La Iglesia Católica como elemento decorativo de la Europa apóstata
Cuando Hilarión de Volokolasmk, presidente del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas del Patriarcado de Moscú, dijo hace un par de días en Madrid que “la crisis moral es muy actual en los últimos años” y que se observa en todo el mundo, sobre todo en Occidente, cómo “se derrumban” los fundamentos morales tradicionales, quizás se quedó corto. Esos fundamentos ya han sido aniquilados por completo y solo quedan algunos vestigios en las familias cristianas que se resisten a dejarse llevar por la corriente de apostasía que se ha instalado, ¡quién sabe si para quedarse!, en el Viejo Continente.
El último bastión en caer ha sido Malta. La muy católica Malta. La por siempre católica Malta. Ayer acaba de aprobar la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio, con derechos de adopción incluidos. Es posible que muchos católicos tibios -especie muy abundante en esta época- crean que basta con no llamar matrimonio a ese engendro para que sea aceptable. Es ese tipo de católicos que, en su versión española, se convierten en proselitistas de leyes abortistas como la que quiere aprobar el gobierno del señor Rajoy. Es ese tipo de católicos que son cómplices del príncipe de este mundo, que gobierna ahora bajo el disfraz de democracia liberal. Viven más o menos felices en medio de la Sodoma y Gomorra y se conforman con decir cuatro obviedades de vez en cuando.