Enemigos del alma (1)
El demonio odia a Cristo empuñando los cuchillos con que la yihad decapita a tantos cristianos. El demonio odia a Cristo cuando trata de “reeducar” y llevar al ateísmo materialista a sacerdotes, obispos y fieles en China, como lo hizo antes en todos los países hundidos bajo el yugo comunista. Es también el violador de la legión de esclavas sexuales que Boko Haram atesora secuestrando a mujeres, jóvenes y niñas cristianas. A veces incendia templos y profana sagrarios. Por odio a Cristo.
Pero al demonio, por odio a Cristo, también le encanta que los de Cristo vivamos con un ojo puesto en el catalejo, localizando a los enemigos externos, y el otro bien cerrado para no ver a los que parecen ser de los nuestros pero se han dejado seducir por él.
No olvidemos que el demonio, utilizando mil y un disfraces refulgentes, es también ángel de luz, y Dios está permitiendo que obre hoy una ruidosa y pública demolición de la fe desde el interior mismo de la Iglesia. La peste liberal-modernista-masónica-relativista-pelagiana etc. etc. está enfermando a la Iglesia con las mentiras que brotan de sus pústulas…Por eso es cada vez más necesaria la denuncia de los enemigos internos de Cristo, que son lobos con piel de oveja (en ocasiones, Pastores que son lobos).
Un tipo de enemigo interno: el “catolicismo liberal”
El “católico liberal” (entrecomillo estas dos palabras porque expresan una contradicción: no se puede ser liberal y católico al mismo tiempo) se empeña en evitar el martirio sonriendo al mundo y dejándose seducir por sus encantos. Engalanado con una sonrisa y coreando el estribillo “no es para tanto”, va poco a poco aceptando lo inaceptable. No siempre es responsabilidad suya: en muchos casos es víctima de su falta de formación y del desmadre relativista de una iglesia “en salida” que no se ha molestado en unificar el mensaje a transmitir antes de salir, y predica una doctrina verdadera en una parroquia y una herejía en la parroquia de al lado. Oremos.
Además, el ambiente católico en el que se nos movemos mayoritariamente los católicos de habla hispana es liberal. Si no sabe usted en qué tipo de entorno católico se mueve, pregunte a sus parroquianos si, a la hora de votar en las elecciones de su país, tienen en cuenta los ignorados principios innegociables. O puede usted comprobar si, en los libros de historia que sus hijos utilizan en el colegio católico en el que están matriculados, el tema dedicado a la Revolución Francesa cuenta los tejemanejes masónicos, el terror, la persecución religiosa, etc. o resalta esa mentira de que, gracias a ese baño de sangre, nos vinieron a salvar del oscurantismo reinante la liberté, la fraternité, l’égalité. Si sus hijos han llegado ya a la asignatura de filosofía, ¿ha comprobado si, cuando les hablan de Kant o Hegel, les exponen los errores de estos filósofos o cuentan acríticamente lo que afirmaban?
Pero no dejemos toda la responsabilidad en los centros educativos. Los padres, ¿invertimos más tiempo y esfuerzo por éxito profesional de nuestros hijos o por la salvación de sus almas? Recordemos cómo celebran los padres cristianos en muchos países de persecución a sus hijos mártires, que han ido derechitos al cielo…
En fin, que así nos vamos acostumbrando a que nuestra piedad vaya por un lado y nuestra vida por otro, de modo que se pueda “chulear” la cotización a la empleada del hogar mientras rezamos rosarios.
¿Una consecuencia extrema del “catolicismo liberal”?
En este contexto, se podría decir que una de las manifestaciones más extremas del “catolicismo liberal” es la pertenencia de fieles católicos (ordenados y laicos) a la masonería. Lo que podría parecerles a muchos un “cuento conspiranoico” es una triste realidad. A modo de ejemplo, tenemos a la Conferencia Episcopal de Camerún, advirtiendo a los fieles católicos que no pueden pertenecer a la masonería, los rosacruces o practicar la brujería y, lo que es más grave, recuerda también a sus pastores que no pueden administrar los sacramentos a esos fieles despistados.
