Magisterio e integrismo (I)
El Concilio Vaticano II, tanto en la Lumen Gentium como en la Dei Verbum, expone claramente cuál es el papel del magisterio en la Iglesia Católica. Valgan las siguientes citas como ejemplo:
Dei Verbum 7
Mas para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, "entregándoles su propio cargo del magisterio"
Dei Verbum 10
Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve
Lumen Gentium 12
El pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio, sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su nombre (cf. Hebr., 13,15). La universalidad de los fieles que tiene la unción del Santo (cf. 1Jn., 2,20-17) no puede fallar en su creencia, y ejerce ésta su peculiar propiedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando "desde el Obispo hasta los últimos fieles seglares" manifiestan el asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres. Con ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1Tes., 2,13), se adhiere indefectiblemente a la fe dada de una vez para siempre a los santos (cf. Jds., 3), penetra profundamente con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida.
Lumen Gentium 18:
Pero para que el episcopado mismo fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al bienaventurado Pedro, y puso en él el principio visible y perpetuo fundamento de la unidad de la fe y de comunión. Esta doctrina de la institución perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro Primado del Romano Pontífice y de su magisterio infalible, el santo Concilio la propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los fieles y, prosiguiendo dentro de la misma línea, se propone, ante la faz de todos, profesar y declarar la doctrina acerca de los Obispos, sucesores de los apóstoles, los cuales junto con el sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de toda la Iglesia, rigen la casa de Dios vivo.
Lumen Gentium 25
Los Obispos, cuando enseñan en comunión por el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él la expone en nombre de Cristo. Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede descubrirse ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia con que repite una misma doctrina, ya sea también por las fórmulas empleadas.
y
Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal, en razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina de fe o de costumbres en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles a quienes ha de confirmarlos en la fe (cf. Lc., 22,32). Por lo cual, con razón se dice que sus definiciones por sí y no por el consentimiento de la Iglesia son irreformables, puesto que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo prometida a él en San Pedro, y así no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún otro tribunal. Porque en esos casos el Romano Pontífice no da una sentencia como persona privada, sino que en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe católica. La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los Obispos cuando ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pedro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la Iglesia por la acción del Espíritu Santo en virtud de la cual la grey toda de Cristo se conserva y progresa en la unidad de la fe.
Cuando el Romano Pontífice o con él el Cuerpo Episcopal definen una doctrina lo hacen siempre de acuerdo con la Revelación, a la cual, o por escrito, o por transmisión de la sucesión legítima de los Obispos, y sobre todo por cuidado del mismo Pontífice Romano, se nos transmite íntegra y en la Iglesia se conserva y expone con religiosa fidelidad, gracias a la luz del Espíritu de la verdad. El Romano Pontífice y los Obispos, como lo requiere su cargo y la importancia del asunto, celosamente trabajan con los medios adecuados, a fin de que se estudie como debe esta Revelación y se la proponga apropiadamente y no aceptan ninguna nueva revelación pública dentro del divino depósito de la fe.
Bien, dada la clasísima enseñanza del Concilio Vaticano II sobre el papel del magisterio y quiénes son los que forman parte del mismo, cabe decir que:
1- Quienes apelan un día sí y otro también a ese concilio, al mismo tiempo que viven en constante rebeldía contra la enseñanza de los obispos y del Papa, son unos farsantes a los que conviene desenmascarar para que dejen de engañar al pueblo católico.
2- Ser católico implica aceptar la autoridad del magisterio de la Iglesia. Apelar al evangelio o al resto de las Escrituras para menospreciar, negar, vejar, diluir u oponerse al magisterio de la Iglesia Católica puede ser propio de cierto tipo de cristianismo, pero nunca del que lleva el apellido de católico.
3- Conviene, y mucho, difundir los textos del magisterio, sobre todo en aquellos temas que resultan polémicos y que no son bien aceptados por la sociedad en la que vivimos. Esconder la verdad para no entrar en conflicto con dicha sociedad es propio de cobardes, no de cristianos. Por tanto, todo católico fiel a la enseñanza del Concilio Vaticano II -y por tanto fiel a la Iglesia Católica y a Cristo mismo- tiene el deber de dar a conocer la enseñanza de la Iglesia y, si está capacitado para ello -si no, mejor quietecito y calladito-, defender la misma allá donde se tercie y donde sea puesta en entredicho. Sabiendo siempre que los propios textos magisteriales suelen ser, por sí mismos, lo suficientemente explícitos y bien redactados como para que no necesiten de nuestra "ayuda" para dejar bien clara cuál es la doctrina católica que emana de los mismos.
