechos de Jesucristo. Aun así, alguien podría pensar que tratándose de sucesos ocurridos hace más de dos mil años ¿qué se puede esperar en cuanto a la objetividad y rigor científico de esas fuentes?
Pues bien, aquí viene la sorpresa que nos desvela la pericia del historiador Lucas que dice así en el prefacio de su evangelio (Lc 1, 1-4):
Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Narración ordenada, cosas que se han verificado, fidelidad en la trasmisión, testigos oculares, investigación diligente, escritura ordenada y con el propósito de conocer la solidez de lo aprendido…
Después de repasar una y otra vez esta declaración de intenciones inicial de nuestro historiador creo que habría que refrescarles la memoria a esos “eruditos” que todavía andan poniendo en duda si los Evangelios narran hechos históricos o son solo leyendas e invenciones.