Testimonios para tiempos recios: salir de nuestro ombligo
Por si no fuera a notarse, comienzo declarando que el punto de partida profundísimo de este post y de cualquiera de los poquitos que haya escrito hasta ahora es nuestra pobreza, nuestra nada, nuestra necesidad de esperarlo todo de Aquel que nos conforta. Cuando me lean, no piensen nunca que pretendo cargarles de propósitos, y nunca musiten: “Esto de los mártires, de los perseguidos, no es para mí, yo no podría…” He aprendido de mi muy querido padre Iraburu que Dios no pide: Dios da hacer. Así que si de algún modo levantan el alma sea para pedir a nuestro Padre Dios que hos dé “luz para ver su voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla.”
Dicho esto, permitan que abra de nuevo esta ventana a la que acostumbraba asomarme, para compartir con ustedes alguna reflexión a propósito de la pandemia, y siempre con el testimonio de los mártires y perseguidos por su fe en Cristo bien cerca, por si Dios quisiera darme hacer algún bien a algún alma compartiendo.
Les adelanto que no voy a hablarles de cómo la crisis del coronavirus ha dificultado más todavía las vidas de los cristianos que sufren necesidad y/o persecución. Lo que pretendo es que dejemos de preocuparnos tanto por el virus y miremos más lejos…
Almas
En occidente, el contexto espiritual en el que nos ha caído esta plaga es de un general abandono de la fe, de ateísmo, de apostasía. Es plaga también ese “catolicismo” liberal del que vive como si Dios no existiera, no acude a la misa dominical ni frecuenta otros sacramentos, no cree en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, etc. etc. Y llevamos un año contando difuntos.
La gran cuestión no es cuántos fallecen. Con mirada de fe, con perspectiva de eternidad, la gran pregunta es: “¿Cuántos se salvan?" Hace tanto tiempo que han desaparecido de muchas predicaciones el infierno y el purgatorio que vamos dejando de preguntarnos esto. Además, abundan los funerales en los que se celebran las bondades del difunto dando por alcanzada la bienaventuranza eterna, lo cual es un envenenado regalo para los oídos y un somnífero para la fe.
En circunstancias mucho más extremas, los cristianos perseguidos alzan con voz fuerte una petición que habla de una fe que no se negocia ni se edulcora: “Señor, dame ser fiel hasta morir por ti". ¿Recuerdan aquello del don de la perseverancia final?
Señor Jesús, con San José -custodio fiel del Redentor- danos SED DE ALMAS, y desde esa sed, danos también orar por la conversión de los pecadores.
EL TESTIMONIO: Pakistán es la “tierra de los puros", la tierra de los musulmanes puros. Leyes antiblasfemia, pobreza y discriminación extrema, asesinatos, linchamientos…y mártires. Muchos mártires y confesores de la fe. Dispuestos a morir por Cristo, con la esperanza puesta en el cielo.
Miedo
Pasaron aquellos meses en que no nos dejaron salir de casa. Pasaron aquellos días en que nos creímos cristianos perseguidos porque sólo podíamos elegir entre doscientas misas televisadas o emitidas en directo a través de redes sociales (pregunten a los católicos chinos o coreanos cuántas retransmisiones de misas pueden sintonizar…).
Ya podemos salir. Ya podemos ir a misa, acudir al sacramento de la confesión, recibir al mismísimo Jesucristo en la Eucaristía. Pero hay no pocos católicos que siguen encerrados. ¿Esta era nuestra fe? ¿No estaremos temiendo más a lo que puede matar nuestro cuerpo que a Quien puede matar nuestra alma? ¿Dónde está nuestra sed de Dios? ¿Creemos que podemos prescindir de la Eucaristía? ¿Soñamos alguna vez con nuestra vida eterna, deseamos por encima de todo bien material -incluida la salud corporal- la eternidad junto a Dios y los bienaventurados?
Señor Jesús, con San José -que abrazó tu Voluntad con confianza infinita- ¡aumenta nuestra fe! ¡Danos infinitas ganas de cielo!
TESTIMONIO: Nigeria. País castigado por varias milicias yihadistas. Los cristianos asesinados, secuestrados, los que lo han perdido todo y viven ahora en campos de refugiados…se cuentan por miles. Acudir a la Eucaristía dominical puede suponer la muerte. Pero nadie piensa en quedarse en casa.
“Ombliguismo”
Este fenómeno del “ombliguismo” no es nuevo, pero quizás se ha agudizado en el último año. Me refiero a que, en muchos momentos, vivimos revolcándonos en el fango de nuestros problemas sin ver los del próximo, y sin elevar una mirada confiada a Dios Padre.
Se nos olvida que somos miembros del Cuerpo de Cristo. Se nos olvida que si un hermano en la fe padece, nosotros también padecemos. Se nos olvida olvidar nuestras dificultades para mirar el sufrimiento ajeno. Se nos olvida que en muchos lugares el Cuerpo de Cristo está cubierto de llagas por las que fluye la sangre de los mártires. Y olvidamos que esa sangre vivifica al Cuerpo todo, y que quizás, si tenemos todavía algo de fe, es gracias a la perseverancia de tantos hermanos, a su sufrimiento ofrecido.
Nos hundimos en nuestras dificultades, grandes o pequeñas, -yo la primera- y no miramos a quienes hoy viven la Pasión con Cristo, a quienes -a veces literalmente- son hoy crucificados con Él. Su perseverancia es un signo visible de la acción de la gracia de Dios. El testimonio de los mártires y confesores de la fe es consuelo y esperanza para todos nosotros.
Señor Jesús, con San José -patrono de la buena muerte- cuéntanos entre tus elegidos, y concédenos el don de la perseverancia final.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!
Señor, danos más fe, danos más esperanza, danos más caridad. Como a la niña Teresita, danos confiar en tu amor y misericordia en todo momento.
8 comentarios
Un abrazo para ti y tu marido. Y ya de paso para vuestros hijos, claro, je je.
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Muchas gracias Luis Fernando amigo.
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Muchísimas gracias Pedro Luis. Que Dios os bendiga.
Fraternalmente,
DIG
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Que Dios te bendiga Daniel
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El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres...
¡En Vos confío!
Bendiciones en el Señor y María Santísima
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