No estamos ante un caso aislado. Un año antes de la publicación de esta advertencia sobre la masonería por parte de la Conferencia Episcopal camerunesa, se publicaba un documento similar en Costa de Marfil. Finalizada la 107 asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de este país, se publicaba el 25 de mayo de 2018 una carta pastoral recordando la incompatibilidad entre la pertenencia a la masonería y la fe católica. El documento resalta una de las razones de esta incompatibilidad: el relativismo masónico rechaza la posibilidad de aceptar la Revelación. Por si no se comprendieran las razones, la conclusión es clara: “No se puede ser masón y católico al mismo tiempo. Es incompatible. Quien así lo hiciera no será reconocido como uno de nosotros”.
Ha llovido mucho desde que el papa Clemente XII, mediante su bula In eminenti, de 1738, prohibiera a los católicos ingresar en la masonería bajo pena de excomunión. Así lo recordaba, aunque no citara la bula de Clemente XII, Monseñor Stagliano a los participantes de un encuentro convocado por el Gran Oriente de Italia: “Los masones están fuera de la Iglesia, aunque sean sacerdotes y obispos”. La presencia de Mons. Stagliano en el encuentro fue duramente criticada. Él se defendió declarando: “Les he explicado que para la Iglesia del Vaticano II, la Iglesia de diálogo, ellos no están cerca ni lejos, sino totalmente fuera. Están fuera de la comunión católica, están excomulgados. Les expliqué lo que es la excomunión. Así que permítanme tranquilizar a todos aquellos que piensan que mi presencia «dialogal» es una especie de despacho de aduana. Absolutamente no. No entra en mi competencia hacer esto. Pero como teólogo, como obispo y sobre todo como teólogo, he querido explicar que están fuera de la comunión de la Iglesia.»
Sin embargo, unos meses más tarde, otro obispo de la Iglesia Católica, Monseñor Lugones, felicitaba a una logia por el aniversario de su fundación y les animaba a “seguir trabajando por sus ideales”. Dos años antes, en febrero de 2016, Gianfranco Ravasi, todo un cardenal de la Iglesia Católica, llamaba al diálogo entre la Masonería y la Iglesia Católica basado en los, según él, «valores comunes» de ambas instituciones, como serían el sentido de comunidad, la beneficencia, la lucha contra el materialismo o la defensa de la dignidad humana. En su artículo, el Cardenal Ravasi hacía un llamamiento a superar las actitudes de «ciertos ambientes católicos integristas» y pedía «ir más allá de la hostilidad, los insultos, y los prejuicios recíprocos».
Ante esta aparente falta de consenso un fiel mal formado que esté sufriendo tentaciones de acercarse o pertenecer a la masonería podría preguntarse: “¿En qué quedamos? Condenar la pertenencia a la masonería de un católico, ¿es de católicos integristas?” Y podría después responderse: “Tal vez no es para tanto”. Al fin y al cabo, nuestra naturaleza caída suele verse tentada por las puertas anchas, especialmente si nos dejamos convencer por tantos pastores que parecen haber dejado de creer en el poder de la gracia de Dios, dejando a las ovejas sin pastor y abandonadas a sus miserables fuerzas.
Este caso nos sirve de triste ejemplo de lo que viene sucediendo en la Iglesia: del mismo modo que pueden coexistir en la misma diócesis parroquias fieles a la verdadera doctrina católica con parroquias que acumulan años de predicaciones heréticas, podemos asistir al espectáculo de declaraciones cruzadas de obispos y cardenales que se contradicen entre sí respecto a cuestiones centrales de la fe, mientras quien, desde Roma, tiene que confirmar a los fieles en la verdadera fe católica, calla. En unos meses se cumplirá el tercer aniversario de la publicación de la carta que los cardenales Walter Brandmüller, Raymond L. Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner enviaran al papa Francisco y al cardenal Müller, entonces Prefecto de Doctrina de la Fe, en la que pedían aclaraciones sobre la exhortación apostólica Amoris Laetitia. La respuesta sigue siendo la misma: silencio. ¡¡Santo Padre, confirme a los fieles en la fe católica!! (Al parecer, el Cardenal Müller, liberado del cargo, tiene más libertad para denunciar los escándalos doctrinales que no cesan de asustar a la catolicidad. En este sentido, es muy de agradecer su declaración sobre el documento preparatorio para el próximo -y temido- Sínodo para la Amazonia.)