4- Es típica, en la era que nos ha tocado vivir, la acusación de integrismo que se hace contra la jerarquía católica y, por tanto, contra el magisterio. Para que dicha acusación fuera retirada, el magisterio debería traicionarse a sí mismo y amoldarse al espíritu de este mundo. Debería de aceptar que la verdad depende de la voluntad y parecer de los hombres y no de la Revelación de Dios. Debería abandonarse en brazos del falso irenismo o de un relativismo disfrazado de inculturación. Mas desistan de que vaya a ocurrir algo así todos los enemigos de la verdad y de la Iglesia.
5- Cristo es la verdad. La Palabra de Dios es verdad. La Iglesia de Cristo es la columna y baluarte de la verdad. Y sólo la verdad nos hace libres. Sin Cristo, sin Palabra de Dios y sin Iglesia no hay sino derrota de la verdad y esclavitud. Tanto a nivel personal como a nivel de una sociedad. Por tanto, si amamos a Dios, amamos a los hombres y nos amamos a nosotros mismos, debemos predicar a Cristo y su Palabra desde la plena comunión con la Iglesia, fuera de la cual, salvo por medios que sólo Dios conoce, no hay salvación.
Desde "Cor ad cor" daré prioridad en las próximas semanas a los documentos del magisterio que considero que son los más contestados por aquellas personas y grupos que, siguiendo el modelo de los heterodoxos de los siglos IV y V, tienen como única cosa en común el oponerse a lo que enseñan los legítimos pastores de la Iglesia de Cristo, con el Papa a la cabeza de todos ellos.
Luis Fernando Pérez Bustamante
40 comentarios
Te aseguro que no entiendo el ser fiel al magisterio con el hacer caso a los obispos en absolutamente todo. Pero sí en aquello que es propio de su ministerio.
Y no llamo farsante a todo aquel que dude de alguna doctrina o muestra su desacuerdo con tal o cual forma de expresar otra. Se lo llamo a los que "viven en constante rebeldía contra la enseñanza de los obispos y del Papa". Y se lo llamo porque no se puede ser católico y vivir así. Obviamente, el que yo diga eso no implica la excomunión de nadie. A Dios gracias no soy obispo ni Papa. Ni lo seré. Pero como lo veo, lo digo.
Estoy contigo. Te veo muy tranquilo.
Yo no lo estoy tanto. Sería incapaz de estar en una secta. Saldría corriendo sin parar hasta llegar a un sitio donde se pudiera respirar aire fresco. Vuelve la inquisición. Me mantiene dentro de la Iglesia la Eucaristía. Pero hasta eso intentar alejarlo del Evangelio y que parezca otra cosa.
Luis Fernando,
Pensar no es hilvanar argumentos entre los límites permitidos por la autoridad. Pensar es buscar la verdad que nos hará libres. Yo sé en quién he creído, y en todo lo demás creeré en la medida en que esté conforme con Él.
Ya sí que me voy. Y no muy bien.
Decía San Ignacio lo siguiente:
«Debemos siempre tener, para en todo acertar -es decir, para no equivocarse- que lo blanco que yo veo, creer que es negro si la Iglesia jerárquica así lo determina»
Y luego explicaba el porqué:
«...creyendo que entre Cristo, Nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa...
«...creyendo que entre Cristo, Nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras almas, porque por el mismo Espíritu y Señor Nuestro, que dio los diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra santa madre Iglesia».
Al final, guste o no, todo se resume a lo siguiente:
En caso de disconformidad de pareceres en asuntos morales y doctrinales, ¿tiene razón la Iglesia o la tengo yo?
Responder "la Iglesia" no es ser sectario ni pertenecer a una secta. Es ser humilde y reconocer que hay una autoridad por encima de mí que me indica cuál es la verdad, aunque yo no la entienda o no la comparta. Es más, puedo dar testimonio de que cuando uno hace eso, antes o después acaba entendiendo, aceptando e incluso defendiendo esa verdad ante los que ni la entienden ni la aceptan. Es el "ven y verás", en vez del "tengo que ver para ir".
Me debería ir de una vez, pero no creo que me duerma.
Yo no le prohibo a la gente pensar y tener sus propias ideas según su conciencia. Yo respeto la libertad de los demás. Si el magisterio piensa por mí y me prohibe pensar estoy en una secta. Yo no puedo creer en la Iglesia si la veo como una secta. A ti te da igual que perdamos la fe en la Iglesia la gente como yo. Estamos mejor fuera ¿verdad?
