¿Hay salvación fuera de la Iglesia Católica? ( I )
Lumen Gentium, 14
El sagrado Concilio pone ante todo su atención en los fieles católicos y enseña, fundado en la Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la Salvación. Pues solamente Cristo es el Mediador y el camino de la salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, inculcando con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como puerta obligada. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, rehusaran entrar o no quisieran permanecer en ella.
A pesar del “optimismo” respecto a la salvación de los no católicos, incluso los no cristianos, presente en el concilio Vaticano II, lo cierto es que el Concilio reafirmó lo que ha sido una doctrina unánimemente sostenida por la Iglesia Católica a lo largo de los siglos: la no salvación de los que, culpablemente, no forman parte de la misma. En sucesivos posts mostraré cómo se ha ido desarrollando esta cuestión durante todos esos siglos.
Para este estudio estoy utilizando y citando el libro “¿Hay salvación fuera de la Iglesia?", del padre Francis A. Sullivan S.J (jesuita), editado por Desclée De Brower en el 1999 (ISBN 84-330-1442-0). Si os interesa este tema es altamente recomendable que compréis ese libro si os resulta posible. Empezaré citando los primeros Padres de la Iglesia:
Padres anteriores a San Agustín
San Ignacio de Antioquía (primera década s.II)
Carta a los filadelfios 3,3
“No os engañéis, hermanos míos: si alguno sigue al que se separa `no heredará el Reino de Dios´. El que camina en sentencia ajena, ese tal no se conforma a la Pasión".
Según San Ignacio, no sólo es sólo el provocador del cisma el que se condena, sino también todos los que le siguen.
San Ireneo de Lyon (mediados o finales s.II)
Adversus haereses 3:24,1
“En la Iglesia Dios ha puesto apóstoles, profetas, maestros y todos los demás dones del Espíritu, que no comparten aquellos que no se apresuran a la Iglesia, sino que se autoexcluyen de la vida, por una mente perversa y un modo de actuar peor. Porque donde está la Iglesia, está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios está la Iglesia y toda gracia”
San Ireneo escribió esas palabras contra los gnósticos, que eran los cismáticos de aquella época y deja muy claro que los que no están en la Iglesia, se autoexcluyen de la vida. Es muy importante su afirmación de que donde está la Iglesia, está el Espíritu de Dios.
Orígenes (principios y mediados del s.III)
Él, siendo el pionero de la exégesis alegórica de las Escrituras, incluye la advertencia de que no hay salvación fuera de la Iglesia, en una homilía basada en el segundo capítulo de Josué, que relata la historia de los dos espías hebreos en Jericó, que se refugiaron en la casa de la prostituta Rajab. Orígenes vio en esta casa un símbolo de la Iglesia, dado que fue lugar de salvación en la ciudad que estaba a punto de ser destruida. Su aplicación de la historia del AT a la vida de la Iglesia fue la siguiente: Homiliae in Jesu Nave 3,5 “Se da esta orden a la muejr que había sido antes prostituta: `Todo aquellos que se encuentren en tu casa serán salvos. Pero con respecto a aquellos que salgan de tu casa, estaremos libres de este juramento que te hemos hecho´. Por lo tanto, si alguien quiere salvarse, que entre en la casa de esta que fue una vez prostituta. Incluso si alguien de ese pueblo quiere salvarse déjenle entrar en esta casa, para que pueda encontrar la salvación. Déjenle entrar en esta casa en la que la sangre de Cristo es signo de redención… Así, que nadie se engañe: fuera de esta casa, esto es, fuera de la Iglesia, nadie se salva. Si alguien sale, es responsable de su propia muerte”
Pueden resultar útiles aquí algunas indicaciones exegéticas. La “mujer que había sido prostituta” sugiere la imagen de la Iglesia de los gentiles como el pecador arrepentido: ella que había vivido en un vicio pagano es ahora la casta esposa de Cristo. El cordón escarlata que Rajab descolgó por su ventana era el símbolo dirigido a los invasores hebreos para que su casa duera respetada. Para Orígenes significa la sangre de Cristo, signo de redención de la Iglesia. La invitación de Orígenes a los miembros de “ese pueblo” se dirige claramente a los judíos que no habían aceptado el mensaje cristiano de salvación, pero la advertencia más importante de este pasaje se dirige claramente a aquellos que salen de la única casa en que se encuentra la salvación. De la misma forma que pasaba en Jericó, cualquiera quesaliera sería también responsable de su propia muerte. Esto se refiere claramente a los cristianos que, habiendo estado una vez en la Iglesia, la dejaban para unirse a una herejía o secta cismática. No hay salvación fuera de la Iglesia y aquellos que se van son los únicos culpables de su propia perdición.