¿Tenemos que callar? Si callamos, gritarán las piedras. Miles de almas se están precipitando por las cloacas del pecado por no tener pastores que les aparten de esos pozos pestilentes o, lo que es peor, porque sus pastores les están arrojando en ellos con sus doctrinas erróneas. No podemos, no debemos callar pero no podemos tampoco debemos dejar de orar por la Iglesia y sus pastores. Eso sí, tenemos que encontrar el necesario equilibrio entre denunciar los errores y no perder la caridad con quienes los cometen, pidamos a Dios que nos dé amar a la Iglesia hasta que nos duela, si fuera necesario.
Permítanme finalizar este post citando al Cardenal Robert Sarah, con unos extractos del prólogo de su último libro que ha sido ya editado en español por la editorial Palabra “Se hace tarde y anochece”. El fragmento titulado “el amor por Pedro” está íntegro, porque me parece especialmente iluminador (la traducción y las negritas son mías):
¿Por qué tomar la palabra de nuevo? En mi último libro les invitaba al silencio. Sin embargo, no puedo callar más. No debo callar más. Los cristianos están desorientados. Cada día recibo de todas partes llamadas de socorro de quienes ya no saben qué creer. Cada día recibo en Roma a sacerdotes desalentados y heridos. La Iglesia está experimentando la noche oscura. El misterio de iniquidad la envuelve y la ciega. (…)
¿Qué podemos hacer? No se trata de organizar y poner en marcha estrategias. ¿Cómo creer que podemos mejorar las cosas por nosotros mismos? Estaríamos entrando en la ilusión mortífera de Judas. (…)
Cuando la división es una amenaza hay que reforzar la unidad. (…) La unidad de la Iglesia tiene su fuente en el Corazón de Jesucristo. Debemos estar cerca de él, en él. Este Corazón que ha sido traspasado por la lanza para que podamos refugiarnos en él será nuestra casa. La unidad de la Iglesia reposa en cuatro columnas: la oración, la doctrina católica, el amor por Pedro y la caridad mutua deben ser las prioridades de nuestra alma y de todas nuestras actividades. (…)
Cuánto me gustaría que se elevara del mundo entero una oración profunda e ininterrumpida, una alabanza y una suplicación adoradoras. El día en que este canto silencioso retumbe en los corazones, el Señor podrá finalmente ser escuchado y actuará a través de sus hijos. (…)
Nuestra unidad se forjará en torno a la verdad de la doctrina católica. No hay otros medios. Querer ganar la popularidad al precio de la verdad vuelve a ser realizar la obra de Judas.
El amor por Pedro
El papa es el portador del misterio de Simón-Pedro a quien Cristo dijo: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). El misterio de Pedro es un misterio de fe. Jesús ha querido entregar su Iglesia a un hombre. Para recordárnoslo mejor, ha dejado a este hombre traicionarle tres veces delante de todos antes de darle las llaves de la Iglesia. Sabemos que la barca de la Iglesia no se confía a un hombre por sus capacidades extraordinarias. Creemos, sin embargo, que este hombre estará siempre asistido por el divino pastor para sostener con firmeza la regla de la fe.
No tengamos miedo. Oigamos a Jesús: “Tu eres Simon…te llamarás Pedro” (Jn 1, 42). Desde las primeras horas se tejió la trama de la historia de la Iglesia: hilo de oro de decisiones infalibles de los pontífices sucesores de Pedro, hilo negro de los actos humanos e imperfectos de los papas, sucesores de Simón. En este cabalgar incomprensible de hilos entremezclados, sentimos la pequeña aguja guiada por la mano invisible de Dios, atenta para trazar sobre la trama el único nombre por el que podemos ser salvos, ¡el nombre de Jesucristo!
Queridos amigos, vuestros pastores están llenos de defectos e imperfecciones. Pero no será despreciándolos como construiréis la unidad de la Iglesia. No tengáis miedo de exigir de ellos la fe católica, los sacramentos de la vida divina. Recordad las palabras de San Agustín: “Cuando Pedro bautiza, es Jesús quien bautiza. Pero cuando Judas bautiza, ¡es también Jesús quien bautiza!” (Homilías sobre el Evangelio de San Juan, VIII).