Y alfa, a mí no me preocupan las hogueras. Me preocupa no saber si voy a poder seguir creyendo en la Iglesia o no. Porque yo creo en Jesús pero si la Iglesia ya no me muestra su rostro, ¿cómo voy a seguir creyendo en la Iglesia?
Por eso me extraña que en esta búsqueda de la verdad a tantos les cueste descubrir lo que a mi se me muestra con mayor claridad cada día y con gran beneficio propio.
Me ha gustado mucho tu historia. En mi blog (Espada de doble filo) tengo una serie de artículos que se llama "Signos de fe", que muestra los caminos para la fe en Dios y en la Iglesia.
Me gustaría mucho, si te animas, que escribieras la historia de tu conversión en un par de páginas y me la enviaras en un correo electrónico para publicarla dentro de esa serie en el blog.
¿Qué te parece?
Un saludo.
Saludos.
Nº 2. Pensé en esta celebración como una convocatoria providencial en la cual la Iglesia, treinta y cinco años después del Concilio Ecuménico Vaticano II, habría sido invitada a interrogarse sobre su renovación para asumir con nuevo ímpetu su misión evangelizadora…
Nº 35. El mayor empeño se ha de poner, pues, en la liturgia, "cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza ". En el siglo XX, especialmente a partir del Concilio, la comunidad cristiana ha ganado mucho en el modo de celebrar los Sacramentos y sobre todo la Eucaristía. Es preciso insistir en este sentido…
Nº 44. También se ha hecho mucho, desde el Concilio Vaticano II, en lo que se refiere a la reforma de la Curia romana, la organización de los Sínodos y el funcionamiento de las Conferenc...
Nº 55. En esta perspectiva se sitúa también el gran desafío del diálogo interreligioso, en el cual estaremos todavía comprometidos durante el nuevo siglo, en la línea indicada por el Concilio Vaticano II. En los años de preparación al Gran Jubileo la Iglesia, mediante encuentros de notable interés simbólico, ha tratado de establecer una relación de apertura y diálogo con representantes de otras religiones. El diálogo debe continuar…
Nº 56. Esta actitud de apertura, y también de atento discernimiento respecto a las otras religiones, la inauguró el Concilio…
Nº 5...
Nº 57. ¡Cuánta riqueza, queridos hermanos y hermanas, en las orientaciones que nos dio el Concilio Vaticano II! Por eso, en la preparación del Gran Jubileo, he pedido a la Iglesia que se interrogase sobre la acogida del Concilio. ¿Se ha hecho
Sofía: sin ningún ánimo de entrar de nuevo en las discusiones habituales, creo que la clave de todo está en una actitud de profundísima humildad, en el que cada uno debe morir para sí mismo, para sus presupuestos, sus opiniones, sus intuiciones, hacer el heroico gesto de rendirse interiormente a Dios y dejar que el Espíritu lo invada y lo vaya cambiando a uno. Entonces, como dice Alfa, las enseñanzas de la Iglesia, que al principio parecían absurdas, impracticables, irracionales (yo así lo pensé también bastante tiempo) pasan a presentarse como prodigiosamente claras, coherentes, fáciles de cumplir y capaces de dotar a a la persona de una plenitud y paz interior mucho mayores. Porque esa paz ya no viene de nosotros mismos,de nuestro corazón herido por el pecado original, sino que vienen del bálsamo de Dios que nosotros hemos querido aceptar.
Un saludo.
Mi fe total y absoluta es para Jesucristo, Ayante.
LF,
Los ortodoxos nunca han tenido inquisición ¿verdad? Y además pueden comulgar en las Eucaristías católicas, según creo. Estoy pensando seriamente en hacerme ortodoxa, para librarme de tanta infabilidad absurda.
La Iglesia no son únicamente los dogmas y los obispos. La iglesia también somos los fieles, entre los que existe de todo y quizás la voluntad de Dios se manifieste más en lo pequeño que en lo grande. Tampoco está de más conocer un poco la historia de como nacieron algunos dogmas. De todas formas, no creo que Dios nos examine de dogmática.
Sofía: no te olvides del "demasiado humano"; seguramente entre los ortodoxos también existe. Si me lo permites, olvidate un poco de los dogmas y escucha a tu corazón.
Un saludo.
