El obispo de Segovia abre un debate fundamental
Monseñor Ángel Rubio Castro, obispo de Segovia, acaba de sugerir a los católicos no practicantes que no se casen por la Iglesia, sobre todo si lo hacen sólo por el valor estético de la ceremonia. Ojalá la reflexión de don Ángel sirva para abrir un debate que, antes o después, creo inevitable.
Aunque no hay estadísticas al respecto, sospecho que la descristianización de España ha llegado a tal extremo que a día de hoy resulta cada vez más difícil encontrar una pareja de novios, por lo general jóvenes, en la que al menos uno de los dos sea católico practicante. Y aunque puede darse la circunstancia de que todavía haya muchos no practicantes que tengan cierta “sensibilidad” a las cosas de la fe, cada vez serán más aquellos que no sólo no son practicantes sino que, literalmente, pasan absolutamente de la fe cristiana. Lo cual, en mi opinión -aunque eso daría para otro post-, implica que un número muy importante de los matrimonios que se celebran hoy en día son nulos, pues los contrayentes no saben bien lo que hacen y a lo que se comprometen.
Debemos partir de un hecho que no admite discusión: todo bautizado católico tiene derecho a recibir el sacramento del matrimonio. La ley canónica pide que los novios reciban el sacramento de la confirmación antes de casarse, pero el no hacerlo no es impedimento para que se celebre la boda. Ni siquiera el no cumplimiento de la exigencia de muchas diócesis de que se asista a los cursillos pre-matrimoniales puede impedir la celebración del sacramento si los contrayentes se empeñan. Prevalece su derecho. No es que a mí esto me parezca bien o mal. Es que es así, según me han explicado aquellos que saben del tema.
Una vez establecido que la Iglesia no puede oponerse a casar a los bautizados que no practican su fe, pasamos al ámbito de las recomendaciones, que es en el que ha entrado el obispo de Segovia. Pero como se comprenderá, al que busca casarse por la Iglesia por razones estéticas o por no darle un disgusto a la abuela Facundia y a la tía Arsenia, lo que diga un obispo se la trae al fresco.
Es por ello que creo que el debate debe de plantearse no tanto sobre el sacramento del matrimonio sino sobre los sacramentos de iniciación: bautismo, comunión y confirmación. Aunque ya de por sí cada vez se bautizan menos niños, creo que va siendo hora de que la iglesia española aborde seriamente la cuestión de si tiene sentido bautizar a los hijos de los católicos no practicantes. Dice la ley canónica que para poder administrase el bautismo a un bebé, es necesario “que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres". ¿Qué sentido tiene, pues, seguir bautizando a los hijos de aquellos que no pasan por la Iglesia salvo precisamente para cumplir una costumbre social en bautismos, bodas, primeras comuniones y funerales?
El bautismo es algo demasiado serio como para administrarlo a quien no tiene fe, en caso de ser adulto eso es sencillamente imposible, o a quien se sabe que no va a ser educado en la fe. Es preferible esperar a que el niño crezca y, llegado el momento y la edad adecuada, sea él mismo quien se convierta en catecúmeno que pide el bautismo.
Lo mismo ocurre con el sacramento de la Eucaristía. ¿Para qué dar la primera comunión a quienes sabemos que va a ser posiblemente también la última? ¿qué sentido tiene hacer tal cosa? Y no digamos nada sobre la confirmación. Yo no he visto cosa más absurda que confirmar a jóvenes que no cumplen ni cumplirán el precepto dominical. Porque en esos casos ni siquiera hay una presión social que “justifique” la pantomima.
Yo creo que es necesario que la Iglesia haga un replanteamiento total de todas estas cuestiones, para adaptarse a la realidad que nos toca vivir. El cristianismo es algo muy serio como para andar repartiendo sus perlas entre quienes nos las aprecian. La Iglesia no es una cadena de montaje donde se fabrican sacramentos para ser repartidos indiscriminadamente. Cuanto antes adecuemos la concesión de los sacramentos de iniciación a la realidad social, mejor.
Luis Fernando Pérez Bustamante