San Cipriano de Cartago (mediados s.III)
Epist 4,4
“Que no piensen que el camino de la vida o la salvación existe para ellos, si han rehusado obedecer a los obispos y presbíteros, dado que el Señor dice en el libro de Deuteronomio: ´Si alguno procede insolentemente, no escuchando al sacerdote ni al juez, ese hombre morirá´. Y entonces se les mataba con la espada… pero ahora, los orgullosos e insolentes son muertos con la espada del Espíritu cunado son arrojados fuera de la Iglesia. Porque no pueden vivir fuera, ya que sólo hay una casa de Dios, y no puede haber salvación para nadie si no es en la Iglesia”
En esa epístola estaba hablando de aquellos que estaban en peligro de excomunión. Pero ciertamente para San Cipriano la unidad de la Iglesia era esencialmente una unidad de amor, y por tanto, cualquiera que violara esa unidad mediante herejía o cisma estaba pecando contra la virtud de la caridad. Llega a la conclusión que era de esperar:
Epist 73,21
“Y no puede servir para la salvación al hereje ni el bautismo de la confesión pública ni el de sangre, porque no hay salvación fuera de la Iglesia”
Y antes había escrito sobre los cismáticos:
Epist 52,1
“¿Cómo puede un hombre que no está con la esposa de Cristo y en su Iglesia, estar con Cristo?”
En su obra “Sobre la Unidad de la Iglesia", San Cipriano retoma su idea de que el martirio no puede purgar la pena del cisma:
La unidad de la Iglesia, 14
“Estos, aunque dieran la vida por la confesión del Nombre, no lavarían si mancha siquiera con su propia sangre. Inexpiable y grave es el pecado de la discordia, hasta el punto de que no con el martirio se perdona. No puede ser mártir quien no está en la Iglesia. No podrá llegar al reino quien abandona a la que ha de reinar. Cristo nos dio la paz, nos ordenó vivir concordes y unánimes, nos mandó guardar íntegros e inviolados los vínculos del amor y de la caridad. No puede, por tanto, presentarse como mártir quien no ha mantenido la caridad fraterna. Esto es lo que enseña y atestigua el apóstols Pablo `aunque entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha´”
Un poco antes, en el mismo libro, dice lo siguiente acerca de los cismáticos:
La unidad de la Iglesia 6,77
“La esposa de Cristo no puede ser adúltera, inmaculada y pura como es. Quien separándose de la Iglesia, se une a una adúltera, se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de Cristo quien abandona su Iglesia. Éste se convierte en un extraño, un sacrílego y un enemigo. No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la Iglesia por madre. Si pudo salvarse alguien fuera del arca de Noé, también se salvará quien estuviera fuera de la Iglesia. Quien destruye la paz de Cristo y la concordia, actúa contra Cristo. Y quien recoge en otra parte, fuera de la Iglesia, desparrama la Iglesia de Cristo. Quien no mantiene esta unidad, tampoco tiene la ley de Dios, ni la fe en el Padre y el Hijo, ni la vida y la salvación.”
Bien, como podéis ver, el juicio de los primeros Padres de la Iglesia contra los que decidían salirse de la Iglesia era durísimo. Recordemos que el Vaticano II afirma que no es lo mismo el que se separa HOY de la Iglesia que el que nace ya en una de esas comunidades cristianas separadas. El primero es culpable -aunque esto hay que matizarlo-, mientras que el segundo no lo es. Ahora bien, como ya veremos más adelante en sucesivos posts, no es lo mismo el que sale de la Iglesia porque no ha recibido una educación o catequesis adecuada que el que lo hace por puro orgullo o maledicencia.
Luis Fernando Pérez Bustamante
4 comentarios
Hay que tener presente asimismo la declaración "Dominus Iesu", de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicada en el año 2.000.
No es posible que Jesucristo desee estar allí por mucho tiempo, Él no es masoquista.
Gracias Torquemada.
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