Las dudas de los obispos alemanes
La Conferencia Episcopal Alemana ha publicado un comunicado en el que manifiestan las dudas del episcopado alemán sobre la total integración de la FSSPX en el seno de la Iglesia. En realidad, no han dicho nada nuevo pero es significativo que en vez de alegrarse por un posible cambio de la situación, se dediquen a plantear dudas sobre la cuestión. De hecho Roma ha dejado bien claro que la remisión de las excomuniones no supone la comunión plena de los obispos de la Fraternidad, así que, ¿a qué viene ese comunicado? ¿quieren ser ellos, los obispos alemanes, los que indiquen qué es lo que tiene que hacer la FSSPX? ¿acaso eso no le corresponde a Roma? ¿o es que vamos a tener que celebrar un concilio para que el Papa pueda recibir el permiso de toda la Iglesia para solucionar un cisma?
Detrás de todo está la famosa y repetidísima apelación el Concilio Vaticano II. En serio, señores, que ha sido un concilio más. Y además no dogmático. Con tanto Vaticano II por acá y Vaticano II por allá, están llenando de razón a los lefebvristas, que acusan al concilio de ser una especie de frontera entre una forma de ser de la Iglesia y otra a la que ellos se oponen. Aquí parece que si uno mira con desprecio el concilio de Trento es poco menos que doctor de la Iglesia, pero si otro plantea algunas dudas sobre el Vaticano II, merece ser expulsado a las tinieblas eternas con un capirote en la cabeza y un cartel al cuello que ponga “fundamentalista, cismático, nazi, fascista y preconciliar". Y digo yo que si el Vaticano II fue un concilio pastoral y las consecuencias pastorales son las que saltan a la vista -no todas buenas-, algo…. quizás algo… no se hizo del todo bien, ¿no? ¿Puedo pensar eso o ya soy reo de esa nueva inquisición que ha tomado al Vaticano II como el dogma de los dogmas, el intocable, el perfecto entre los más perfectos de los concilios, el “non plus ultra", el oráculo de la Verdad al que todos deben la devoción que se presta a la Palabra de Dios?
Yo no sé si al final los lefebvristas se reintegrarán plenamente a la comunión eclesial. Lo que sí sé es que con comunicados como el de los obispos alemanes, el lefebvrismo está creciendo ante los ojos de muchos fieles que viven realmente escamados ante esta repentina preocupación pastoral por parte de unos pastores que, hasta la fecha, se habían caracterizado por no mostrar el menor reparo a la proliferación de abusos litúrgicos en sus templos y de herejías en sus seminarios, en sus universidades, en sus púlpitos, etc. ¡Qué pastores tan peculiares, que miran con detalle la paja del lefebvrismo y silban ante la viga del liberalismo teológico!
Y luego está la cuestión del Papa. Está claro que no le van a perdonar que haya cometido el crimen de ser misericordioso con Fellay y compañía. Como no tienen bemoles a decirle a la cara que no están de acuerdo con lo que ha hecho, se dedican a darle patadas en el trasero de los propios lefebvristas. Muy valientes estos prelados alemanes. Muy católicos, sí señor. Muy en comunión con el Vicario de Cristo.
Estamos en tiempos difíciles para la Iglesia en Europa. Parece que se ha abierto la veda de las indirectas al Papa vía comunicados de obispos disconformes con su forma de pastorear el rebaño de Cristo. Pero que nadie olvide una cosa. El magisterio de Benedicto XVI es superior hoy al del Concilio Vaticano II. Él es quien tiene la última palabra ante cualquier duda sobre la interpretación de algunos textos conciliares o sobre las líneas pastorales que han de emanar del mismo. La comunión es sobre todo y por encima de todo con el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, cabeza del colegio apostólico. Los que se separen de la misma, sea de forma clara o en plan subrepticio, avanzan por un camino que no puede tener un buen final.
A Dios gracias en España tenemos otro tipo de obispos. Ahí está el ejemplo de don Demetrio, el obispo de Tarazona, con su carta dirigida el Santo Padre. Y recordemos también la reciente carta de la Conferencia Episcopal Española manifestando su apoyo a Benedicto XVI. Ese es el camino correcto. Ayudar al Papa, no ponerle chinchetas en el camino.
Luis Fernando Pérez









