Paz, paz, paz.... om, om, om.

Paz, paz, paz…. om, om, om….. diálogo, diálogo, diálogo.
El hecho de que los hombres hayamos sido creados a imagen y semejanza de Dios, no nos concede la potestad de que nuestras palabras, aun repetidas como mantras, sirvan para crear ex nihilo. Y cuando hay unos asesinos dispuestos a matar, por mucho que deseemos la paz y el diálogo, las pistolas se disparan y las bombas explotan. Por tanto, aunque Zapatero y Monseñor Uriarte se pasen lo que les queda de vida diciendo "paz, paz, paz…. diálogo, diálogo, diálogo", seguiremos teniendo secuestros, asesinatos y extorsiones a menos que Eta desaparezca.

Eta puede desaparecer de tres maneras diferentes:

1. Se produce un milagro de lo alto y los etarras se convierten a Cristo porque toda la Iglesia vasca decide que es mejor evangelizarles que dar crédito a sus argumentos.

2. Eta obtiene lo que busca.

3. Eta es arrinconada, reprimida y finalmente derrotada.

Yo confieso que mi fe no me llega para afirmar que el primer punto es siquiera posible. Sin duda hay etarras que se pueden convertir a Cristo, pero no considero factible que se produzca una conversión en masa.

El segundo punto probablemente acabaría con el terrorismo etarra, pero no traería la paz a este país. Es lógico pues, ¿qué más quedaría por asesinar una vez muerta España entera? Si tras habernos matado durante décadas, los terroristas consiguen sus objetivos políticos, ¿qué nos quedaría sino esperar que otros terroristas vinieran a roer los restos de la piel de toro?

La tercera opción fue un ave llamada Esperanza que sobrevoló España, gracias a la política anti-terrorista pactada entre los dos principales partidos políticos de este país. Pero vino el señor Zapatero con su trabuco y Esperanza acabó en la cazuela etarra. El iluminado presi-zen-te del gobierno español pretendió lograr la paz en plan niñato-pacifista-guay-progre-modellno. Y claro, cuando la serpiente vio que el zapato que iba a aplastar su cabeza se convertía en un mocasín de lama tibetano de sonrisa meliflua, respiró, jugeteó alegremente durante un rato con el dueño del mocasín y, cuando mejor se las prometía el pacifista de vía estrecha, le inoculó el veneno de su odio, de su maldad, de su naturaleza satánica.

Es posible que Zapatero sobreviva a la mordedura de la serpiente. Quienes ya no sobreviven ni sobrevivirán son los asesinados en Barajas y, Dios no lo permita, los siguientes en la lista macabra de la organización terrorista, con la que dialogó el aprendiz de brujo que nos gobierna.

Como cristiano tengo el deber de orar por la paz. Debo de luchar por la paz. Debo de anhelar la paz. Pero no la paz de los hombres, sino la paz de Dios. Una paz que no excluye la justicia, que no sólo no cede ante el mal sino que lo vence. Una paz que no se fija sólo en las víctimas de las bombas de Eta, sino también en la víctimas de los asesinos que trabajan en las clínicas abortivas; en las víctimas de las mafias que trafican con inmigrantes; en las víctimas que son consecuencia del deterioro de una sociedad que se ha alejado de Dios.

Como cristiano sé cuál es el papel de nuestros gobernantes respecto a los que quieren secuestrar y asesinar nuestra libertad. Lo dice la Escritura:
Rom 13,4-5
Porque los magistrados no son de temer para los que obran bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien y tendrás su aprobación, porque es ministro de Dios para el bien. Pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra el mal.

No veo yo ahí un llamado al diálogo de las autoridades con los que obran mal. Pero claro, nuestras autoridades han declinado ser ministros de Dios para bien de la sociedad, y han pasado a ser ministros de un aprendiz de encantador de serpientes, que ya ha demostrado que no conoce su oficio. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que el pueblo soberano quiera. Esa es la miseria y la grandeza de la democracia.

Luis Fernando Pérez Bustamante.