Pues tienes razón. A mí la palabra infalibilidad me cuesta incluso escribirla. Pero nunca la he discutido, sino que he pensado que puede que haya gente que necesite esa seguridad absurda y que el Espíritu no permitirá que la Iglesia acabe demostrando que no hay infalibilidad que valga, sino que hará que se reinterpreten las doctrinas adecuadamente. Por ejemplo, yo siempre he pensado que la disyuntiva justificación por la fe/por las obras, era absurda y me alegra el acuerdo conjunto al que se llegó últimamente. Si se hubiera actuado así en el siglo XVI no habría habido ningún cisma. Pero yo a lo mío, a creer en Jesucristo. Aunque me gustaría no perder la fe en la Iglesia Católica, porque sin inquisición ni excomuniones a mí me parecería bien que dieran su opinión oficial tradicional, para que cada uno decida según su conciencia, cerebro incluído, hasta qué punto está de acuerdo o no, pero teniendo en cuenta respetuosamente lo que dicen y pudiendo devolverles su parecer,...
Un saludo.
Estos blogs nos desasosiegan porque los dirigen católicos de sensibilidad integrista ajena a nosotros y a la mayoría del pueblo de Dios. Nos gusta hablar con ellos porque el tema nos mueve y apasiona. A veces perdemos los nervios porque los vemos hoscos, hostiles a los progres, poco evangélicos, en suma...
Tranquila, Sofía, hay espacio para todos, aunque ellos insinúen que somos malos católicos (yo ya admito que lo soy). Yo no he tenido conversiones, sino acercamientos y alejamientos, no muy lejanos. Mi fe siempre intacta y viva. Y alegre. Te deseo la serenidad que mereces, Sofía.
Creo que pensamos lo mismo. Yo estoy comenzando a ver a la Iglesia como un camino, cuya meta es el Evangelio (pues ahora, en algunos temas, no se parece en nada) y que poco a poco se va acercando aunque el movimiento sea en espiral, con sus retrocesos, pero también con sus avances (como supongo que nos pasa individualmente a cada uno); tengo fe en eso y supongo que con el tiempo algunas cosas cambiarán aunque yo no lo vea. Respecto al tema de la conciencia me parece más importante atender a ésta que acatar sin pensar, me digan lo que me digan y, desde luego, continúo perteneciendo a la Iglesia católica, se pongan como se pongan.
Un saludo.
Un consejo a todos: si este y otros blogs "integristas" os causan tanto desasosiego y hasta os situan en la tesitura de abandonar la fe católica, lo tenéis bien sencillo. Dejad de leerlos y dedicaros a leer otras cosas. A mí no me interesa que salga nadie de la Iglesia salvo los que se dedican a hacer daño a la misma desde dentro, cosa que no aprecio en ninguno de mis comentaristas habituales (sí en alguno ocasional).
Pero, dicho eso, soy como soy, y no voy a dejar de exponer y defender lo que enseña la Iglesia en sus documentos. Está claro que dejo que todo el mundo (salvo los que ofenden gratuitamente) exponga sus ideas y opiniones, pero una cosa es respetar las opiniones ajenas y otra creer que todas tienen el mismo valor que la doctrina oficial de la Iglesia.
Por cierto, no sé si sabrás que antes de Trento la Iglesia Católica aceptó que el Emperador invitara a los protestantes a tener voz en el concilio, cosa que éstos rechazaron. Estaban demasiado ocupados en dividirse entre ellos como para pensar ya en volver al seno de la Iglesia a la que habían herido y a la que consideraban la gran ramera del Apocalipsis.
Si se han quedado atrás en los dogmas, mejor que mejor. Cuantos menos dogmas mejor. Y me tiene sin cuidado que no quieran monaguillas, ya que no se quieren mujeres curas, pues monaguillas tampoco. Si la teología se ha desarrollado poco al menos tienen men os motivos para echarte por disentir. A mí me parece perfecto que se exponga la doctrina oficial de la Iglesia y me gusta que pongas la palabra de obispo (me gustó mucho oir por fin a Blázquez, y me reafirmo en mi "Blázquez for president for ever!") pero me gusta igualmente que no se me niegue el derecho a disentir en conciencia de la doctrina oficial.
No estoy de acuerdo ni con los que niegan a la Iglesia el derecho a manifestarse y a decir cuál es la doctrina oficial, ni con los que niegan a mi conciencia el derecho a disentir, después de haber escuchado respetuosamente (no quiere eso decir que yo vaya a poner mis ideas al mismo nivel de la doctrina oficial de cara a otras conciencias, siempre diferenciaría: la Igles...
Yo veo bien que la Iglesia jerárquica hable, sólo veo mal que se quiera censurar el pensamiento y la conciencia dentro de la Iglesia.
Un saludo cordial.