El más indigno de los sacerdotes es instrumento de la gracia divina cuando celebra los sacramentos ¡Mirad hasta qué punto nos ama Dios! Consiente entregar su cuerpo eucarístico en las manos sacrílegas de sacerdotes miserables. Si pensáis que vuestros sacerdotes y obispos no son santos, sedlo por ellos. Haced penitencia, ayunad para reparar sus faltas y sus cobardías. Solamente de este modo podremos llevar la carga del otro.”
(Para profundizar en la cuestión de la masonería pueden escuchar una interesante y documentada conferencia del profesor Alberto Bárcena pinchando aquí)
24 comentarios
A la espera de la segunda parte, lo volveré a leer y meditar detenidamente.
Está claro que estamos en los últimos tiempos ( y si la magnitud de la tragedia es la que percibimos , solo una actuación divina podrá purificar su iglesia.
Mientras tanto solo nos queda rezar y no desesperar , ya hemos visto que los católicos Occidentales no se caracterizan por su valentía .
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Estimado Horacio:
Libertad y liberalismo no son la misma cosa. Si del texto se deduce que niego la libertad, entonces el texto está errado. Trataré de aclarar la importante diferencia con dos citas de la encíclica "Libertas prastantissimum" de León XIII, sobre la libertad y el liberalismo, cuyo texto se puede consultar completo en este enlace: https://w2.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_20061888_libertas.html
1º La Iglesia, como bien nos recuerda usted, siempre ha defendido la libertad.
..."así como ha sido la Iglesia católica la más alta propagadora y la defensora más constante de la simplicidad, espiritualidad e inmortalidad del alma humana, así también es la Iglesia la defensora más firme de la libertad. La Iglesia ha enseñado siempre estas dos realidades y las defiende como dogmas de fe. Y no sólo esto. Frente a los ataques de los herejes y de los fautores de novedades, ha sido la Iglesia la que tomó a su cargo la defensa de la libertad y la que libró de la ruina a esta tan excelsa cualidad del hombre. La historia de la teología demuestra la enérgica reacción de la Iglesia contra los intentos alocados de los maniqueos y otros herejes. Y, en tiempos más recientes, todos conocen el vigoroso esfuerzo que la Iglesia realizó, primero en el concilio de Trento y después contra los discípulos de Jansenio, para defender la libertad del hombre, sin permitir que el fatalismo arraigue en tiempo o en lugar alguno."
2º La libertad NO ES la posibilidad de elegir entre el bien y el mal.
Le aconsejo que lea completo el punto número 5 de esta encíclica, cuyo primer párrafo concluye así: "Si la posibilidad de apartarse del bien perteneciera a la esencia y a la perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles y los bienaventurados, todos los cuales carecen de ese poder, o no serían libres o, al menos, no lo serían con la misma perfección que el hombre en estado de prueba e imperfección"
3º La doctrina católica entiende por "liberalismo":
Más adelante, León XIII afirma: "Pero son ya muchos los que, imitando a Lucifer, del cual es aquella criminal expresión: No serviré[8], entienden por libertad lo que es una pura y absurda licencia. Tales son los partidarios de ese sistema tan extendido y poderoso, y que, tomando el nombre de la misma libertad, se llaman a sí mismos liberales."
Sigo citando a León XIII: "El naturalismo o racionalismo en la filosofía coincide con el liberalismo en la moral y en la política, pues los seguidores del liberalismo aplican a la moral y a la práctica de la vida los mismos principios que establecen los defensores del naturalismo. Ahora bien: el principio fundamental de todo el racionalismo es la soberanía de la razón humana, que, negando la obediencia debida a la divina y eterna razón y declarándose a sí misma independiente, se convierte en sumo principio, fuente exclusiva y juez único de la verdad. Esta es la pretensión de los referidos seguidores del liberalismo; según ellos no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo."
Y más adelante: "Hay otros liberales algo más moderados, pero no por esto más consecuentes consigo mismos; estos liberales afirman que, efectivamente, las leyes divinas deben regular la vida y la conducta de los particulares, pero no la vida y la conducta del Estado; es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada. De esta noble afirmación brota la perniciosa consecuencia de que es necesaria la separación entre la Iglesia y el Estado. Es fácil de comprender el absurdo error de estas afirmaciones."
