De la Nueva Era, zarandajas esotérico-orientales y otras hierbas

Hch 19,18-20
Muchos de los que habían creído, venían, confesaban y manifestaban sus prácticas supersticiosas, y bastantes de los que habían profesado las artes mágicas traían sus libros y los quemaban en público, llegando a calcularse el precio de los quemados en cincuenta mil monedas de plata,
tan poderosamente crecía y se robustecía la palabra del Señor.

Decía Chesterton con razón que "cuando los hombres ya no creen en Dios, no es que ya no crean en nada: creen en todo". Durante el siglo XX, y de forma muy acusada en sus últimas tres décadas, asistimos en Occidente a un fenómeno a la vez complejo y simple. Al mismo tiempo que se producía una descristianización de la sociedad, hubo una explosión del interés por el esoterismo, la magia, lo paranormal y las religiones orientales. Dabas una patada a una piedra y aparecía un gurú levitando en la postura del loto a soltarte su rollo, a cambio de que le llenaras su cuenta bancaria. Las librerías de Nueva Era, donde junto con los libros se vendía toda la parafernalia típica de ese mundillo, surgieron como setas y eran un negocio próspero. El fenómeno de la ufología no fue ajeno a todo ello, gracias a los "contactados" que nos traían mensajes de nuestros "hermanos mayores" que, curiosamente, coincidían en buena medida con esa espiritualdiad etérea, gaseosa e inhaprensible de corte pseudo-oriental.

Aparecieron los Sixto Paz y su Misión Rama, Giorgio Bongiovanni y sus "estigmas", la Fundación Urantia, cuyos textos fusiló Juan José Benítez para sus Caballos de Troya y otros libros. En televisión, los programas que trataban ese mundillo lograban éxitos de audiencia. Pocos españoles mayores de 30 años desconocen quien fue el hoy desaparecido Jiménez del Oso. Revistas como Karma 7 (pionera en España), Más Allá, Año Cero y otras superaban en ventas a los semanarios de información y opinión político-social de este país. Actores y actrices famosos, como Shirley Maclain, eran embajadores de esa nueva religiosidad, que en realidad no tenía nada de nueva pues es tan vieja como aquella tentación de la serpiente en el Paraíso.

La astrología, con sus horóscopos "serios" y cartas astrales, los cursos de control mental, las gafas que inducían estados de conciencia, el uso del péndulo….. el bazar de la Nueva Era y el esoterismo era inmenso. Y lo sigue siendo, aunque la degeneración de los Rappeles y Aramís Fuster de turno no han sido de mucha ayuda a la credibilidad de ese mundillo.

Aunque las religiones orientales suelen ser mucho más serias que la patulea que nos han vendido en las últimas décadas, no han podido librarse de ser el instrumento más socorrido por los brujos y brujas modernos. Y hete aquí que en no pocas ocasiones han querido presentarse en Occidente a través de un ropaje cristiano. Para ello han contado con la colaboración de clérigos y religiosos católicos que, ya sea porque la fe no les llenaba lo suficiente o porque directamente no tenían ningún tipo de fe cristiana, han hecho lo posible y lo imposible para que tuviera éxito el sincretismo entre el cristianismo y esas religiones orientales. Yo mismo recibí un curso de control mental (espiritismo puro y duro) de manos de un fraile franciscano al que se le conocía como el Padre Carmelo. Estaba, ¿sigue estando?, en la parroquia que los franciscanos tienen en la calle Duque de Sexto de Madrid. Y el problema no es sólo católico, tal y como lo demuestra el protestante Hank Hanegraaff en su libro "Cristianismo en crisis" (Ed Unilit)

La Iglesia ha respondido como suele hacer en esta generación. Con alguna condena a teólogos que pretendían ser católicos sin serlo, y con algún documento de advertencia a los fieles. O sea, poco más o menos como defenderse a puñetazos contra el ataque de un león rabioso. El mismo que, según 1ª Pedro 5:8, anda buscando víctimas incautas para su festín.

Hemos de ser conscientes de un aspecto dual de ese mundillo. Es una doble farsa. Lo es literalmente porque gran parte de los gurús, adivinadores, hechiceros y demás fauna esotérica son unos simples farsantes sacacuartos. Y lo es porque, y esto es más peligroso, es una farsa espiritual que se viste del ropaje del paganismo y, sobre todo en la sección pseudo-cristiana, del pelagianismo. El aspecto pelagiano es acusadísimo. Es la auto-salvación, la espiritualidad modelo Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como. Y eso no es lo peor. El concepto de pecado pasa a ser poco más que un desequilibro energético, un imponderable del karma, un simple estado de inmadurez personal que sólo retrasa el camino hacia la Luz.

San Pablo, que no dudó en exorcizar por la vía rápida a una pobre muchacha pitonisa que era fuente de riqueza para sus amos (Hch 16,16-18), supo dar las claves que definen el problema y dan la solución al mismo:
Ef 6,10-18
Por lo demás, confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder, revestíos de toda la armadura de Dios para que podáis resistir a las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que habitan en los espacios celestes.
Tomad, pues, la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, vencido todo, os mantengáis firmes. Estad, pues, alerta, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia, y calzados los pies, prontos para anunciar el Evangelio de la paz. Abrazad en todo momento el escudo de la fe, conque podáis hacer inútiles los encendidos dardos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, con toda suerte de oraciones y plegarias, orando en todo tiempo con fervor y siempre en continuas súplicas por todos los santos.

En mi humilde opinión, es de todo punto obligado limpiar el cristianismo de la influencia de ese mundillo. Si dejamos que fructifiquen sus raíces, muchos quedarán atrapados para desgracia de sus almas. Los documentos están muy bien, los libros también, pero hace falta más. Hay que salir a campo abierto a presentar la batalla, con las armas que Dios nos ha dado para derrotar este enemigo que, aunque a muchos no se lo parezca, es incluso más poderoso que el laicismo secularizante. Como he dicho, lo primero de todo es librarnos de los quintacolumnistas que tenemos dentro. Sobran los neo-gnósticos que quieren fundir la fe verdadera para convertirla en el becerro de oro de una espiritualidad ajena a la cristiana. Si podemos ganarlos de nuevo para la fe mediante su conversión, alabado sea Dios. Pero si no, debemos alejarles mediante los cauces necesarios para que no estén en el seno de la Iglesia. En ello nos va la vida eterna de muchos.

Luis Fernando Pérez Bustamante