Dios no quiere la muerte del que muere
"Que no quiero yo la muerte del que muere. Convertios y vivid."
Ez 18,32
"En nosotros se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho. Y decía: `Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. El le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso."
Luc 23,41b-43
Yolanda Monge nos informa desde "El País" de que el estado de Texas ha puesto al alcance de todos la lectura de las últimas voluntades de los casi 400 ejecutados por cumplimiento de la pena muerte en dicho estado.
La autora del artículo, cuya lectura íntegra recomiendo, hace una breve pero sustanciosa elección de algunas de esas últimas voluntades. Para muchos puede ser una sorpresa pero, a diferencia de los salvajes etarras que hemos tenido la ocasión de contemplar estas últimas semanas, la realidad es que la mayoría de los que han sido ejecutados legalmente en Texas mostraron su arrepentimiento y su fe en Cristo. La razón es que, a diferencia de la Iglesia Católica del País Vasco, tanto la Iglesia en Texas como diversas comunidades eclesiales protestantes tienen programas específicos de evangelización a los presos de los corredores de la muerte. Y son muy eficaces. Ante la seguridad de que antes o después la muerte se les va a llevar de este mundo, esos presos parecen estar más abiertos a la gracia de Dios que les salva y les hace ciudadanos del cielo para toda la eternidad. ¡Qué diferencia con la de aquellos presos que esperan recibir el homenaje de muchos de sus paisanos por sus asesinatos!
Junto con la certeza de que se han ejecutado a inocentes, yo creo que es difícil encontrar mayor alegato contra la pena de muerte que esas declaraciones realizadas por los condenados segundos antes de ser ejecutados. Una de las cosas que suelen decir los favorables a la pena de muerte en EEUU es que los condenados que se arrepienten en realidad fingen su arrepentimiento para que así les perdonen la vida. Pero esta gente dice eso justo antes de morir así que no tiene el menor sentido que finjan. Son la versión moderna del buen ladrón en la cruz, que reconoció su condición de pecador, afirmó la justicia de Cristo y pidió al Señor que se acordara de Él en su reino. Y he aquí la paradoja: Cristo perdonó al ladrón arrepentido y le dio vida eterna, mientras que el estado de Texas tira la primera y la última piedra, eso sí, disfrazada de inyección letal.
Lo grandioso de la gracia divina es que todos aquellos que se arrepienten ante Dios no sólo no son ejecutados, por muy graves que fueran sus pecados o delitos, sino que pasan verdaderamente de muerte a vida. A menos que el Dios de "In God we trust" no sea el Dios cristiano, creo que EEUU debería replantearse seriamente la continuidad de la pena de muerte. No niego el derecho al Estado de castigar el delito (Rom 13,3-4), pero sí afirmo el derecho a la vida de los que verdaderamente se han arrepentido y pedido perdón y el de aquellos que, por su condición de presos en cárceles de máxima seguridad, no suponen ya un peligro para la sociedad. Además, creo que la economía del país más rico del mundo puede soportar sin venirse abajo el pago de 50 euros al día para mantener vivos a cada uno de los presos del corredor de la muerte. Si hay alguna causa miserable que sirva para justificar la pena de muerte, esa es la del dinero que cuesta al contribuyente el mantener vivos a los hombres y mujeres condenados.
Hace mucho más bien a una sociedad la vida, incluso la libertad, de un delincuente verdaderamente arrepentido que su ejecución. Si, como dice la Escritura, y aunque se refiera a la muerte espiritual, Dios no quiere la muerte del que muere y pide la conversión, ¿por qué habremos de matar a los que se han convertido?
Quiera Dios que algún día entendamos que, como afirma el Catecismo en su art. 2266, sólo en casos de extrema gravedad puede tener justificación, si es que la tiene, el uso de la pena de muerte en nuestra sociedad moderna. Mientras tanto, oremos al Señor para que siga tocando los corazones de aquellos que van camino del cadalso. Siquiera porque sus confesiones de fe al pie de la tumba sirven para que podamos gloriarnos alegremente en la gracia de Dios, que no tiene límites a la hora de perdonar a quien se acerca al Salvador.
Luis Fernando Pérez Bustamante
27 comentarios
Con respecto al tema que planteas en el artículo, es interesante la pregunta de por qué habría de ejecutarse al convertido. Yo sigo pensando que, en determinados casos, la pena de muerte está justificadísima: los ejemplos de los etarras o los de los asesinos en serie son los más palmarios.
Yo ya no soy partidario de la pena de muerte a menos que mantener con vida a un preso sea una amenaza real para la sociedad.
Cuando digo "ya" es porque antes sí era partidario en los casos que comentas, pero ahora creo que es mejor aplicarles la cadena perpetua.