4º La doctrina de la Iglesia ha condenado siempre la masonería sin matices
No se trata de una "consigna emocional". Se trata, pura y llanamente, de Magisterio de la Iglesia Católica.
Si desean profundizar en el conocimiento de la masonería, el magisterio pontificio al respecto y la larga historia de animadversión de la masonería hacia la Iglesia Católica les recomiendo el libro de Alberto Bárcena "Iglesia y Masonería. Las dos ciudades", de Ediciones San Román, así como visionar cualquiera de las conferencias que el Sr. Bárcena, profesor en la Universidad San Pablo CEU, ha ofrecido sobre esta cuestión.
A modo de ejemplo sobre la claridad de la condena de la Masonería, ofrezco esta cita de la bula "In eminenti", de Clemente XII:
(...) hemos concluido y decretado condenar y prohibir estas sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos llamados de francmasones, o conocidos bajo cualquier otra denominación, como Nos los condenamos, los prohibimos por Nuestra presente Constitución valedera para siempre. Por eso prohibimos seriamente, y en virtud de la santa obediencia, a todos y cada uno de los fieles de Jesucristo de cualquier estado, gracia, condición, rango, dignidad y preeminencia que sean, laicos o clérigos, seculares o regulares, aun los que merezcan una mención particular, osar o presumir bajo cualquier pretexto, bajo cualqueir color que sea, entrar en las dichassociedades de francmasones o, lamadas de otra manera, o propagarlas, sostenerlas o recibirlas en su casa, darles consejo, socorro o favor abierta o secretamente, (...) les ordenamos en absoluto que se abstengan enteramente de estas clases de sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos, esto bajo pena de excomunión..."
5º Sobre los cardenales firmantes de los dubia
No acabo de entender por qué deben callar quienes, con una delicadeza y un respeto exquisitos por el Romano Pontífice, solicitan aclaraciones que son necesarias para detener la corriente de confusión que está asolando a la Iglesia. Sin embargo, las voces que quieren cerrar las bocas de quienes defienden la Verdad no gritan para que callen quienes están demoliendo la doctrina verdadera.
Saludos cordiales
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Muchas gracias por su comentario. Es una aclaración muy necesaria.
En los Corazones de Jesús y María
Desde luego una de las cosas que un católico tiene claro es que un sacerdote que imparta los sacramentos los imparte, por su ordenación sacerdotal, en nombre de Cristo; sin embargo una cosa es que los sacramentos sean válidos y otra que sea válido lo que dice porque siguiendo lo que dicen algunos sacerdotes das la espalda a los Padres de la Iglesia, a los Concilios y a la Tradición. Muchos católicos tenemos que convivir con ellos pero no necesariamente tenemos que hacerles caso. Esa es la cruz del momento: si tenemos que cambiar la virtud de la Fortaleza por el valor de la tolerancia. Ya no se enseñan las virtudes porque interfieren con un catolicismo desnortado y el catolicismo está desnortado porque se ha vuelto confuso, para practicar la virtud la brújula tiene que marcar el Norte, si no hay brújula vas a los arrecifes, a los bajíos o te arrastran los vientos. La niebla, no por casualidad, es uno de los fenómenos atmosféricos más temidos.
Tan cierto es eso que, como enseña el Aquinate, la libertad de elección del pecado es en realidad una esclavitud:
"... el hombre, por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza, en lo cual consiste precisamente la libertad; pero cuando peca, obra al margen de la razón, y actúa entonces lo mismo que si fuese movido por otro y estuviese sometido al dominio ajeno; y por esto, el que comete el pecado es siervo del pecado"
Santo Tomás, In Ioannem 8 lect.4 n.3.
Que la confusión, los escándalos, las medidas palabras, las acusaciones injustas a quienes defienden la fe de la Iglesia y tantos otros males que aquejan a la Iglesia hoy, no nos enfríen el corazón ni nos vuelvan escépticos y descreídos sino que nos impulsen a rezar más, sacrificarnos más y amar radicalmente a Cristo y su Iglesia. Es lo que pido a Dios.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos Confío. Dulce Corazón de María, sed nuestra salvación.
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¡¡En Vos confío!!
