¿Sólo nos sobra un 0,7%?
"Alzando la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: `De verdad que os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque estos han echado como donativo lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir´"
(Lucas 21,1-4)
"Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado"
(1ª Cor 16,2)
Acabamos de asistir en España al acuerdo entre el Gobierno y la Iglesia Católica sobre la financiación de esta última. Todo aquel español que así lo desee podrá marcar una casilla a favor de la Iglesia en su declaración de la renta. En eso no hay cambio. Sí lo hay en la cantidad que dicha opción destinará a las arcas católicas: un 0,7%, en vez del 0,52% anterior. A cambio, el Estado dejará de aportar el complemento presupuestario que venía concediendo hasta ahora para cubrir las necesidades económicas de la Iglesia. El acuerdo parece satisfactorio para ambas partes. Bien está, pues.
Decía San Cipriano de Cartago que no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por madre (De cathol. Ecc. Unitate, 6). Dice el sentido común que un buen hijo no puede permitir que su madre padezca necesidad. Si queremos ser buenos hijos de Dios y buenos hijos de nuestra Mater et Magistra es nuestro deber contribuir con lo necesario para el sostenimiento de aquella en quien nacimos a la fe, de quien es columna y sosten de la verdad que nos hace libres. Y un buen hijo no se conformaría con dar a su madre de las migajas que le sobran. ¿Qué es un 0,7% de nuestros impuestos? Prácticamente nada. ¿Qué son esa monedas que se echan cada domingo en el cepillo porque molestan en los bolsillos o porque así se pretende calmar la conciencia? Prácticamente nada. ¿Qué son esos pocos billetes donados por católicos cuyas cuentas bancarias tienen muchos ceros? Menos aún.
Por supuesto que hay monedas y billetes que se sacan de la necesidad y que a los ojos de Dios valen más que mil millones de euros. No escribo para quienes ofrendan de donde no tienen para ayudar a la Iglesia. Dios les premiará abundantemente por ello. Escribo para esa multitud de católicos españoles que todavía no son conscientes de que de nosotros va a depender el sostenimiento económico de nuestra Iglesia. No podemos conformarnos con marcar una casillita una vez al año o con dar cierto dinero cada domingo o en fechas señaladas.
Empecemos por reconocer una cosa: somos parte de una gran familia. La parroquia es nuestra parentela espiritual más cercana. La diócesis es la comunidad de aquellos que nos llamamos cristianos de nombre y católicos de apellido (San Paciano de Barcelona, Carta a Simproniano). No puede ser que unos pocos aporten lo que debemos aportar todos. Dice San Pablo "Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su casa, ha negado la fe y es peor que un infiel" (1ª Tim 5,8). Pues una vez cubiertas las necesidades de nuestra familia terrena, miremos también por nuesta familia espiritual.
Viéndolo incluso desde una perspectiva egoísta, quien invierte en la Iglesia invierte en sí mismo. No existe un lugar mejor donde invertir nuestro dinero. No recibiremos dividendos ni intereses monetarios pero sí la bendición de una Iglesia más eficaz en su tarea evangelizadora y de atención social, más libre de presiones externas. Hay muchos obreros dignos de su salario (Lc 10,7) trabajando por mucho menos de lo que se le debería dar. Ellos han querido dedicar su vida al Señor como siervos nuestros. Somos deudos de su generosa entrega.
No quiero acabar sin hacer también una petición a aquellos que, sin ser católicos, entienden que la Iglesia es un bien para la sociedad debido a los servicios que presta a la misma. Sean ustedes generosos con ella y no serán defraudados.
Luis Fernando Pérez Bustamante
5 comentarios
Invito a que se relea y se medite esta interesante reflexión.
Quien ayuda a la Iglesia Católica, se enriquece así mismo.
Son muchos pobres incluso no cristianos que agradecen los beneficios que reciben de la Iglesia Católica; ayuda a todos sin exigir nada, y es incomprendida por los egoístas y rebeldes a Dios.
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