Es un placer compartir tribuna con usted, padre. Y con el gran Paco Pepe, claro. Y con el resto de bloggers de RD y de PD
Que Dios nos ayude a todos
Es bueno abrir nuevas puertas para anunciar a Cristo.
¡Qué Dios te bendiga!.
P.D. De fútbol no hablamos....
Que Dios y la Santísima Virgen bendigan esta iniciativa, Luis Fernando.
Un abrazo en Cristo
PD: Ireneo... a ver si dais menos patadas que luego pasa lo que pasa, je je
"Cuando la pena es aceptada voluntariamente por el culpable, tiene un valor de expiación"
Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae afirma que el individuo se relaciona a la comunidad como la parte al todo. Así, precisamente, como un miembro putrefacto del cuerpo puede ser eliminado para el bien del conjunto, así también "si un hombre es peligroso e infeccioso para la comunidad... puede ser matado para salvaguardar el bien común." Los teólogos en general siguieron su línea sobre la pena de muerte.
Justificaron tales penas como necesarias para preservar el bien común y salvaguardar la sociedad.
La enseñanza del Magisterio de la Iglesia era la pena capital aceptada, y generalmente defendida...
Ya el Papa Inocente I en el año 405, funda su posición favorable en la carta de Pablo a los Romanos. Inocente escribe, "en cuanto a esta pregunta no tenemos nada en definitivo de aquellos que nos han precedido. Debe ser recordado que el poder fue concedido por Dios, y la espada fue permitida para vengar el crimen; el que realiza esta venganza es el ministro de Dios (Rm 13:1-4). ¿Qué motivo tenemos nosotros para condenar una práctica que todos sostienen es permitida por Dios? Mantenemos, por lo tanto, lo que se ha observado hasta ahora, para no alterar la disciplina y aparecer como estar obrando en contra de la autoridad de Dios."
Al tratar con los herejes Valdenses, que buscaban la reintegración en la Iglesia Católica, el Papa Inocente III exigió que la declaración de la profesión de fe incluyera la siguiente frase: "El poder secular puede sin caer en peca...
La aceptación general de la legitimidad de la pena capital continuó a lo largo de los pontificados más recientes.
León XIII escribió sobre la prohibición por derecho divino y natural de matar o de herir un ser humano, "salvo por una causa pública o en la necesidad de defender la propia vida."
Más recientemente, Pío XII ofreció una defensa más explícita de la legitimidad de la pena capital. Indica que "mientras que un hombre no tenga culpabilidad, su vida es intocable," y agrega que "Dios es el único Señor de la vida de un hombre no culpable de un crimen punible por la pena de muerte." El Pontífice proporciona el razonamiento moral detrás de su pensamiento sobre la pena capital en un discurso a un congreso de médicos: "Incluso en el caso de la pena de muerte...
En la Evangelium Vitae Juan Pablo II indica que el problema de la pena de muerte se debe colocar en el contexto de la defensa legítima y que el recurso a esta pena se debe limitar a los "casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo".
El valor expiatorio de una condena aceptada como justa no tiene ingún genero de dudas.
La Iglesia en estos momentos prefiere decir que la pena de muerte no es necesaria en la mayoría de los casos. Pero no he leído una sola condena de la misma como inmoral excepto, claro está, en los casos en que se aplica por delitos menores.
La Iglesia sostiene que hoy hay otros medios, pero no uede condenarla.
Piensen en la Pasión de Nuestro Señor: cuando el Buen Ladrón acepta la condena como merecida, Cristo no le recrimina, sino que le dice que estará con El en el Paraiso. La aceptación de la pena y la expiación le valieron el Cielo inmediato
El magisterio de la Iglesia ha modificado en parte su opinión sobre la pena de muerte a lo largo del tiempo. Creo que la mejor definición actual la dio el papa Juan Pablo II Magno,al acotarla a "cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo". Hoy en día en Occidente esa máxima excluye la pena de muerte.
Recordemos que el magisterio de la Iglesia ha aceptado en ocasiones principios no fundamentales, que no consideraba correctos, como la esclavitud, en aras a una adaptación cultural del mensaje cristiano, pero eso no significa que no sea más perfectamente cristiana otra visión. Para mí la pena de muerte es una de esas: cuando la Iglesia la ha aceptado recientemente, no ha sido en ningún caso por estar de acuerdo con tal método de punición, sino por respetar los procedimientos de derecho de cada nación. En muchos casos los obispos o incluso ...
Pero de ahí ha que hayan cambiado la doctrina al respecto es donde discrepo -y ya era hora- contigo.
En cualquier caso ¿te refieres a una expiación religiosa (retribución del pecado), o a una "expiación legal" (castigo proporcional al daño hecho)?
Supongo que te habré malinterpretado.
Un saludo en Cristo
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