Un abrazo y mi oración, querida Clara
Jesucristo eligió a 12 entre los cuales había un traidor (Judas ), un incrëdulo ( Tomäs ) y un cobarde ( Pedro ) aaaaaaaahhh pero los que vengan después elegidos por hombres serän MEJORES que los que yo elegí dice el Señor ( ironía ).
Los hubo y los habrá ( Papas ) de todas las miserias humanas , ¿ porque de repente todo lo que el de turno diga es indiscutible aunque vaya evidentemente contra la ley de Dios?.
"...sería interesante exponer con precisión acerca de las distintas corrientes de la masonería,..."
Ciertamente hay varias corrientes o tipos de masonería. De hecho hay masonerías múltiples, variadas, polícromas... que han dado masones de pensamiennto carbonario, socialista, comunista, anarquista, capitalista, liberal, nacionalista, de religiosidades teosóficas, o filoprotestantes como Testigos de Jehová, mormones... que aún en los casos en que se han llegado a enfrentar unas con otras, han ido funcionando como cofradía de apoyos mutuos, con tal de que la Iglesia y su doctrina se vean perseguidas, oscurecidas, vilipendiadas, pervertidas, etc. En última instancia, si es masonería, sea cual sea su tinte, es herética.
En el cuento de los derechos de los triángulos, estos se pusieron de acuerdo para exigir que se extendiera el privilegio de los triángulos rectángulos a todos los demás.
¿Porqué tienen que tener título de hipotenusa y catetos sólo los triángulos rectángulos?. ¿No tienen el mismo derecho los lados de nuestros triángulos no rectángulos, que además somos mayoría?.
Pitágoras les explicaba: Mirad, , no, en vosotros no se cumple mi teorema, sólo un triángulo rectángulo, verdaderamente rectángulo, con un ángulo de sólo y exclusivamente 90º, tiene catetos e hipotenusa, los demás, tendrán otras cualidades, pero esa no.
¡Ya estamos con los privilegios!. ¿acaso no tenemos todos tres ángulos y tres lados?. Decían los demás triángulos. ¿Acaso no tenemos todos 180º en la suma de nuestros ángulos?.
El cuento podría seguir incluyendo "herejías geométricas" al estilo de "pero es que yo tengo un ángulo de 89'9999º, ¿por ese poco me vais a dejar con los lados sin nombre?, o bien la sutileza de aquel triángulo obtusángulo que exponía así: ¡Pues yo tengo un ángulo con 90º y más, por tanto me corresponde cumplir también el teorema de Pitágoras!...
Es decir, que cuando se quieren encontrar motivos para el error, los motivos, como los errores, son infinitos.
Eso mismo pasa con las corrientes de la masonería: instaladas en el error, los motivos y excusas para permanecer en él y creerse con todos los derechos de la Verdad, son infinitos, antes o después, una ligera variante o concesión, comenzará a oscurecer la Verdad. Por eso, dedicarse a exponer con precisión las distintas corrientes de la masonería, aparte de casi imposible, es dedicarle al error más tiempo del que se merece, y además es perderse el gozo de contemplar la Verdad, que es lo bueno.
Y como diría el Pitágoras de nuestro cuento, si se admite una imprecisión por exceso o por defecto en los 90º del triángulo rectángulo, se acaba desmoronando toda la ciencia de la Geometría plana, pues la función de triángulo rectángulo está presente, más o menos evidentemente, en el cuadrado, en la apotegma de los polígonos relacionados con los círculos circunscritos de los mismos, y una de dos, o siempre y en todos ellos se cumple el teorema de Pitágoras, o nos cargamos no sólo el teorema, sino la Geometría plana enterita... y con ella su belleza. Y además, ¿a que es más sencillo y sano para la mente que los "dogmas" geométricos sigan siendo "dogmas infalibles" siempre y en todo lugar, y no que cualquier opinioncilla adquiera "privilegios" de "dogma geométrico"?.
Lo mismo pasa con el Depósito de la Fe. "Desdogmatizar" desorienta, desequilibra y acaba tumbando el sistema "desdogmatizado" por opinioncillas.
Y si ciertamente la Caridad (que no se puede aplicar a la Geometría) puede en algunos casos permitir una cierta elasticidad al Dogma, sea con la idea y la praxis de que la mayor Caridad es la que Vive, Late, y Establece el Depósito de la Fe. Al estilo de Cristo que si no condena a la pecadora, deja el dogma clarito: No peques más.