Alfa, gracias por tu testimonio. Ciertamente hay un proceso de conversión en pasar de aceptar sólo aquello que entendemos y compartimos a aceptar por obediencia y por fe incluso lo que no acabamos de entender y compartir.
Cuando yo regresé a la Iglesia había dogmas (no doctrinas menores, no: dogmas) que no entendía, que incluso había combatido durante años. Pero entregué mi parecer en manos de Dios. Si Él me había devuelto a la Iglesia, Él me haría abrazar la fe de la Iglesia en su integridad. Y lo que entonces eran dudas hoy son certezas. No porque yo sea más listo que nadie sino porque, por gracia, hice lo que se debe de hacer: tener a Dios por Padre y a la Iglesia por Madre. Y si Cristo, siendo Dios, se sujetó a sus padres tras lo ocurrido en Jerusalén, mucho más nosotros debemos sujetarnos a Él y su Iglesia.
Si se hubieran planteado las cosas así al principio, puede que no hubiera habido cisma. Al margen de que los protestantes lo hayan rechazado mayoritariamente, habrá casos en que les sirva de algo. Y a todos nos sirve para ver cómo se puede hacer un problema de algo que no debió serlo nunca.
Ana y Terraneus,
Gracias por vuestras palabras.
Cierta polémica puede ser sana para avanzar en asuntos que no están cerrados. Pero cuando el magisterio cierra, de forma clara y nítida, una cuestión que afecta al depósito de la fe, no tiene sentido seguir polemizando sobre la misma.
¿Qué se supone que debían de haber hecho los papas de entonces? ¿aceptar que la opinión de un fraile era tan válida como la de los concilios y los propios Papas? ¿en qué se diferenciaba "ontológicamente" Lutero de Arrio? ¿en que uno interpretaba la Biblia de forma menos heterodoxa que el otro?
Al final siempre se da el mismo proceso: primero se niega la autoridad de la Iglesia, luego se niega la autoridad de parte o toda la Biblia (los protestantes niegan los deuterocanónicos) y al final, en nombre de la libertad de conciencia, se niega la autoridad de Dios.
Algunos se quedan sólo en el primer escalón de la e...
El primer escalón hacia el ateísmo suele ser presentar un rostro falso de Dios, y poner obstáculos para que se pueda llegar a conocer de verdad a Jesucristo. Al final se rechaza un dios que no es el verdadero.
Hasta luego. Gracias por recordarme que no te importa que opine.
Sofía: "haya gente que necesite esa seguridad absurda"
Ya sé que no lo dices por mi, sólo recalcar que no es tanto una necesidad (al menos por ahora, ya que se de santos que en momentos de crisis su única seguridad fue lo que decía la IC, los superiores, etc), sino un constato.
En el pleno uso de mi cabeza veo muy racional el discurso de la Iglesia, en nada esclavizante. Como a LF varios dogmas me cuestan, sin embargo, cada vez los veo más claro, hasta el punto de defenderlos delante de otros cuándo hace poco mis argumentos eran casi calcados de los tuyos, de Terraneus, etc. Ló unico que hice fue en un momento decirme: "bueno, me fío de Jesús". Y a él le dije (digo) "Bueno, más vale que me orientes, que la Iglesia no me engañe, y que si lo hace me lo digas". Todavía no he visto engaño.
"A veces perdemos los nervios porque los vemos hoscos, hostiles a los progres, poco evangélicos, en suma"
Al hilo de esta fase, y aunque sé que te refieres no tanto a lo que se dice sino a veces cómo se dice, añadir un comentario: una fe clara, con claridad expuesta, defendida, creída y sin ambigüedades es casi sinónimo de fanatismo y de antievangelio, mientras que sin embargo, cualquier viento de doctrina tiene más credibilidad y aire evangélico. Estamos en los tiempos de la dictadura del relativismo.
Me impresionó mucho oír esto al que todavía no era Papa. En ese tiempo aborreciendo yo de "tal personaje", gracias a la "inestimable" propaganda que algunas personas de Iglesia (p.e. sacerdotes), le habían hecho ("vive en una torre de marfil", "estamos en tiempos de retroceso", "vergüenza que exista ese resto de la Inquisición", etc.)
"Yo no he tenido conversiones, sino acercamientos y alejamientos, no muy lejanos."
...
Cuando dije que no viví conversiones me refiero a que tuve la suerte de nacer en familia que supo transmitir la fe de modo que, de forma natural, me volcaron en el agua en la que aún floto y me sostiene, agua viva. A veces buceando o nadando a contracorriente, pero en ella. Sirva este simil estival. Un saludo.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.