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"dedicarse a exponer con precisión las distintas corrientes de la masonería, aparte de casi imposible, es dedicarle al error más tiempo del que se merece, y además es perderse el gozo de contemplar la Verdad, que es lo bueno."
Así es, Javidaba. No vamos nosotros a entretenernos con esto. Toda masonería está condenada y con eso nos basta. Y que nadie se empeñe en buscar tres pies al gato para encontrar una rendija que le permita excusarse. No existe ninguna "masonería blanca" que pueda ser compatible con la fe católica. Tampoco el Yunque, aunque algunos se empeñen en lo contrario.
Oremos.
Muchas gracias por su comentario.
Desde luego puede haber diferencia entre los que mueven los hilos en la oscuridad-masones ocultos- y los más bestias que quieren hacerlo a la brava, como ocurrió en la España del XIX y se ve en Plutarco Elías Calles que calcó su reforma del código penal, incluyendo delitos religiosos, de los jacobinos. No es fácil hacerse con la famosa Ley Calles, pero si se consigue (yo lo hice en una librería de viejo) se queda una asombrada porque reproduce punto por punto las leyes del Comité de Salvación Pública durante el Reinado del Terror. Por ejemplo, la disolución de las órdenes religiosas se hizo con los mismos argumentos que el Comité Revolucionario dio a la Carmelitas de Compiegne:
"El estado no puede permitir que se lleve a cabo a efecto ningún contrato, pacto o convenio que tenga por objeto el menoscabo, la pérdida irrevocable o el sacrificio de la libertad del hombre, ya sea por causa del trabajo, de la educación o de voto religioso; la ley, en consecuencia no permite el establecimiento de órdenes monásticas, cualquiera que sea la denominación u objeto con que pretendan erigirse"
(Artículo 6º de la Ley sobre Delitos y Faltas en Materia de Culto Religioso y Disciplina Externa). Después va la definición de orden monástica y las penas que se aplicarían a los reincidentes que intentaran volver a reconstituir la orden: uno a dos años de prisión para los frailes, seis años para los priores y las dos terceras parte de la pena en el que caso de que sean órdenes femeninas. Por lo tanto la única diferencia es que la pena de guillotina se cambia por la de prisión debido a que entre uno y otro acontecimiento habían pasado unos 150 años.
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Estimado Horacio
En primer lugar percibo que hay confusión respecto a lo que se ha pretendido exponer en el artículo, lo cual deduzco del inicio de su comentario cuando une dos cuestiones que yo no he unido. Con el ejemplo de la pertenencia de algunos católicos a la masonería pretendía ofrecer un ejemplo extremo de catolicismo liberal, no afirmaba en modo alguno que todos los "católicos liberales" sean masones, o que no se puede ser católico liberal y masón al mismo tiempo. Afirmo que no se puede ser liberal y decirse católico.
Respecto a la cita que usted ofrece le diría que el autor de la misma no ha leído la encíclica de León XIII. Bastan los párrafos que inclui en la respuesta a su comentario para ver con claridad que el pontífice no condena "una forma de liberalismo mecánico que no se refiere a Dios". POr favor, lea el texto de la encíclica y verá que no se puede en absoluto afirmar eso. Se trata de una manipulación interesada. A modo de ejemplo para contestar que León XIII no habla de un "liberalismo mecánico que no se refiere a Dios":
"Es la misma naturaleza la que exige a voces que la sociedad proporcione a los ciudadanos medios abundantes y facilidades para vivir virtuosamente, es decir, según las leyes de Dios, ya que Dios es el principio de toda virtud y de toda justicia. Por esto, es absolutamente contrario a la naturaleza que pueda lícitamente el Estado despreocuparse de esas leyes divinas o establecer una legislación positiva que las contradiga. "
Decir que "Rerum Novarum" y "Centessimus Annus" proponen "un enfoque renovado del liberalismo" es, sencillamente, mentira.
Percibo, por otra parte, que tampoco usted ha leído la encíclica "libertas praestantissimum", ya que en la misma se proponen hasta tres tipos de liberalismo (de primer, segundo y tercer grado) después de haber expuesto ampliamente la doctrina católica sobre la libertad.
Insisto también en que en ningún momento estamos negando la libertad del hombre en el post. Tanto Luis Fernando como yo misma hemos tratado de exponer muy brevemente la doctrina católica sobre la misma.
Para comprender lo que exponemos sobre la libertad y el liberalismo le recomiendo vivamente que lea la obra del Padre José María Iraburu "De Cristo o del Mundo", que puede comprar o descargar gratis en este enlace:
http://www.gratisdate.org/texto.php?idl=28
Le ofrezco a continuación una larga cita de "De Cristo o del Mundo" (léalo completo, por favor) que espero le aporte la luz necesaria para comenzar a comprender y aceptar la incompatibilidad entre fe católica y liberalismo:
"Crecimiento del naturalismo liberal entre los católicos
La mentalidad del catolicismo naturalista -liberalismo, americanismo, modernismo, progresismo, da más o menos igual-, va creciendo en las antiguas naciones cristianas de modo casi continuo hasta nuestros días. Por él gran parte del pueblo cristiano cae en la apostasía, muchas veces sin advertirlo, pues «quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4).
Los católicos mundanos son hoy mayoría en Occidente, y aceptan ya las tesis del naturalismo laicista no como hipótesis, por conveniencia o por prudencia, sino como tesis, esto es, por convicción. En todo ello, por supuesto, hay muchos grados; pero puede decirse, en síntesis, que los cristianos mundanos -es decir, socialistas, marxistas, nazis, liberales- han interiorizado los principios liberales que la Iglesia ha condenado largamente.
Según ellos, los cristianos, dejándose de actitudes militantes o huidizas ante el mundo, deben reconciliarse con él, adaptándose en mentalidad y costumbres. Así, la Constitución política debe prescindir de Dios -aun en el caso de que la gran mayoría del pueblo sea creyente-, y el Estado no ha de tener otro fundamento que el hombre, sea el partido omnisciente, sea la voluntad mayoritaria, abandonada a sí misma o, lo que es mucho más común, manipulada por unos pocos. Esto es lo más conveniente para «la paz». Y para el bien común es bueno que las leyes, en vez de apoyarse en Dios y en la ley natural, procedan simplemente de la mayoría de los votos -legalizar lo que está en la calle, o lo que se finge que está en ella- o de la decisión del partido infalible. Esto, a primera vista, simplifica enormemente las cosas; pero en realidad las lleva a una complejidad abrumadora.
Así pues, la mayoría de los cristianos, deponiendo finalmente toda resistencia, se ha sumado a la empresa de edificar un mundo sin referencia alguna a Dios. A su juicio, es mejor así. Más aún, es algo necesario, al menos si se quiere que los cristianos, deponiendo los nefastos enfrentamientos pasados con el mundo, influyan de verdad en él. Y aún es más necesario, concretamente, si quieren evitar de una vez por todas «el odio del mundo», que les viene siguiendo desde la Cruz del Calvario (Jn 15, 18-21). Edificar el mundo sobre Dios no trae sino alienaciones del mundo visible, o divisiones, guerras y sufrimientos. En cambio, construir el orden mundano sobre el hombre, sobre la razón, sobre los valores humanitarios universales, eso es lo único que asegura la paz y el bien común de los pueblos. Es cierto que los hechos demuestran ampliamente lo contrario; pero no importa.
Fuera del Magisterio apostólico o de algunas voces integristas, en los últimos decenios apenas se alzan ya autores católicos que denuncien los errores y los horrores del naturalismo liberal, en cualquiera de sus diversas formas, pues éste, aplicándose en forma generalizada, ha invadido la mayoría de las mentes, presentándose como un fenómeno histórico irreversible -¡así se presentaba el marxismo, que en paz descanse!-.
Todavía, sin embargo, en 1965 el Cardenal Jean Daniélou afirma, en L’oraison, problème politique, que la religiosidad pertenece a la naturaleza humana, de tal modo que construir la ciudad política sin Dios es algo contra naturam, algo que necesariamente tiene que producir efectos espantosos. En esa ciudad irán creciendo no hombres, sino monstruos. Y da otro aviso grave: «A nuestro juicio, son hoy demasiados los cristianos que aceptan la yuxtaposición de una religión personal y de una sociedad laica. Tal concepción es ruinosa para la sociedad y para la religión» (7)."
Un abrazo cordial.
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